El sorprendente Rotropovich
Las noches del Victoria Eugenia se enriquecen durante la Quincena Musical con la presencia m¨¢gica de los grandes virtuosos: Alicia de Larrocha (de la que nunca se destaca, su parentesco con aquel legendario maestro de San Sebasti¨¢n, aunque nacido en Granada, Alfredo de Larrocha, iniciador de tant¨¢s cosas), volvi¨® con su carga aleccionadora de Soler, Granados o Schumann, y a los dos d¨ªas, anteayer, Mstislav, Rostrop¨®vich, el violonchelista de suprema categor¨ªa, volvi¨® a sorprender la noche del pasado lunes a una audiencia entregado completamente de antemano.Es un privilegio de los verdaderamente grandes: conocemos su manera, su t¨¦cnica y su pensamiento, incluso se han incorporado ya al acervo personal y general de la cultura europea de la segunda mitad del siglo XX. Sabemos, o creemos saber, sus versiones de Bocherini o de Haydn. Sin embargo, vuelve a tocar los conciertos en re y en do, del Italiano y del austr¨ªaco, e invade nuestro ¨¢nimo una sensaci¨®n de sorpresa, de expreriencia nueva y desusada.
Elevado fraseo
Como en otras ocasiones, el violonchelista Rostrop¨®vich cont¨® con la colaboraci¨®n de la orquesta de c¨¢mara del Festival de Brescia / B¨¦rgamo, dirigida por su fundador, el excelente-musico parmesano Agostino Orizio. Fue Benedetti Michelangeli el primer solista excepcional que colabor¨® con est¨¦ grupo de c¨¢mara de bello sonido, elevado fraseo y flexible brillantez.Todo ello se advirti¨® ahora en la Segunda sonata a cuatro, de Rossini, y en la Sinfon¨ªa La pasi¨®n de Haydn. No menos en la asistencia a Rostropovich, llevada a cabo con identificaci¨®n y altas calidades. Y el singular¨ªsimo violonchelista ruso pone las cosas bastante dif¨ªciles por la trascendente perfecci¨®n de su t¨¦cnica y la inolvidable jerarqu¨ªa musical de sus conceptos.
Escuchamos un arte de oro, un fen¨®meno de los que se producen rara vez en la historia y un modelo de interpretaciones creativas, profundamente fieles y hondamente conmovedoras.
El Victoria Eugenia parec¨ªa un hervidero; el entusiasmo de la audiencia no ten¨ªa l¨ªmites, aunque s¨ª tuvo un regalo precioso en un fragmento de Bach dado como propina y despedida.
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