La Am¨¦rica de O. J.
Todo estaba preparado para uno de esos psicodramas ( ... ), evidentemente televisados, que revelan algunas de las m¨¢s persistentes l¨ªneas divisorias en EEUU: negros contra blancos, ricos contra pobres, hombres contra mujeres ( ... ). Por un lado, O. J. Simpson: negro, vieja gloria del f¨²tbol americano, riqu¨ªsimo, recuperado para la televisi¨®n; acusado de matar a su esposa, Nicole, rubia, blanca, bella, asesinada salvajemente ( ... ). Por otro, un jurado en el que nueve de los doce miembros eran negros. Y en medio, el juez Lance Ito, de origen japon¨¦s. Retransmitido en directo, el proceso parec¨ªa a veces un gigantesco circo medi¨¢tico que ha desembocado en un veredicto de inocencia que divide a Am¨¦rica. Acusaci¨®n y defensa rivalizaban en golpes de efecto ante las c¨¢maras, con la intenci¨®n de que la opini¨®n p¨²blica pesara sobre los jurados ( ... ). Pero lo esencial estriba en dos cifras: el 70% de los blancos estaba convencido de que Simpson era culpable, el 70% de los negros le cre¨ªa inocente ( ... ). Bast¨® que la defensa demostrase que una de las pruebas de la acusaci¨®n fue facilitada por un polic¨ªa blanco abiertamente racista para que los hechos acumulados contra Simpson se derrumbasen ( ... ). El jurado, de mayor¨ªa negra, ya no se encargaba de un proceso criminal; procesaba a la polic¨ªa, que ya hab¨ªa revelado en el caso King su tendencia al racismo; juzgaba a la historia judicial, que durante muchos a?os fue la justicia de los blancos 5 de octubre
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