Vivir sin inflaci¨®n
La inflaci¨®n est¨¢ siendo dome?ada en muchas partes del mundo. El ¨ªndice de precios de las tres econom¨ªas m¨¢s grandes del planeta -Estados Unidos, Jap¨®n. y Alemania-, a las que corresponde m¨¢s de la mitad del actual crecimiento mundial, se sit¨²a por debajo del 2%; la tasa media de inflaci¨®n en las siete principales econom¨ªas industriales ha ca¨ªdo al 2,3%, la m¨¢s baja de los ¨²ltimos 30 a?os. Hasta Am¨¦rica Latina ha dejado de responder al concepto de hiperinflaci¨®n (la que se sit¨²a por encima de los tres d¨ªgitos), que la caracteriz¨® durante much¨ªsimo tiempo. En Espa?a los precios est¨¢n creciendo actualmente por debajo del 4%. Hay que empezar a analizar detalladamente los cambios sociol¨®gicos que lleva consigo vivir sin inflaci¨®n, algo que no concebimos m¨¢s de una generaci¨®n de ciudadanos.Ante esta sorprendente realidad, una corriente de los economistas que los ortodoxos denominan de centro-izquierda se hace la siguiente, pregunta: si el mercado libre es tan bueno, ?por qu¨¦ hay cada vez menos puestos de trabajo? Su respuesta es at¨ªpica: no se debe a la existencia de mercados liberalizados ni a una econom¨ªa globalizada; por lo tanto, la receta para corregir la escasez de empleos en Europa o la creciente desigualdad entre empleos bien y mal pagados en Estados Unidos no es el tradicional proteccionismo.
Los enemigos del empleo, sostienen estos economistas, no son los pa¨ªses tercermundistas que, mediante la deslocalizaci¨®n, se est¨¢n quedando con el existente, o la automatizaci¨®n intensiva en capital. No: los enemigos del empleo son los gobiernos occidentales, obsesionados por practicar una pol¨ªtica antiinflacionista cuando los precios ya no son el enemigo principal. Es decir, est¨¢n aplicando una terapia equivocada para una enfermedad que ya se ha vencido: la era inflacionista pertenece al pasado.
Durante las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, las pol¨ªticas antinflacionistas, con sus planes de ajuste que reca¨ªan sobre la mayor¨ªa de los ciudadanos, han sido hegem¨®nicas. De acuerdo con la opini¨®n de los economistas citados, que han. encontrado su medio de expresi¨®n en los informes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (como en los a?os sesenta encontraron su refugio en la CEPAL, Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina, tambi¨¦n perteneciente a la ONU), ha llegado el momento de abandonar estas pol¨ªticas para atender prioritariamente otros desequilibrios estructurales.
Frente a tales hip¨®tesis de trabajo se han alzado las voces de los t¨¦cnicos m¨¢s vinculados a los gobiernos, as¨ª como los que escriben en las principales publicaciones de Europa y Estados Unidos, quienes opinan que, aunque la inflaci¨®n parece sometida, no hay que darle ni una sola ocasi¨®n para que rebrote, como demuestra la historia.
Recientemente, la revista The Economist publicaba una portada bajo el t¨ªtulo ?Qui¨¦n teme a la inflaci¨®n?, en la que se afirmaba: "Un an¨¢lisis m¨¢s detallado demuestra que la idea de que la inflaci¨®n ha muerto, de que asoma la recuperaci¨®n y de que los tipos de inter¨¦s deber¨ªan, por tanto, bajar para poner fin a la recesi¨®n, est¨¢ muy lejos de ser convincente. ( ... ) Es la estabilidad de los precios lo que ofrece el mejor entorno para la inversi¨®n y el crecimiento. (...) La inflaci¨®n alimenta la incertidumbre".
En Espa?a, esta discusi¨®n todav¨ªa no es tan expl¨ªcita como en los pa¨ªses de nuestro entorno porque, a pesar de que el ?ndice de Precios al Consumo (IPC) est¨¢ en cotas hist¨®ricamente muy bajas, la tasa de inflaci¨®n a¨²n dobla la de nuestros socios. Pero las presiones para que el Banco de Espa?a baje los tipos de inter¨¦s tienen que ver con ello. Aqu¨ª todav¨ªa no ha llegado el momento de preguntarse qu¨¦ pas¨® con la inflaci¨®n.
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