La paloma y la serpiente
La serpiente de verano que resucitaban durante la previsible sequ¨ªa informativa estival los periodistas caniculares ha dejado de ser un ente m¨¢gico y fabuloso cuya aparici¨®n en las desnutridas p¨¢ginas de los peri¨®dicos alegraba la traves¨ªa de los desiertos de agosto. En Madrid, este verano, los oficios campan a su aire, pasean noct¨¢mbulos y sinuosos por las aceras, pernoctan e n las alcantarillas y emergen de cuando en cuando en alg¨²n cuarto de ba?o buscando la frescura impoluta de la loza sanitaria, indiferentes al repeluzno que provocan en sus desprevenidos anfitriones.Estaba la ni?a Natalia mirando sus 16 a?os en el espejo del lavabo de su casa de Lavapi¨¦s cuando asom¨® la bicha su inquietante jeta por la espalda, probablemente para tentarla estimulando su incipiente coqueter¨ªa. No, estaba Natalia para f¨¢bulas ni moralejas. Ajena a la paradis¨ªaca vi?eta que protagonizaba, la moderna Eva se arrebuj¨® en la toalla y pidi¨® ayuda a sus familiares m¨¢s pr¨®ximos. No, perdi¨® del todo los nervios la joven, que a¨²n tuvo presencia de ¨¢nimo para describir a los reporteros los rasgos de su indeseable hu¨¦sped, que, seg¨²n sus apreciaciones, med¨ªa m¨¢s de metro y medio y era gris con motitas negras.
La pit¨®n de Natalia fue el segundo reptil de su especie que decidi¨® abandonar su cautiverio y deslizarse por el asfalto. La primera, una colega de su misma especie, apareci¨® en un piso de Chamart¨ªn buscando pensi¨®n, pero la patrona no tard¨® en llamar. a los bomberos. La tercera y ¨²ltima serpiente, si no se me ha escapado ninguna, cosa frecuente trat¨¢ndose de tan, escurridizas bestezuelas, era de gustos callejeros, un ofidio quiz¨¢ adolescente, de s¨®lo medio metro de envergadura, que fue descubierto cuando paseaba, feliz y noct¨¢mbula, por la calle de la Princesa en busca de marcha. D¨¦masiados ofidios para un verano tormentoso en lo pol¨ªtico y en lo meteorol¨®gico, turbulencias que han cambiado los h¨¢bitos de los inquilinos de todos los fondos de reptiles que habitan en los desag¨¹es de los edificios del poder. Tan enrarecida est¨¢ la atm¨®sfera en estas cavidades reptilianas que ni los m¨¢s encallecidos saurios, ni los ofidios m¨¢s ponzo?osos quieren seguir viviendo en tales ¨¢mbitos. Necesitan salir a respirar los aires nocturnos de la urbe y darse un garbeo por la verbena de la Paloma.
Tal profusi¨®n de ofidios extempor¨¢neos le parece al apost¨®lico y romano alcalde de Madrid una especie de plaga b¨ªblica; una conjura de las potencias del mal, que, como se sabe, tienen una especial predilecci¨®n por las serpientes y en ocasiones se?aladas suelen elegirlas como portavoces. Si los madrile?os descre¨ªdos no le hubiesen dado tanto, la vara, el primer edil de la Villa habr¨ªa consentido en la erecci¨®n de un monolito mariano, un monumento a la Virgen en el parque de El Retiro para contrarrestar la tenebrosa influencia del ?ngel Ca¨ªdo, sin duda patrocinador de la plaga serpentina. La Virgen Mar¨ªa es representada muy a menudo en la iconograf¨ªa pisando la cabeza de la serpiente diab¨®lica, inductora del. Pecado original, enemistada su estirpe con la estirpe femenina desde las primeras p¨¢ginas del G¨¦nesis. Al alcalde mariano de Madrid no le dejaron poner su imagen tot¨¦mica en El Retiro, pero nadie le va a quitar el gustazo de condecorar con diploma y banda a la m¨¢s castiza de las V¨ªrgenes madrile?as, la de la Paloma, para exorcizar todos los maleficios y poner el vade retro a cualquier pit¨®n desmandada.
A los protestantes evang¨¦licos, contrarios a la iniciativa, que le recuerdan el presunto aconfesionalismo municipal, responde ?lvarez del Manzano, con altivez cesaropapista, que suya es la Virgen, el manto y el diploma, y cat¨®lica, la madrile?a grey, pues cat¨®lico lo es su alcalde electo. Si bien condesciende, pues lo cort¨¦s no quita lo bizarro, el mun¨ªcipe a asistir, si es invitado, a alguna ceremonia de rito protestante, a la que acudir¨ªa dejando clara su condici¨®n de cat¨®lico y en defensa de su fe. Sus declaraciones deber¨ªan bastar para que cualquier comunidad cristiana, budista o musulmana desistiese de invitar al se?or alcalde, en la certeza de que ser¨ªa capaz de aparecer revestido como caballero cruzado, palad¨ªn de la catolicidad o familiar del Santo Oficio, dispuesto a cruzar el mandoble con cualquier infiel negador del dogma.
Nadie duda de la predilecci¨®n de las altas instan cias celestes por su fidel¨ªsimo siervo, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano. Pero en esta ocasi¨®n. su ¨¢ngel de la guarda, asesor de su imagen, m¨ªstica, deb¨ªa estar de vacaciones, y en su ep¨ªstola a los protestantes de Madrid el se?or alcalde desliz¨® un lapsus horribilis que, tal vez por mediaci¨®n de alguna potencia ang¨¦lica de guardia, no fue apercibido y valorado por la audiencia. Fue a hablar Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano sobre la postura de las comunidades evang¨¦licas ante la condecoraci¨®n oficial de la Virgen de la Paloma y afirm¨® que cada cual es libre de tener la ideolog¨ªa que le parezca. Patinazo verbal que revela con un aura de meridiana claridad que el muy cat¨®lico corregidor de Madrid confunde religi¨®n con ideolog¨ªa, el balc¨®n del Ayuntamiento con el p¨²lpito y a la ciudadan¨ªa con la feligres¨ªa, como alcalde que es "por la gracia de Dios" que multiplic¨® en las urnas las papeletas populares.
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