Un coraz¨®n valiente
Domingo Valderrama, de nuevo. Domingo Valderrama otra vez con los toros grandes y broncos, present¨¢ndoles pelea a impulsos de su coraz¨®n valiente y poniendo la tila al precio del champ¨¢n. Domingo Valderrama, torero, dominador hasta donde pudo ser, recio, jug¨¢ndose el circuito sangu¨ªneo entero desde la femoral hasta la yugular (no m¨¢s all¨¢ de dos palmos, vamos al decir), en aras de un triunfo imposible con sendos toros avisados que no bien hab¨ªan tomado la muleta se revolv¨ªan buscando por d¨®nde atraparle.El p¨²blico permanec¨ªa atento y tenso mientras tanto. El p¨²blico segu¨ªa con emoci¨®n dific¨ªlmente contenida aquella desigual pelea, donde los torazos cuajados, musculosos y serios, parec¨ªa que en un descuido se iban a engullir al torero chiquit¨ªn.
Cardenilla Rodr¨ªguez, Valderrama, Garc¨ªa
Toros de La Cardenilla (uno devuelto por inv¨¢lido) mansos, broncos excepto 6?. 3? sobrero de Louro Fern¨¢ndez de Castro, manso pero noble. Todos con trap¨ªo.Miguel Rodr¨ªguez: estocada tendida trasera, rueda de peones, dos descabellos y se echa el toro (silencio); dos pinchazos y espadazo infamante en el costillar a toro arrancado (bronca). Domingo Valderrama: estocada corta descaradamente baja (ovaci¨®n y salida al tercio); tres pinchazos bajos, espadazo baj¨ªsimo infamante -aviso- y cuatro descabellos (silencio). Juan Carlos Garc¨ªa: metisaca bajo y estocada (vuelta con algunas protestas); estocada delantera (vuelta con algunas protestas). Plaza de Las Ventas, 1 de octubre. 6? corrida de feria. Lleno.
Pero no se lo engull¨ªan. Y hasta pudo ser al rev¨¦s. Ni una vez lograron alcanzar al diestro, que estaba con la vista larga y el pie ¨¢gil para ceder terreno en cuanto se produc¨ªa la tarascada al bulto; eso si la muleta no hab¨ªa conseguido antes embarcar la embestida menguada y bronca. Y de esto hubo tambi¨¦n. Al primero de su lote Valderrama lleg¨® a obligarle a humillar y seguir encelado el mand¨®n recorrido de la pa?osa mientras le cargaba la suerte. En el otro, toda la faena fue un continuo reto, un interminable sobresalto; ayes en el tendido y un "?C¨®mete esto!" del torero al toro, abri¨¦ndose la chaquetilla mostr¨¢ndole el lado del coraz¨®n. Consumado el alarde, lo ech¨® a perder matando al infamante estilo, aunque la afici¨®n prefiri¨® disimular, habida cuenta del valor derrochado por el torero frente a aquellas malas bestias.
El infamante estilo tambi¨¦n se lo gastaron los otros espadas en un metisaca (Juan Carlos Garc¨ªa al tercero) y un espadazo por el costillar (Miguel Rodr¨ªguez al cuarto), que disgustaron a los aficionados. En cuesti¨®n de bajonazos, los toreros en general se est¨¢n, pasando de casta?o oscuro. Y otros abusos se ven cada d¨ªa en el redondel. Algunos, intolerables, caso de los picadores matarifes; o rid¨ªculos, caso de los banderilleros, que les ponen varillas a los capotes para agrandarlos y esconderse del toro, como si estuvieran detr¨¢s de un cartonaje.
De poco les serv¨ªa, sin embargo. Cuando los toros traen dificultades no valen cartones sino capotes toreros. y de eso apenas hubo. En cuesti¨®n banderillera tampoco se vio nada especial. Ni siquiera lo aport¨® Miguel Rodr¨ªguez, que pare¨® a sus toros con manifiesta vulgaridad.
Miguel Rodr¨ªguez m¨¢s resta que suma en el segundo tercio. Mejor torero que banderillero, se apreciaron sus condiciones lidiadoras con el capote y no pudo lucir su capacidad art¨ªstica en los turnos de muleta. Sencillamente, sus toros resultaron igual de broncos que los de Valderrama. Abrevi¨® en el primero, y en el cuarto debi¨® hacer lo mismo, pues el toro se empecin¨® en irse a su querencia de tablas y el torero fue incapaz de pararlo, cuadrarlo y matarlo con decoro.
Los toros no salieron malos para todos. Juan Carlos Garc¨ªa tuvo lo fortuna de que le echaran un sobrero de Louro Fern¨¢ndez, que sac¨® ,nobleza, y pudo torearlo por redondos y naturales de irreprochable trazo, pero sin ligarlos. El sexto sorprendi¨® por su manejabilidad -dado el feo estilo que estaba sacando la corrida de La Cardenilla- y le cuaj¨® una faena de parecidos registros.
El estoconazo final le vali¨® a Juan Carlos Garc¨ªa para dar la vuelta al ruedo, que muchos aficionados protestaron, no s s¨®lo por los reparos que pudiesen poner a su toreo sino porque se estaba produciendo un agravio comparativo. No parec¨ªa muy justo que en tanto este diestro daba la vuelta al ruedo, aquel torero diminuto con un coraz¨®n valiente se marchara cruzando el anillo, de vac¨ªo y a la chita callando.
Babelia
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