Eugenesia, individuo y sociedad
En el reciente congreso de Pek¨ªn se ha protestado de que en China se use el "aborto aristot¨¦lico", o sea el derivado de las limitaciones estatales del n¨²mero de hijos por familia con vistas a la regulaci¨®n de la demograf¨ªa nacional, alegando que el individuo ha de ser libre para tener todos los hijos que desee, al tiempo que, por lo mismo, se propugna su derecho de abortar para dejar de tener los que no quiera. Por otra parte, la actual posibilidad de averiguar el sexo antes del nacimiento, unida a la preferencia de los chinos -sea del padre, de la madre o de ambos a la vez y tanto da si espont¨¢nea o socialmente inducida- por los hijos varones, ha movido a las autoridades del Celeste Imperio a prohibir semejante indagaci¨®n, tambi¨¦n en nombre de la demograf¨ªa, pero esta vez para mantener la proporci¨®n entre hembras y varones, puesto que por los datos -al parecer no desmentidos- de la experiencia general se supone que "la naturaleza es sabia" a tal respecto y ha tendido siempre, estad¨ªsticamente, a producir mitad y mitad de cada.La primera pregunta es hipot¨¦tica: si por alguna perturbaci¨®n biol¨®gica la "naturaleza" perdiese su tan acreditada "sabidur¨ªa" y empezase a producir ya sea un n¨²mero mayor de varones, ya sea de hembras (tal como la guerra antigua -al no cebarse, como la moderna, especialmente en la poblaci¨®n civil- produc¨ªa un defecto de varones), ?recurrir¨ªan las autoridades a la averiguaci¨®n de sexo, a fin de privilegiar, por medio del aborto selectivo, al sexo en recesi¨®n, del mismo modo en que ahora con la prohibici¨®n de tal averiguaci¨®n tratan de impedir que la selecci¨®n particular privilegie por ese mismo medio al sexo familiarmente preferido?
La segunda pregunta ya no es tan hipot¨¦tica: si se defiende la libertad individual de una mujer o un matrimonio para elegir no tener hijos o bien tener el n¨²mero de ellos que desee y, por tanto, evitar o malograr antes del parto los que por rebasar tal n¨²mero no quiere ya tener, ?se podr¨ªa encontrar un argumento no arbitrario ni excogitado ad hoc como criterio capaz de justificar el que esa misma libertad individual de procreaci¨®n en cuanto al n¨²mero no se hiciese extensiva a la elecci¨®n de sexo? Y a este respecto, si tenemos presente que entre las consideraciones que se esgrimen a favor de la libertad de procreaci¨®n en sentido reductor -y, por tanto, del aborto- tiene un lugar preponderante la situaci¨®n de desventaja en el aspecto econ¨®mico y social, hay que notar que en ese mismo g¨¦nero de circunstancias viene a inscribirse el hecho de que no s¨®lo en China sino tambi¨¦n -siquiera en alg¨²n grado, por peque?o que sea- en cualquier otro pa¨ªs un var¨®n est¨¢ siempre, al menos en principio, socialmente mejor defendido y econ¨®micamente m¨¢s capacitado. (Si bien, en este punto, es de justicia reconocer que las actuales familias de Occidente tienden a ser menos discriminatorias en sus preferencias que su propia sociedad, pues al menos en las de un cierto nivel acomodado no parece observarse que el deseo de que el hijo sea var¨®n predomine, por lo menos en grados estad¨ªsticamente relevantes, sobre el de que sea ni?a. Hay un ins¨®lito descarte a favor de la familia entre el modo en que las ni?as son recibidas en su seno y la menguada consideraci¨®n que les otorga el exterior social.
