Procusto
Durante estos d¨ªas ha vuelto el turre de la moneda ¨²nica. Mientras unos pa¨ªses de la UE no dan abasto con los excrementos de la realidad, estos se?ores de la Comisi¨®n y el Instituto Monetario Europeo discuten sobre el nombre y la fecha de advenimiento de una divisa ang¨¦lica donde los europeos han de lavar sus pecados deficitarios, las bo?igas de la inflaci¨®n o la basura del paro. Casi nadie cabe en las severas directrices de Maastricht, pero esos se?ores de Bruselas o del Bundesbank se han dispuesto a convertir Europa en el tormento de Procusto. Procusto era un personaje del ?tica que seg¨²n la mitolog¨ªa aplicaba a sus hu¨¦spedes un trato menos que cordial. En principio acog¨ªa a los viajeros con obsequiosidad exquisita, pero una vez establecidos les hac¨ªa yacer en un lecho de hierro y les aplicaba el siguiente men¨²: si la talla del invitado era menor a la del catre, la estiraba con poleas hasta hacer coincidir sus miembros con las proporciones del lecho; si, por el contrario, las dimensiones rebasaban la cabida, no ve¨ªa inconveniente en asestarles un hachazo. No me acuerdo de por qu¨¦ Procusto hac¨ªa estas cosas ni tengo ganas ahora de ir a verlo, pero trat¨¢ndose de un mito lo probable es que no tuviera explicaci¨®n.La Uni¨®n Europea se parece cada vez m¨¢s a un mito que se aproxima a la demencia de Procusto. No s¨®lo ha hecho degollar vacas y cortar vi?edos, estirar las metas que descoyuntan el proceso biol¨®gico de un pa¨ªs; encima se empe?a en acunar sobre la carnicer¨ªa una moneda triunfal. Nadie de los franceses desea borrar el emblema de su franco, ning¨²n holand¨¦s quiere quedarse sin el flor¨ªn ni ning¨²n espa?ol encuentra raz¨®n para perder la historia de su peseta. Pero a estos tipos enloquecidos por lo econ¨®mico no parece importarles mucho robar las se?as populares ni saquear las vidas si la contabilidad les cuadra.
No s¨¦ si he dicho que Procusto era un bandido.
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