Plan del Papa para lograr un cambio pac¨ªfico en Cuba
La discreta diplomacia vaticana prepara una visita del Pont¨ªfice a la isla e intenta que se levante el embargo
Juan Pablo II, en una de las m¨¢s espectaculares iniciativas diplom¨¢ticas de su pontificado, ha iniciado discretamente un di¨¢logo de alto nivel con el r¨¦gimen de Fidel Castro para evitar una transici¨®n violenta en Cuba. El Papa espera obtener alguna colaboraci¨®n del presidente norteamericano, Bill Clinton, cuando ambos se re¨²nan, el 4 de octubre, en Newark, al comienzo de la visita papal a Estados Unidos. Hay un 50% de posibilidades de que el Pont¨ªfice y Castro se entrevisten en La Habana en febrero durante el viaje de Juan Pablo II por Centroam¨¦rica. Cuba es el ¨²nico pa¨ªs latinoamericano que el Papa no ha visitado, aunque la Iglesia ha destinado ya cerca de 4.000 millones de pesetas en ayuda humanitaria, la mitad procedente de EE UU.
En su acercamiento a Cuba, el Pap¨¢ est¨¢ aplicando los mismos m¨¦todos de diplomacia activa, pero pr¨¢cticamente secreta, que us¨® en la Europa del Este en los ¨²ltimos a?os ochenta, cuando desempe?¨® un papel crucial en asegurar una transici¨®n pac¨ªfica del comunismo a la democracia.Sin dejarse afectar por la proclamada ideolog¨ªa marxista-leninista de Castro, el Papa se dispone ahora a legitimar el r¨¦gimen de La Habana con su presencia, aun cuando tiene plena conciencia de que su visita a Cuba, a estas alturas, significar¨¢ un gran paso para el fin del aislamiento internacional del l¨ªder cubano.
Favorable al di¨¢logo
Juan Pablo Il est¨¢ decididamente a favor de un di¨¢logo diplom¨¢tico y pol¨ªtico a gran escala entre Washington y La Habana que prepare el clima adecuado para una transici¨®n pac¨ªfica en la isla cuando el tiempo sea propicio para ello. La influencia del Papa puede tener efecto en los que tienen a su cargo las directrices pol¨ªticas norteamericanas. En este momento, la precondici¨®n estadounidense para establecer relaciones normales con Cuba es el establecimiento por Castro de un sistema democr¨¢tico o su salida del poder. Tambi¨¦n se sabe que el Papa considera que ha llegado el tiempo para el levantamiento del embargo econ¨®mico que EE UU impuso a Cuba hace 34 a?os; una consideraci¨®n acorde con la oposici¨®n del Vaticano, como principio, a las sanciones a pa¨ªses soberanos.
La Iglesia cubana y la conferencia estadounidense de obispos cat¨®licos apoyan abierta e insistentemente un mayor di¨¢logo pol¨ªtico con Castro y el levantamiento del embargo, que sigue vigente a pesar de que el sector empresarial norteamericano se inclina tambi¨¦n por el levantamiento. Clinton, por el momento, resiste esas presiones, pero ha prometido su veto a una legislaci¨®n encaminada a extremar m¨¢s a¨²n ese embargo.
Una visita de Juan Pablo II a Cuba podr¨ªa significar la culminaci¨®n de un complicado proceso de diplomacia secreta que comenz¨® a principios de 1992 a trav¨¦s de una serie de discretas conversaciones entre sus emisarios de alto rango y Fidel Castro.
Como resultado de los nuevos contactos entre La Habana y el Vaticano, las relaciones entre la Iglesia cat¨®lica romana y el r¨¦gimen de Fidel Castro son ahora las m¨¢s cordiales desde la revoluci¨®n cubana de 1959, y la Iglesia goza de una imprecedente libertad en la isla. Castro nunca cort¨® sus relaciones diplom¨¢ticas con el Vaticano -hay un nuncio papal en La Habana y un embajador cubana en la Santa Sede- y ha expresado repetidamente su admiraci¨®n personal por la atenci¨®n de Juan Pablo II a la justicia social. Siempre ha mantenido que no se ha cerrado ninguna iglesia en la Cuba revolucionaria.
La diplomacia papal alcanz¨® su momento m¨¢s prometedor cuando el cardenal Bernardin Gantin de 73 a?os, decano del Colegio Cardenalicio, que elige a los papas, prefecto de la poderosa. Congregaci¨®n de Obispos y presidente de la Comisi¨®n Pontificia para Latinoam¨¦rica, vol¨® a La Habana y conferenci¨® con Fidel Castro en privado media hora el pasado 12 de julio en la nunciatura de la capital cubana. Gantin, nacido en Benin, es el prelado de rango m¨¢s alto que ha visitado la Cuba revolucionaria.