En fin, si a tenor de la actual doctrina occidental se estima que la procreaci¨®n es de exclusiva incumbencia de la inalienable libertad del individuo, las conveniencias demogr¨¢ficas nacionales en cuanto a la proporci¨®n num¨¦rica entre hembras y varones tampoco tendr¨ªan derecho a interferir la libertad de una familia para determinar conforme a sus deseos la distribuci¨®n de sexos en los miembros de su prole. ?Con qu¨¦ argumento se podr¨ªa coartar, valga el ejemplo, y siempre seg¨²n la dicha doctrina occidental, la libertad individual de una familia que, habiendo procreado ya tres hijas, desea, tal como suele pasar en estos casos, que el cuarto de sus hijos sea var¨®n, prohibi¨¦ndole recurrir a la averiguaci¨®n previa de sexo, a fin de desbaratar con el aborto todo nuevo embarazo de un embri¨®n de sexo femenino, hasta lograr la concepci¨®n del que responde a sus deseos? Alegar que, en verdad, tal g¨¦nero de predilecci¨®n anticipada y anticipatoria no es m¨¢s que un gratuito encaje de bolillos, espumosas e ingr¨¢vidas lucubraciones de autocomplacientes fantasmagor¨ªas narcisistas que nada tienen que ver con ni?os reales, sino con meros objetos o instrumentos de la paternidad, comportar¨ªa un juicio de valor impertinente hasta lo intolerable para quien rinde incondicional acatamiento a una dinast¨ªa cultural en la que de manera absolutamente incontestable la joya de la corona no es sino la soberana libertad del individuo.
En la soluci¨®n autoritaria china, con su eugenesia aristot¨¦lica, la restricci¨®n de la libertad individual en cuanto al n¨²mero de hijos es congruente con la prohibici¨®n de la averiguaci¨®n previa del sexo, para impedir que el aborto selectivo -siempre que la "naturaleza" siga siendo, tal como se piensa, estad¨ªsticamente "sabia"- llegue a descabalar la proporci¨®n entre hembras y varones que se juzga conveniente. (Y a este respecto recuerdo la respuesta, realmente genial, de un diplom¨¢tico sovi¨¦tico, que -como hacia el principio de los a?os ochenta, si no recuerdo mal- a la pregunta de un periodista de Madrid sobre cu¨¢l era la actitud en la Uni¨®n Sovi¨¦tica respecto del aborto, sonri¨® como altamente complacido de que se le ofreciese la ocasi¨®n de mostrar la respetuosa humanidad del r¨¦gimen de su pa¨ªs y dijo literalmente estas palabras: "Hay cosas en las que ni el Estado tiene derecho a intervenir").
Pero nuestra cuesti¨®n no se reduce al hecho de que, siendo posible la averiguaci¨®n previa del sexo, falte cualquier criterio capaz de cohonestar la libertad individual de procreaci¨®n en cuanto al n¨²mero de hijos con una eventual falta de libertad en cuanto a su determinaci¨®n sexual, sino que se extiende al hecho de que la desproporci¨®n num¨¦rica entre hembras y varones nunca ser¨ªa problema interno para un tipo de familia que, como la actualmente conocida, no se reproduce en su interior, puesto que hermanos y hermanas no procrean entre s¨ª, sino cada uno con terceros; s¨®lo ser¨ªa un problema para la colectividad, que es la que demanda un equilibrio demogr¨¢fico, cualquiera que pueda ser en cada caso. O, dicho m¨¢s brevemente, no se es var¨®n o hembra en el interior de la familia -dado que la endogamia digamos "tolemaica" parece estar excluida en todas partes-, sino fuera de ella, que es donde se tramita la reproducci¨®n.
Reordenando, por fin, todo lo dicho, la situaci¨®n puede resumirse en estos t¨¦rminos: se rechaza que el Estado -siempre seg¨²n la doctrina occidental-, en nombre de un reconocido o no reconocido inter¨¦s p¨²blico, ora orientado a un crecimiento demogr¨¢fico, ora a su contenci¨®n o reducci¨®n, tenga derecho a coartar en uno u otro sentido la libertad individual de procreaci¨®n, y ni el Estado chino, por consideraciones econ¨®micas de exceso demogr¨¢fico, tendr¨ªa derecho a limitar el n¨²mero de hijos por familla, ni otros Estados, ya sea por razones de una natalidad considerada insuficiente, ya por motivaciones religiosas, tendr¨ªan derecho a restringir aquella misma libertad, propensa en estos casos a orientarse en sentido reductor. En una palabra, la actual doctrina occidental no le reconoce al Estado