Espa?a ante 1999
La fecha hace la cosa. El Ecofin de Valencia, al reafirmar la cita de 1999 como inicio de la moneda ¨²nica, apacigu¨® ayer los mercados. La lecci¨®n de la ¨²ltima minitormenta monetaria provocada por la bomba Waigel es muy ¨²til para Espa?a. De aqu¨ª a finales de 1997, en que se proceder¨¢ al recuento de los pa¨ªses virtuosos -los capaces de acceder al ecu / euro en la primera oleada-, se repetir¨¢n estas tormentillas. ?Habr¨¢ que ceder, entonces a la tentaci¨®n de apuntarse a una f¨®rmula Lamberto Dini, que sugiri¨® en vano aplazar la fecha? ?O a cualquiera otra que entorpezca el proceso de unificaci¨®n monetaria, como a buen seguro inventar¨¢n los brit¨¢nicos?El actual Gobierno no ha escuchado esos cantos de sirena, por m¨¢s que navega, cierto que por sus culpas hist¨®ricas, entre una Escila-d¨¦ficit y una Caribdis-deuda de lo m¨¢s peligrosas. La realidad desmiente ya los argumentos usados para relativizar la importancia del anclaje de la peseta en el SME (Sistema Monetario Europeo), cuando la crisis veraniega de 1993. Si a Italia le iba tan bien desmarcarse ?por qu¨¦ pretende ahora, desesperadamente, volver?. Y los ejemplos aducidos ayer en estas p¨¢ginas por Gary Becker como acicate o consuelo de no figurar en la primera oleada de la futura UEM (Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria) son para decirlo suave, remotos. "Mire el caso de Suiza o del Reino Unido", aduc¨ªa. Pero Espa?a no es Suiza. Y pocos dudan de que a la hora de la verdad Londres estar¨¢ en condiciones y optar¨¢ por entrar en la moneda ¨²nica, abandonando su opt out.
La fecha es la cosa. ?sa es la conjura de los ecofines en Valencia. Han despertado a la convicci¨®n de que si pon¨ªan en duda el calendario, quebraban la credibilidad de todo el proceso y se quedaban hu¨¦rfanos de otros argumentos que no fueran los dom¨¦sticos. para defender ante sus ciudadanos la dura pol¨ªtica econ¨®mica de austeridad presupuestaria, estabilidad monetaria y control de la inflaci¨®n. Y sin la ¨²til y consabida coartada: la perfidia de Bruselas. Esta lecci¨®n de los Quince se superpone con las de nuestra propia historia. Sin retos claros y a fecha fija, es todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil en Espa?a vencer las resistencias naturales a los paquetes de ajuste y evitar el relajo. Esa es la memoria del plan de estabilizaci¨®n de 1959 y de la consolidaci¨®n de las finanzas p¨²blicas emprendida por Miguel Boyer en 1983.
La fecha es la cosa. Poner en duda el momento de la llegada a la meta es cuestionar la necesidad de los sacrificios necesarios (los criterios de convergencia) para alcanzarla. ?Alguien duda de su urgencia, con una deuda de 40 billones, que duplica largamente el presupuesto para 1996? ?Y que, de querer eliminarla, supondr¨ªa ocho meses de la total producci¨®n espa?ola?
Arrepentido de pasados pecados laxistas, el actual Gobierno ha aprendido, los dos ¨²ltimos a?os. ?Y un futuro Gobierno del PP?. El Club de Bruselas -un h¨ªbrido del Instituto de Estudios Econ¨®micos y del Club Siglo XXI se inquietaba recientemente porque "no ha precisado claramente c¨®mo prev¨¦ gestionar la herencia de Maastricht". El eurodiputado Abel Matutes respond¨ªa que "el calendario no es m¨¢s que una fecha tentativa, puramente voluntarista". Y Rodrigo Rato le pon¨ªa el contrapunto urgiendo a la "estabilidad macroecon¨®mica" porque "Espa?a tiene que estar en condiciones de formar parte del n¨²cleo duro de pa¨ªses que acceder¨¢n a la moneda ¨²nica" en la primera oleada. De modo que el PP debe optar todav¨ªa entre dos derechas: el relativista gaullismo social y la ortodoxia del canciller Kohl. Convendr¨ªa aclarar la duda cuanto antes, si se trata de prepararnos para el siglo pr¨®ximo.
?Y si, pese a todo, no llegamos en 1999?. Aunque no sea ¨¦sa la apuesta, habr¨¢ que prever la hip¨®tesis. ?C¨®mo?. Asegurando que el plan para disminuir los efectos nocivos de una doble velocidad monetaria inicial respeta el Tratado. Otros¨ª: que el reenganche de los retrasados se har¨¢ sin condiciones adicionales.
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