El Papa y Castro comparten ahora el criterio de que ha llegado el momento adecuado para activar los preparativos de la presencia papal en Cuba. El acercamiento diplom¨¢tico de Juan Pablo II a Cuba ha estado siempre estrechamente coordinado con la jerarqu¨ªa de la Iglesia cubana. De forma similar, la jerarqu¨ªa cat¨®lica de Estado Unidos ha permanecido en contacto permanente con los obispos cubanos, comenzando en 1972, cuando la Conferencia Episcopal de EE UU acord¨® sumarse a la petici¨®n de 1969 del episcopado de Cuba para el cese del embargo econ¨®mico norteamericano.
Juan Pablo II sab¨ªa, naturalmente, que, al contrario de la militante Iglesia cat¨®lica de Polonia, la de Cuba es mucho m¨¢s pasiva y no representa una definida fuerza pol¨ªtica. Sin embargo, estaba convencido de que ninguna diplomacia vaticana ser¨ªa cre¨ªble para los cubanos y mucho menos para: el propio Fidel Castro y el mundo exterior, si la Iglesia cubana no estuviera profundamente envuelta en el proceso pol¨ªtico. Por tanto, el fortalecer la Iglesia cubana se presentaba como una parte vital de la estrategia de Juan Pablo II.
Para "probar el agua", en las palabras de un funcionario vaticano, el Papa envi¨® a La Habana en diciembre de 1992 a su diplom¨¢tico m¨¢s acreditado en solucionar conflictos, el cardenal Roger ?tchegaray.
Derechos humanos
De 72 a?os, Etchegaray, un franc¨¦s que hab¨ªa servido primeramente como obispo de Marsella, es el presidente de la Comisi¨®n Pontificia Justicia y Paz, que vela y defiende los derechos humanos en todo el mundo, y es presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, que coordina la ayuda humanitaria cat¨®lica alrededor del globo. Como consecuencia, Castro acept¨® el establecimiento en La Habana de C¨¢ritas-Cuba.
?tchegaray, que durante a?os ha llevado a cabo misiones generalmente confidenciales, en China, Vietnam, Serbia, Bosnia, Croacia, Liberia, Togo y Borneo, as¨ª como otros pa¨ªses dif¨ªciles, aconsej¨® a Juan Pablo II, tras su entrevista con Castro, que el Vaticano y la Iglesia podr¨ªan desempe?ar un papel pol¨ªtico esperanzador en Cuba solamente si su credibilidad "no era puesta en peligro".
Los hechos ocurridos en los dos siguientes a?os, cuidadosamente examinados e, incluso, orquestados por la Santa Sede, parece que hicieron llegar a la conclusi¨®n de que esa credibilidad se hab¨ªa establecido y que la Iglesia pod¨ªa, por tanto, desempe?ar un papel importante en asegurar la paz en Cuba cuando la transici¨®n tenga lugar.
Antes de la llegada de Etchegaray a La Habana, la Conferencia Episcopal de Cuba hizo p¨²blica, el 3 de octubre de 1992, una declaraci¨®n en la que protestaba por un incremento en el embargo que poco antes hab¨ªa sido aprobado por el Congreso norteamericano bajo el nombre de Ley de la Democracia Cubana. La Iglesia de Estados Unidos no perdi¨® tiempo en expresar su apoyo al punto de vista de los obispos cubanos.
Al a?o siguiente, el 8 de septiembre, los 11 obispos cubanos hicieron p¨²blico un documento en el que insist¨ªan en que el problema de Cuba "debe ser resuelto por todos los cubanos trabajando juntos. Los cubanos", dec¨ªa el texto, "quieren un di¨¢logo c¨¢ndido, amistoso y libre en el que todos puedan expresar cordialmente sus puntos de vista... Esto se conseguir¨¢ por el camino de la misericordia, la amnist¨ªa y la reconciliaci¨®n".
Este mensaje representaba un hito en la aproximaci¨®n de la Iglesia al r¨¦gimen castrista al proponer que Castro y sus opositores abrieran un di¨¢logo pol¨ªtico hacia una "pac¨ªfica reconciliaci¨®n nacional", en la que tambi¨¦n estar¨ªan comprometidos los violentos refugiados anticastristas de Estados Unidos. Hay razones para creer que los obispos cubanos estuvieron inspirados en este sentido por el discreto consejo de Juan Pablo II.
Carta arzobispal
Poco despu¨¦s, el arzobispo John R. Roach, presidente del Comit¨¦ de Pol¨ªtica Internacional de la Conferencia Episcopal de EE UU, escribi¨® al secretario de Estado, Christopher Warren, expres¨¢ndole "la esperanza de que su Administraci¨®n escuche las palabras de los obispos cubanos, apoye la causa de la libertad y responda a las necesidades del pueblo cubano y suprima, al menos, los cap¨ªtulos m¨¢s onerosos y discriminatorios del embargo".
En diciembre de 1993, el cardenal ?tchegaray hizo su segunda y discreta visita a Fidel Castro, discutiendo con ¨¦l la sustancia del mensaje de septiembre de los obispos cubanos y expres¨¢ndole su apoyo a un di¨¢logo nacional de paz y reconciliaci¨®n, a la atenuaci¨®n de las severas leyes del r¨¦gimen y al levantamiento del embargo estadounidense.