atribuci¨®n alguna para supeditar la libertad individual de procreaci¨®n a cualesquiera conveniencias demogr¨¢ficas de la colectividad. "?Qu¨¦ derecho tiene el Estado para prohibirme tener todos los hijos que yo quiera?", dicen los unos; "?Qu¨¦ derecho tiene el Estado, o en su caso la Iglesia, para prohibirme evitar tener un hijo que no quiero tener?", dicen los otros. Hasta aqu¨ª, en lo que ata?e al inter¨¦s demogr¨¢fico cuantitativo de la colectividad. Pero si, como he dicho, en el ¨¢mbito privado e individual del interior de la familia no hay hembras ni varones, sino que s¨®lo los hay en cuanto tales en el espacio exterior de la colectividad, tambi¨¦n la proporci¨®n entre los sexos concierne exclusivamente al inter¨¦s de ¨¦sta, y no al del individuo y la familia; de manera que su regulaci¨®n -aunque consista s¨®lo en abstenerse de alterar la "sabia" regularidad estad¨ªstica de la "naturaleza" mediante la averiguaci¨®n previa del sexo y el subsiguiente aborto selectivo- tampoco podr¨ªa conferir a las instancias estatales ning¨²n derecho a violentar la libertad de elecci¨®n individual, siempre seg¨²n el mismo principio occidental de independencia procreativa del individuo y la familia frente a la colectividad. De modo que la f¨®rmula completa que expresa tal doctrina podr¨ªa decir as¨ª: "Mi soberana libertad individual de procrear no puede ser coartada por las instancias p¨²blicas, sacrificada al inter¨¦s de la colectividad, en beneficio de un orden demogr¨¢fico cuya regulaci¨®n no me concierne ni en mengua ni en aumento ni en reparto proporcional entre hembras y varones. Cualquier posible restricci¨®n coactiva contra mi libertad individual de procreaci¨®n ser¨ªa una intolerable imposici¨®n totalitaria".
Y, sin embargo, sospecho que muy pocos dejar¨¢n de temer que la libertad individual de procrear, al encontrarse con la posibilidad de la averiguaci¨®n previa sel sexo, podr¨ªa haber abierto las puertas a un efecto socialmente destructivo. Con lo cual quiero decir ¨²nicamente que no creo que ni el m¨¢s incondicional apologeta del individualismo liberal -como un Mart¨ªn Ferrand, un Jim¨¦nez Losantos, un Vargas Llosa, un Rodr¨ªguez Braun o un Pedro Schwartz, por no citar m¨¢s que los de mi fichero- las. tendr¨ªa todas consigo a la hora, de convalidar autom¨¢ticarnente como "virtud p¨²blica", ya sea el "vicio privado" de los chinos y los indios de preferir hijos varones, ya el de otro m¨ªtico y amaz¨®nico pa¨ªs en el que la predilecci¨®n individual se inclinase por las hembras. En vista de esto, la averiguaci¨®n previa del sexo o bien es una novedad tanto individual como colectivamente in¨²til (siempre bajo el supuesto de la "sabia" regularidad estad¨ªstica de la "naturaleza" en cuanto a la distribuci¨®n del sexo entre los fetos), o bien conviene considerar hasta qu¨¦ punto all¨ª donde sea recibida como ¨²til lo ser¨¢ ¨²nicamente para el inter¨¦s o la presi¨®n de un mundo dominado por la discriminaci¨®n social y aun familiar entre hembras y varones. "Allegria, figli maschi!" se les gritaba en Italia, todav¨ªa en los tiempos de mi infancia, a los reci¨¦n casados. La previa averiguaci¨®n del sexo del nonato remite as¨ª a la previa discriminaci¨®n social de las mujeres, al tratar de ganarle por la mano, anticip¨¢ndose al agravio de su inferioridad. "No dar¨¦ al mundo una hija para que la haga una v¨ªctima m¨¢s de su injusticia". Con lo que, sin embargo, el mismo impulso de sustraerse a la injusticia comporta virtualmente doblegarse a ella y confirmarla.
Hasta aqu¨ª, en fin, me he abstenido de dar mi propia opini¨®n sobre el asunto, porque no creo que merezca el nombre de opini¨®n lo que no es m¨¢s que un sentimiento sumar¨ªsimo y elemental: si malo es dar soldados y madres de soldados a la patria, no menos malo es engendrar hijos o hijas, poni¨¦ndolos a merced de un mundo monstruoso y despiadado, tan s¨®lo, para satisfacer vanidades maternales y genes¨ªacos orgullos patriarcales, o bien para perpetuar una especie que no es m¨¢s que una tal vez interesante pero tenebrosamente desagradable curiosidad zool¨®gica.
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