Chilena o brit¨¢nica
Hoy quiero aburrirles. Apartemos la mirada de los abrazos sicilianos entre un pseudo arist¨®crata engominado y Felipe Craxi o entre la rosa de los estafadores y Jordi Andreotti. Analicemos un problema verdadero, es decir, uno que no cede ante las medidas r¨¢pidas y pol¨ªticas. Las riadas que amenazan con arrastrar nuestro sistema de pensiones en el siglo venidero exigen la construcci¨®n de un cauce alternativo.En todos los pa¨ªses de la UE los gastos de protecci¨®n social siguen aumentando en t¨¦rminos absolutos y como proporci¨®n del PIB. Los comunitarios gastamos ahora m¨¢s de un cuarto de nuestro producto en paro, salud y pensiones, 10 puntos porcentuales m¨¢s al menos que la OCDE; como Jap¨®n, los EE UU o Nueva Zelanda, que no han suscrito la bendita Carta Social de Maastricht. Sin embargo, pese a tal chorro de dinero y a la mucha mayor prosperidad de que gozamos los europeos, pobres y ricos, ese gasto nos parece insuficiente y, al tiempo, lo adivinamos insostenible.
Las pensiones p¨²blicas absorben m¨¢s de la mitad del gasto social en los pa¨ªses de la UE. La mayor esperanza de vida y la ca¨ªda de la natalidad causan un envejecimiento imparable de las poblaciones. Casi todos los pa¨ªses que mantienen sistemas de pensiones p¨²blicos no capitalizados, de puro reparto; y prometen ligar la pensi¨®n a los ingresos durante la vida de trabajo; casi todos esos pa¨ªses, digo, est¨¢n atrapados en una dolorosa pinza: o suben los impuestos y cotizaciones, o reducen las pensiones y servicios sociales. Casi todos los pa¨ªses europeos, digo, pues hay uno, el pobre, conocido por su insolidaridad ante el fen¨®meno europeo, que se inclin¨® por la capitalizaci¨®n de las pensiones obligatorias: el Reino Unido. Los dem¨¢s pa¨ªses europeos tienen que elegir entre dos soluciones: la r¨¢pida a la chilena y la evolutiva, a la brit¨¢nica. En el Reino Unido, como en los dem¨¢s pa¨ªses de la OCDE, y como en Chile, el Estado garantiza una pensi¨®n m¨ªnima no contributiva a los ancianos pobres. Nadie propone suprimir esta red de seguridad. En 1978, los brit¨¢nicos crearon un Sistema P¨²blico de Pensiones Relacionadas con los Ingresos (SERPS) que, y esto es lo importante, permit¨ªa a los trabajadores salirse de ¨¦l si el fondo de pensiones de la empresa o una sociedad de seguros les garantizaba prestaciones mejores. Los individuos pod¨ªan contract out, expresi¨®n fundamentalmente liberal, pues la libertad consiste precisamente en que no le proh¨ªban a uno acordar contratos m¨¢s convenientes. Desde 1989 el cobro de una pensi¨®n no depende de que uno deje de trabajar.
La posibilidad de salirse del sistema estatal ha contribuido a transformar el mundo de las pensiones en el Reino Unido en el sector de protecci¨®n social m¨¢s capitalizado de la UE. Quienes contratan su obligaci¨®n de ahorrar para una pensi¨®n con un fondo privado o con su empresa pueden hacerlo sobre la base de prestaciones fijas o contribuciones fijas, pero siempre capitalizando su ahorro para que, al retiro, puedan comprar una pensi¨®n vitalicia en el sector de los seguros privados. La posibilidad de seguir trabajando aunque uno haya transformado su capital as¨ª ahorrado en una pensi¨®n corta el trauma de la inactividad obligatoria, reduce los costes salariales y por tanto aumenta el empleo. En 1980, los franceses redujeron la edad del retiro a 60 a?os para hombres y mujeres, con el objeto de reducir el paro: no sab¨ªan que el empleo nace del empleo, y as¨ª les ha ido.
La diferencia entre la privatizaci¨®n chilena de las pensiones obligatorias y la realizada por los thatcheritas consiste en la velocidad de transformaci¨®n y la distribuci¨®n del coste a lo largo de los a?os. El ministro Pi?era en Chile decidi¨® hacerlo de un golpe: el Estado reconoc¨ªa a cuantos hab¨ªan contribuido a la Seguridad Social un bono equivalente a lo que habr¨ªan ahorrado si se hubiera acumulado en un fondo; con ese bono y sus futuros ahorros pod¨ªan acudir a un fondo privado para ahorrar para su pensi¨®n. Thatcher y sus ministros prefirieron no reconocer ninguna deuda, pero dejar al mercado que ofreciera a los trabajadores las pensiones ¨®ptimas, dados los a?os que les quedaban de empleo, ampliables por otra parte: as¨ª abandonar¨ªan el SERPS los mayores m¨¢s productivos y casi todos los j¨®venes. Para reducir el coste futuro de las pensiones futuras de los mayores menos productivos, mi buen amigo Peter Lilley ha elevado la edad del retiro de las mujeres de 60 a 65 a?os para igualarlas a los hombres.
Me gustar¨ªa saber por fin qu¨¦ piensan hacer los populares cuando Felipe vuelva a acusarles de que quieren reducir las pensiones. Si quieren apuntarse al quebrado sistema actual. Que no me digan que puede haber una estafa como la de Maxwell en un sistema de pensiones privado: lo de Maxwell se ha resuelto y no hay peor estafa que la de una hiperinflaci¨®n a la argentina porque el Estado ya no puede pagar.
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