Las aventuras de Carlitos
El dato no puede ser m¨¢s expl¨ªcito: Carlitos marc¨® para el Sevilla el gol del empate ante el Racing. Lleg¨® a Santander con sus cromos, su rana verde y su tirachinas de goma; se puso a merodear por las callejuelas de El Sardinero, y cuando el guardameta Ceballos quiso darse cuenta, alguien le hab¨ªa roto los cristales de la porter¨ªa. A primera vista, la participaci¨®n de Carlitos en la jugada no fue un fogonazo de intuici¨®n; fue m¨¢s bien el gesto instintivo de un muchacho despierto: una aut¨¦ntica muestra de su repertorio de expresi¨®n corporal. Pasaba por all¨ª, vio una pelota, la mand¨® impecablemente al lugar exacto de la ventana, y a continuaci¨®n sali¨® corriendo hacia zonas m¨¢s seguras del barrio para celebrar la travesura.Puesto que el gol salvaba el partido, pronto se convertir¨ªa en uno de los valores m¨¢s s¨®lidos de la jornada de Liga. Tambi¨¦n fue una excusa para discutir sobre el verdadero valor de la cantera. En general, los j¨®venes ¨ªdolos locales se cuecen en los hornos del barrio. En la lucha diaria por ganar el respeto de la calle, se establece una competencia de habilidades naturales. El protocolo se repite invariablemente: de pronto asoma un geniecillo, recibe la visita de un ojeador, y acaba en las oficinas del primer equipo de la ciudad. En ese momento, las j¨®venes promesas tienen intactas sus cualidades originales; tal vez un manejo exquisito, tal vez una explosiva velocidad de salida o una sensibilidad especial para el toque. A veces saben hacer de la imperfecci¨®n virtud y, por ejemplo, llenan la historia del f¨²tbol de enanitos ilusionistas y chuecos de oro.
En principio, nada hace temer por el futuro de los j¨®venes talentos. M¨¢s all¨¢ de cualquier consideraci¨®n t¨¦cnica, los c¨®digos del f¨²tbol son una mera representaci¨®n de los dramas de la naturaleza; de todas las claves de la relaci¨®n entre el cazador y la presa. En ocasiones, la presa es el bal¨®n; en ocasiones, la presa es el delantero. Todos los re cursos de supervivencia pueden in tegrarse en el estilo de un jugador profesional. Es entonces cuando puede surgir el problema. Hace casi 10 a?os, Emilio Butrague?o buscaba explicaciones a su primera crisis de identidad. "Antes no me preguntaba qu¨¦ jugada deb¨ªa hacer: simplemente lo hac¨ªa. Ahora me pregunto qu¨¦ esperan los espectadores de m¨ª. Y, mientras estoy pensando, llega el defensa y me quita la pelota". Por exigencias t¨¢cticas, el Buitre hab¨ªa intentado depurar su propio juego. Cuando quiso darse cuenta, hab¨ªa perdido la espontaneidad.
Toma nota, Carlitos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.