Mensajero equ¨ªvoco
Tuvo siempre buena prensa y excelente opini¨®n, la paloma; a mi entender -y el de otras personas- injustificadas. El mayor respeto a la antigua devoci¨®n que las madrile?as sienten -o sent¨ªan- por la Virgen de la Soledad, que es el verdadero nombre, unido al de Maravillas. Curioso que las denominaciones populares tengan poco que ver, ni con el barrio de Maravillas ni con el otro nombre, pues en las imaginer¨ªas no aparece por parte alguna esta ave domesticada.Yendo al origen de toda sabidur¨ªa -el Espasa- sabemos que un cuadro, de origen y artista desconocidos, fue hallado por unos gitanos en la calle de Arlab¨¢n, desde donde fue a parar, con un par de escalas, al convento de las Carmelitas Descalzas. Una paloma del corral de las monjas de San Juan de la Penintencia le dio escolta a¨¦rea en los desplazamientos. ?Velay!
Quienes vivimos entre los rojizos tejados madrile?os conocemos bastante bien a estas p¨¢jaras. El ronco e insistente zureo es uno de los ruidos menos agradables, pariente del que provoca, m¨¢s discretamente, la carcoma. Es un ave agresiva, depredadora, ladrona e insolente. Los geranios con que mi. vecina, al otro lado. del patio, intenta alegrar sus ventanas al cielo, son implacablemente picoteados y observo el despreciativo contoneo con que. ignoran el flamear de las bolsas del Corte Ingl¨¦s, cuyo crujido pretende. ahuyentarlas.
Pienso que hay un viejo malentendido inicial, en el asunto de las palomas y su dudosa fama mensajera y pac¨ªfica. La primera de la que tenemos noticia fue la soltada por No¨¦ cuando parec¨ªa escampar. No llevaba encargo alguno, por falta de destinatario. Madura la sospecha de que intent¨® deshacerse de ella; pero volvi¨®. ?Qu¨¦ paz tra¨ªa? Despu¨¦s del chaparr¨®n de los 40 d¨ªas y las 40 noches, la Tierra debi¨® ser declarada zona catastr¨®fica: la frecuente en casos similares. En cuanto a su participaci¨®n trilateral en el Trinidad, mejor orillar el asunto.
No regateemos al vol¨¢til cierta utilidad, especialmente en casos de guerra, y nada me extra?ar¨ªa que alguna reina de Inglaterra haya concedido el t¨ªtulo de baronet a alguno de estos p¨¢jaros. Lo cuestionable es que pueda otorg¨¢rseles fiabilidad en el menester de recaderas. Se relatan los ¨¦xitos, la misi¨®n cumplida, el largo vuelo, con el secreto anillado, pero son silenciados los fracasos. Tambi¨¦n la colombofilia tiene su letra peque?a.
Denostamos a los servicios postales de Estado, recordando el ido tiempo en que todas las cartas llegab¨¢n a su destino, lo que nuestros descendientes no creen, aunque se lo juremos. La desconfianza alcanza hoy, a las mensajer¨ªas, tan proliferantes. Desde aqu¨ª creo un deber c¨ªvico alertar a la ciudadan¨ªa: no se fien, exijan precisiones y garant¨ªas, porque la prestaci¨®n es muy onerosa y a veces bordean el enga?o. Un ejemplo vale m¨¢s que mil lamentaciones, cuando est¨¦ bien contrastado.
Ausente de Madrid, ca¨ª en la presunci¨®n de que pod¨ªa haber arribado una noticia importante -nunca est¨¢ del todo descartada la existencia de un t¨ªo en Am¨¦rica-. Rogu¨¦ a un familiar que r¨¦mitiese la correspondencia de esos pocos d¨ªas a trav¨¦s de mensajeros, dado que mis estancias eran breves y distintas, en el veraniego periplo. Escogi¨® a la empresa Seur, muy conocida. Confi¨® el sobre, con media docena de cartas de las que cinco eran prospectos comerciales.
Precio del servicio: 5,220 pesetas. Consignaci¨®n: el 24 de agosto, jueves; de recepci¨®n, el 28, lunes, por la tarde.
Con los buenos modales que me caracterizan y proporcionan los mejores resultados, al regreso me puse al habla con aquella casa y su departamento correspondiente, exponiendo la sorpresa de que env¨ªo tan costoso hubiese empleado tanto tiempo, con el riesgo de que jam¨¢s llegara a mi poder. Fui instruido de que estas remisiones, al extrajero -Biarritz, concretamente-, tardaban 48 horas. "Fueron cuatro d¨ªas", arg¨¹¨ª. "Dos d¨ªas h¨¢biles, se?or", fue la respuesta. Mi teor¨ªa de que utilizar una v¨ªa, te¨®ricam¨¦nte veloz, era incompatible con tama?a demora, fue cort¨¦smente escuchada, pero no compartida. La pr¨®posici¨®n de que el todo o una parte fuese reembolsada tampoco tuvo favorable acogida. "No, se?or. Son las normas". Esto convert¨ªa un asunto individual en problema colectivo y general, que justifica la presente publicidad.
No se equivoc¨® la paloma. Me equivoque yo, al confiar en ella y pagar por adelantado.
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