A juzgar por c¨®mo se han desarrollado los hechos, puede decirse que esta visita de ?tchegaray marc¨® el comienzo de una nueva actitud por parte de Fidel Castro. Parece que ha aceptado al Vaticano como interlocutor v¨¢lido en el di¨¢logo concerniente al futuro de Cuba. Al mismo tiempo, su r¨¦gimen suspendi¨® el acoso a la Iglesia cubana, que los obispos hab¨ªan denunciado reiteradamente con anterioridad en sucesivas declaraciones, y permiti¨® la entrada de cl¨¦rigos extranjeros por primera vez en 35 a?os.
Juan Pablo II entr¨® entonces en escena. Hablando a los obispos cubanos en su quinquenal visita ad l¨ªmina al Vaticano el 25 de junio de 19-94 apoy¨® al repetirla p¨²blicamente una frase del mensaje de los obispos en 1993 que dice: "Cualquier medida que intente castigar al Gobierno de Cuba agrava los problemas de nuestro pueblo". Esta era la primera vez que el Pont¨ªfice hablaba p¨²blicamente sobre el embargo.
El siguiente hito fue el nombramiento por Juan Pablo II en octubre de 1994 del arzobispo Ortega como nuevo cardenal de Cuba. Castro expres¨® a unos periodistas extranjeros que le visitaron que la elevaci¨®n de Ortega al cardenalato no representaba ninguna amenaza para ¨¦l, sino un acto del Vaticano perfectamente natural, y a?adi¨®: "Cuando nosotros nombramos a un nuevo miembro del Comit¨¦ Central del Partido Comunista, el Vaticano no lo considera como un desaf¨ªo".
Casi inmediatamente despu¨¦s del anuncio del cardenalato de Ortega, ?tchegaray regres¨® a La Habana, esta vez para anunciar el establecimiento del cap¨ªtulo cubano de la Comisi¨®n Justicia y Paz. Al permitir esto, Castro realizaba un gesto m¨¢s hacia Juan Pablo II, ya que la comisi¨®n es la ¨²nica organizaci¨®n internacional de derechos humanos que est¨¢, aceptada en Cuba.
En vista de la actitud de Fidel Castro hacia Ortega y la Iglesia cubana, la visita del nuevo cardenal en los ¨²ltimos mayo y junio al sur de Florida y Puerto Rico, donde residen m¨¢s de un mill¨®n de cubanos, representaba una prueba pol¨ªtica crucial.
El episcopado cubano, presidido por Ortega, hizo p¨²blico un comunicado antes del viaje de ¨¦ste a Miami deplorando la masiva huida de miles de balseros hacia las costas norteamericanas en 1994 y culpando de ello al embargo de Estados Unidos "y al bloqueo interno de la pol¨ªtica, que tambi¨¦n genera frustraci¨®n".
Mientras tanto, la cooperaci¨®n entre el Vaticano y Cuba en el campo de la asistencia humanitaria se vio impulsada cuando el cardenal ?tchegaray, presidi¨® una sesi¨®n de dos d¨ªas el pasado junio en Roma para estudiar la forma de extender los esfuerzos humanitarios. El cardenal Ortega, tres obispos cubanos, el nuncio apost¨®lico en Cuba, Stella, y representantes de Estados Unidos y las organizaciones cat¨®licas de ayuda de los pa¨ªses europeos asistieron a la reuni¨®n, la primera de este g¨¦nero que ten¨ªa lugar. Juan Pablo II recibi¨® al grupo en una audiencia especial el 26 de junio.
Tres semanas despu¨¦s de la conferencia de Roma, el cardenal Gantin lleg¨® a La Habana, y su encuentro con Fidel Castro impuls¨® nuevamente el di¨¢logo. El informe de Gantin al Papa sugiere reiteradamente que ahora existen las condiciones para que ese di¨¢logo fructifique y tome la forma de un viaje papal a Cuba.
La postura de EE UU
Lo que no est¨¢ claro es lo que Clinton piensa. La secretaria de Estado adjunta para Asuntos de las Rep¨²blicas Americanas, Ann Patterson, se entrevist¨® en La Habana en julio, tras el viaje de Gantin, con el jefe de C¨¢ritas-Cuba, Roland Su¨¢rez, y varios obispos cubanos. Ella fue el pol¨ªtico de mayor rango que ha visitado Cuba en muchos a?os.Cuando Clinton reciba a Juan Pablo II en Newark, el 4 de octubre, y, como se espera, discutan los asuntos internacionales, es previsible que hablen de Cuba. En opini¨®n de personas que siguen de cerca la situaci¨®n, parece inevitable que tarde o temprano se produzca un di¨¢logo a tres bandas sobre c¨®mo ha de ser el futuro de Cuba. Como la historia reciente ha demostrado, Juan Pablo II es un maestro de la diplomacia discreta en lo que aparentan ser situaciones intratables.
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