La exposici¨®n 'El siglo del cine' muestra en Barcelona la vor¨¢gine del s¨¦ptimo arte
Montajes sonoros, audiovisuales, y fotograf¨ªas en 3.800 metros cuadrados
Los 3.800 metros cuadrados sobre los que se ha montado en el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona la exposici¨®n El siglo del cine -una de las m¨¢s espectaculares que se ver¨¢n en Espa?a en el centenario del s¨¦ptimo arte dan la sensaci¨®n de lo que realmente ha sido la vor¨¢gine de estos 100 a?os: un mont¨®n, de creadores, geniales, un alud de grandes historias y un enorme pu?ado de actores y actrices que han roto -a unos m¨¢s, a otros menos- corazones. Que nadie espere salir de El siglo del cine con tesis alguna. El espectador recorre los argumentos, los sonidos, los mitos, los gestos, y al final, un The end despide al visitante, agotado.
No habr¨¢ dos visitantes que vean El siglo del cine de la misma manera. Porque el espectador puede, llegar y encontrarse con los t¨ªtulos de cr¨¦dito de Pl¨¢cido, de Luis Garc¨ªa Berlanga, o ser recibido por la euforia tr¨¢gica de West side story, o la limpieza sonora de Cantando bajo la lluvia.El comisario de la exposici¨®n, Jordi Ball¨®, defiende que El siglo del cine es "como una pel¨ªcula formada por muchas pel¨ªculas". Pero un filme largo. Ver y o¨ªr todo, absolutamente todo -fotos, montajes audovisuales, montajes sonoros- le llevar¨ªa al espectador bastante m¨¢s de cuatro horas. Por eso, las impresiones iniciales -ausencias, ?hay demasiado cine estadounidense o no?- ser¨¢n seguramente err¨®neas, y revisa bles en una posterior visita.
La exposici¨®n est¨¢ dividida en siete ¨¢mbitos perfectamente diferenciados. Una vez que el espectador se ha cansado de ver t¨ªtulos de cr¨¦dito, atraviesa una cortina roja y se enfrenta al primero: Los argumentos. 27 me sas (27 argumentos) con foto grafias y objetos relacionados con dichas historias, lo que lle va a ncuentros interesantes: El tema de La visita benefactora pone en relaci¨®n, por ejemplo, a Rey de reyes con Superman.
El sal¨®n de actos del Centro de Cultura Contempor¨¢nea alberga el segundo de los ¨¢mbitos: Un arte visual. En la pantalla, tres proyectores simultanean tres im¨¢genes, que permiten ver un desfile de la victoria en Estados Unidos despu¨¦s de la II Guerra Mundial y a un joven Woody Allen vestido de militar, o los Tres colores de Kieslowski juntos por primera vez, o c¨®mo el cine se ha aprovechado de la imagen de La piedad, de Miguel Angel, en Espartaco y Roma citt¨¢ aperta.
El espacio arquitect¨®nico es uno de los m¨¢s l¨²dicos de la exposici¨®n. Primero, fotograf¨ªas de escaleras en la escalera mec¨¢nica que conduce al espectador a esos espacios. Y una vez en el segundo piso se descubre una inmensa cama a la que forzosamente ha de subir el espectador si quiere ver las fotos que hay al otro lado del sat¨¦n rojo; un campo de paja, un escenario futurista sobre el que se vierten im¨¢genes de Metr¨®polis, entre otros filmes, y tambi¨¦n secuencias que surgen de un barril de petr¨®leo, un patio que evoca directamente a West side story (La periferia) o Tat¨ªpolis, un espacio de piedras rodeado de fotograf¨ªas dedicado a Jacques Tati.
Todo muy visual. Tal vez por ello, los organizadores sit¨²an justo despu¨¦s La partitura sonora, un pasillo oscuro en el que se oye el western, los filmes hist¨®ricos -desde la m¨²sica a los di¨¢logos, desde los tiros a los golpes-, y as¨ª hasta las pel¨ªculas de aventuras y las de tem¨¢tica social. Casi una hora y media de sonidos distintos.
Y a la salida, rostros. Una mitolog¨ªa muestra fotograf¨ªas que permiten ver, por ejemplo, c¨®mo Hollywood trabaj¨® la transformaci¨®n de Clark Gable en una estrella. Y m¨¢s Paul Newman retratado por Dennis Hopper, por ejemplo. La exposici¨®n, en un juego o una casualidad bendita, encara la exquisitez oriental de Gong Li con la exquisitez, a secas, de Audrey Hepburn. O muestra a Greta Gustafsson, que ya tiene los rasgos de la que ser¨¢ para siempre Greta, Garbo. Una Brigitte Bardot impresionante domina uno de los espacios de esta Mitolog¨ªa, pero tal vez una de las m¨¢s rotundas, es la Bette Davis fotografiada por George Kurwell, con cara de mala, de muy mala. Los actores se convirtieron as¨ª en modelos, y el Hollywood cl¨¢sico sab¨ªa c¨®mo explotar esta conciencia del mito, con fotos de estudio en las que se sacaba lo mejor (o lo peor) de esos personajes. El siglo del cine no olvida a los secundarios. A Pepe Isbert, a Thelma Ritter, a Judith Anderson , y otros. Dioses menores en ese olimpo.
Manuel Huerga es el responsable del montaje de los titulos de cr¨¦dito, pero donde m¨¢s se ha esmerado es en el sexto ¨¢mbito, titulado Instintos b¨¢sicos. Siete pantallas, rodeadas de peque?os teatrillos que simulan tener p¨²blico y l¨¢mparas de l¨¢grimas, ofrecen otros tantos montajes audiovisuales sobre algunos de los gestos b¨¢sicos' del cine: el amor, sexual; la agresi¨®n (desde el western a Tarantino); la emoci¨®n ¨ªntima (Marlon Brando riendo y llorando al final de El ¨²ltimo tango en Par¨ªs). Y as¨ª, hasta siete.
Paso a paso, se llega, finalmente, a la industria. Un despacho de productor luce un enorme cuadro estad¨ªstico que revela, por ejemplo, que el continente que m¨¢s filmes ha producido (casi el 50% del total) ha sido Asia. Am¨¦rica del Norte se queda en el 6%. No es extra?o. Desde 1971, India es el pa¨ªs que produce m¨¢s cine.
Un pasillo con fotos de la evoluci¨®n de los cines, de colas de estrenos, conduce al espectador a un cine, con taquillera y todo, donde podr¨¢ ver algunos de los mejores avances. Y la exposici¨®n despide al espectador con un The end.
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