Qu¨¦ burrada
Aquello fue una burrada, si bien se mira. No por los caballos, que eran de pura raza equina, sino por lo que les hicieron a los toros. Primero desmochados, luego acuchillados por los costados, los pobres seguramente se lamentaban de haber nacido. ?Esto es vida?, mug¨ªan por all¨¢, en tanto los rejoneadores les pegaban cabalgadas en tomo, y no era eso lo malo sino que, al final, se pusieran como se pusiesen los pobres toritos mutilados y escarnecidos, acababan meti¨¦ndoles en el cuerpo un hierro de tama?o regular.Boh¨®rquez le clav¨¦ al primero de los suyos tal rejonazo de castigo cerca de la ri?onada, que lo dej¨® medio inv¨¢lido y mugiendo: "?Doblado me lo ha metido!". Antonio Dornecq hinc¨® el de muerte en los bajos al de su turno; meter y sacar. Y apenas lo hab¨ªa sacado cuando el toro empez¨® a morirse a chorros; el rejoneador a dar la nota arrodill¨¢ndose delante del moribundo en tremendista actitud el p¨²blico a regocijarse previendo que, al fin, habr¨ªa all¨ª oreja; el presidente a hacer el rid¨ªculo concedi¨¦ndola; la afici¨®n escasa que compareci¨® en acto de servicio, a ca¨¦rsele la cara de verg¨¹enza.
Passanha / Cuatro rejoneadores
Toros desmochados para rejoneo: cinco de Passanha y 6, de Ortigao Costal mansotes en general.Joao Moura: pinchazo, rej¨®n caido y pie a tierra, tres descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: rej¨®n atravesado traser¨ªsimo bajo, pinchazo y rej¨®n traser¨ªsimo muy bajo (silencio). Luis Domecq: rej¨®n trasero bajo (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando sale al tercio). Antonio Domecq: metisaca infamante baj¨ªsimo (oreja). Por colleras: Boh¨®rquez-Moura: rej¨®n atravesado que asoma, rueda de peones, rej¨®n trasero, pinchazo y Moura, pie a tierra, descabello (silencio). Luis y Antonio Domecq: rej¨®n trasero ca¨ªdo y metisaca infamante baj¨ªsimo (vuelta). Plaza de Las Ventas, 30 de septiembre. 5 corrida de feria. Cerca del lleno.
La veda del acuchillamiento infamante estaba levantada y Luis Dornecq repiti¨® la suerte en la segunda de las colleras que se perpetraron, con resultado de vuelta al ruedo triunfal, en compa?¨ªa de su colega y hermano.
Cierto es que al p¨²blico en general le tra¨ªa sin cuidado la cantidad de hierros que le clavaran al toro (cuantos m¨¢s, mejor), ni d¨®nde (con que no terminaran en el suelo, se daba por satisfecho). El p¨²blico que va ahora a los toros, sobre todo el habitual de las mal llamadas corridas de rejones, lo que quiere son motivos para aplaudir, y le basta que un rejoneador levante el rej¨®n, o la mano, o el sombrero, para dedicarle una ovaci¨®n cerrada. Estos extra?os espectadores que van ahora a los toros llegan, se sientan, se comen una carretada de pipas, al oir el clar¨ªn que anuncia el comienzo de la funci¨®n extienden las palmas de las manos y permanecen as¨ª el rato que haga falta, preparados para ponerse a aplaudir sin perder ni una fracci¨®n de segundo, tan pronto se presente la menor oportunidad. Parecen curas de misa, en el solemne momento del Dominus vobiscum.
Las galopadas son lo que m¨¢s les priva, y por eso Ferm¨ªn Boh¨®rquez se gan¨® una ovaci¨®n estruendosa cuando recorri¨® dos veces y media el tercio a galope tendido perseguido de cerca por el segundo toro, que hab¨ªa salido del chiquero con rara codicia y provisto de muchos pies. Qued¨® claro que el caballo era m¨¢s r¨¢pido y quienes apostaron a la triple gemela, ganaron la puja. Despu¨¦s no estuvo Ferm¨ªn Boh¨®rquez lo que se dice fino, ni en ese toro ni en el que humill¨® en, collera con Jo¨¢o Moura. Reuni¨® mal las suertes, dio excesivas pasadas en falso, clav¨® defectuoso, y varias banderillas se le fueron al santo suelo.
Luis Dornecq le acompa?¨® en orden de desaciertos; clav¨® generalmente trasero y bajo, dificultado por un toro querencioso, que se le aculaba en tablas. Antonio Dornecq, por el contrario, desarroll¨® una brillante actuaci¨®n combinando toreo y espectacularidad, y aunque prend¨ªa banderillas donde cayeran normalmente en mitad del lomo del toro; a veces, de la mitad para atr¨¢s y propin¨® el bajonazo aquel que hubiese hecho enrojecer a la troupe de Llapisera, le dieron una oreja.
Jo¨¢o Moura parec¨ªa de distinta galaxia. Jo¨¢o Moura ejecut¨® un toreo hondo, reposado y templad¨ªsimo, con el alarde de llevarse al toro encelado con el caballo cabalgando a dos pistas, para concluir de frente y entrar en derechura a la suerte. No se crea que le aplaudieron m¨¢s por eso. Acaso menos, pues como no llevaba puesto el tricornio, tampoco pod¨ªa quit¨¢rselo y dejaba en la actitud del Dominus vobiscum al perplejo p¨²blico aplaudidor.
Por colleras esa modalidad intolerable que deber¨ªa ser perseguible de oficio-, Moura se ali¨® con Boh¨®rquez para volver loco al toro y otro tanto hicieron los hermanos Dornecq, quienes aderezaron la agresi¨®n con vistosos pasos ecuestres.
Y mientras presenci¨¢bamos las evoluciones de los caballos toreros nada burros, y las burradas nada caballares ni toreras, y los sombrerazos, y los acuchillamientos, por televisi¨®n pon¨ªan Lo que el viento se llev¨®. ?Merece la pena vivir para eso?
Babelia
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