La Marina captura dos lanchas de Greenpeace en Mururoa antes de la prevista explosi¨®n
Francia mantiene la espera. Las bombas est¨¢n en los pozos y el dedo est¨¢ sobre el bot¨®n, pero el anunciado ensayo nuclear segu¨ªa ayer sin realizarse. A las seis de la ma?ana, hora de Mururoa (18.00 hora peninsular espa?ola), todos los barcos de la flotilla para la paz intentaron en vano escuchar algo, percibir algo en el oleaje. Nada. Grempeace hab¨ªa lanzado horas antes, con ¨¦xito relativo, una operaci¨®n casi desesperada para mantener viva la protesta: dos lanchas neum¨¢ticas burlaron la vigilancia de las patrulleras y penetraron en la laguna del atol¨®n, donde los cuatro tripulantes fueron detenidos, seg¨²n fuentes oficiales.
No hay razones t¨¦cnicas para la demora. La Marina y los t¨¦cnicos nucleares franceses tienen ya a punto distintos artefactos en los dos atolones gemelos, Mururoa y Fangataufa, a la espera de la orden presidencial.Mientras tanto, David McTaggart y su gente de Greenpeace coordinadores de la flotilla para la paz, ganan tiempo y preparan nuevas acciones. La de ayer fue "s¨®lo el principio", afirm¨® McTaggart. "Habr¨¢ nuevas acciones en las pr¨®ximas horas. No les dejaremos tranquilos", prometi¨® el fundador de Greenpeace.
La jugada de Greenpeace comenz¨® a las 2.45 horas (14.45 en Espa?a). Dos hombres y dos mujeres de distintas nacionalidades, tres de ellos jovenc¨ªsimos, descendieron dificultosamente hacia dos lanchas neum¨¢ticas con motores fueraborda. El buque que los transportaba no aminor¨® su marcha para no infundir sospechas a la patrullera francesa que permanec¨ªa vigilante a una milla escasa.
"Es como antes. Como cuando no ten¨ªamos un duro", dijo David McTaggart, el viejo fundador de Greenpeace y actual jefe de operaciones de la protesta antinuclear en el Pac¨ªfico sur. Cerveza y cigarrillo en mano, McTaggart estaba satisfecho por el plan que se pon¨ªa en marcha. "La lancha neum¨¢tica es el s¨ªmbolo de Greeripeace. Sin helic¨®pteros ni grandes barcos, a¨²n podernos darles un disgusto. Y vamos a intentarlo".
Las cuatro personas sab¨ªan desde 12 horas antes que hab¨ªan sido designadas como protagonistas del casi desesperado intento. Para calmar los nervios, y para mostrar una imagen de normalidad ante los prism¨¢ticos militares, se organiz¨® una barbacoa a bordo del Manutea con invitados de distintas naves. Mientras, en otro lugar, las dos lanchas neum¨¢ticas eran cargadas con lo m¨¢s elemental: un bid¨®n de gasolina, tres botellas de agua, una bolsa de cacahuetes y un emparedado de mermelada. Todos los instrumentos de navegaci¨®n se reduc¨ªan a una br¨²jula. Ambas lanchas llevaban un elemental aparato de radio que deb¨ªa servir para un solo uso. O bien "hemos llegado", o bien "nos detienen". Eran 14 millas, unos 25 kil¨®metros, hasta la entrada del atol¨®n. "Si esto fuera una guerra, esta gente tendr¨ªa asegurada una medalla al valor", dijo una de las sombras que despidieron a los cuatro activistas. Cada una de las mujeres pilotaba una lancha.
La espera fue larga en las naves de la flotilla que estaban al corriente de la operaci¨®n. Luces apagadas, paseos furtivos por cubierta y una constante atenci¨®n al radar. La patrullera francesa manten¨ªa sus idas y venidas rutinarias: una buena se?al para Greenpeace. Dos horas y 40 minutos m¨¢s tarde, a las 5.25, el receptor de radio emiti¨® una voz jadeante: "?Estamos en la boca del atol¨®n! ?Vamos a entrar! ?Estamos a punto de conseguirlo!".
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