L?NEA DE FONDO Etxeberria: del hombre-gol al ni?o-gol
Con la llegada de Etxeberria es inevitable evocar de nuevo aquella sentencia bot¨¢nica de Alfredo di St¨¦fano. La pronunci¨® inmediatamente despu¨¦s del primer partido de Butrague?o en el Real Madrid. "Este tipo lleva el gol en el cuerpo: lleg¨¢s, lo sacud¨ªs y cae un gol al suelo. Volv¨¦s a sacudirlo y cae el segundo. Mir¨¢ vos".Emilio hab¨ªa atrapado en el ¨¢rea dos de esos balones sin rumbo, pinchados en los espinos del aire, como el gato atrapa la golondrina: en un salto, un zarpazo y un bufido pulmonar. Deliberada o indeliberadamente, sin perder su acento de falso cascarrabias, don Alfredo proclamaba as¨ª que el gol puede ser, no un valor que va y viene por el escenario de la jugada, sino una propiedad interior que se desprende, c¨®mo la fruta del ¨¢rbol, movido por las r¨¢fagas de ingenio. Con Etxeberria parece confirmarse esta impresi¨®n: no es que ¨¦l encuentre el gol; es que lo lleva dentro. Cae sobre el ¨¢rea un globo pinchado en las botas de Julen, salta Etxeberria desde el alero, y de pronto el partido ha cambiado de rumbo. Los misterios de esta brusca mutaci¨®n de un accidente en un gol estar¨¢n explicados en los manuales de alquimia que don Alfredo recitaba con su inseparable desgarro porte?o. Sin embargo, el secreto de ese goleador repentino que Etxeberria personifica no est¨¢ tanto en la capacidad de transformar como en la capacidad de aparecer. Aparecer de la nada, se entiende.
Viendo a Etxeberria, la ¨²ltima versi¨®n de ni?o-gol, es tambi¨¦n inevitable recordar a aquel primer Papin que brujuleaba entre los centrales como un alma en pena, hasta que, hale-hop, se convert¨ªa en un enorme empeine que casi siempre telegrafiaba la pelota a la escuadra. Antes que ¨¦l, gente como C¨¦sar, Torpedo M¨¹ller, Gigi Riva, Quini o Dennis Law hab¨ªan logrado sobrevivir en los v¨¦rtices del juego gracias a su portentosa capacidad para no ser nadie hasta el minuto 88 y para transformarse en bota en el 89.
Puesto que resulta ineludible el sentimiento de que estos goleadores fantasmales son una especie en v¨ªas de extinci¨®n, la llegada de personajes como el peque?o Etxebe provoca un suspiro de alivio. Ahora ya no hay duda: ah¨ª est¨¢ ¨¦l, con su traje de humo y su luz indirecta, oblig¨¢ndonos a vivir en estado de ansiedad. A esperar el domingo con fe en que un destello suyo termine siendo, hale-hop, un grito de gol. Por supuesto, en el minuto 90.
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