Islam: risa y certidumbre
Es probable que el islamismo -que oscurece y rapta al verdadero islam- tenga dif¨ªcil su ¨¦xito a gran escala. A pesar de que, en gran medida, han logrado hegemon¨ªa cultural e intelectual en el movimiento radical y, en ocasiones, en varias sociedades musulmanas, a escala internacional los islamistas no constituyen una alternativa. Son m¨¢s bien un signo de crisis. En el mundo de nuestros d¨ªas, todav¨ªa bajo la preponderancia del Estado-naci¨®n, el islam pol¨ªtico carece de los requisitos estructurales para imponerse en las relaciones internacionales, lo cual no quiere decir que no pueda triunfar, eIectoralmente o por otra v¨ªa, en sociedades concretas, pero probablemente ser¨¢ incapaz de transformarlas en la l¨ªnea pensada, esto es, no podr¨¢ inventar una nueva sociedad. En este sentido, tiene raz¨®n Olivier Roy cuando escribe que el fundamentalismo isl¨¢mico no constituye un factor geoestrat¨¦gico determinante, o Ernst J¨¹nger cuando, a sus 100 a?os de edad, explica que la amenaza del islam no es relevante frente a la supremac¨ªa tecnol¨®gica occidental.Sin embargo, hoy d¨ªa la cuesti¨®n no estriba tanto en las posibilidades de ¨¦xito de las aspiraciones universalistas del islam como en la demostrada capacidad de su versi¨®n extrema y violenta para -sobre presupuestos que, muy posiblemente, significativos sectores sociales comparten- tener en jaque a determinadas colectividades y a toda una regi¨®n, la mediterr¨¢nea, en situaci¨®n de mayor o menor estabilidad permanente. Una regi¨®n que es la nuestra inmediata y cuya orilla sur adolece de un nivel de infradesarrollo y miseria m¨¢s qu¨¦ suficiente como para que la acci¨®n del fundamentalismo tenga eco. No s¨®lo la armada, sino tambi¨¦n aquella que lleva a cabo una met¨®dica labor asistencial -que Gilles Kepel denomina "islam desde abajo"- en numerosos barrios urbanos y pueblos a los que no alcanza la asistencia gubernamental.
El mismo J¨¹nger que minusvalora la amenaza islamista -en met¨¢fora insuficientemente explicada- califica el siglo XXI de ¨¦poca en que "regresar¨¢n los titanes". Para algunos, esos titanes son... los fundamentalistas. Si bien es Samuel Huntington el m¨¢s conocido (y uno de los m¨¢s moderados) representantes de la teor¨ªa del choque de civilizaciones, no es el ¨²nico. Patrick Buchanan nos recuerda que "durante un milenio la lucha por el destino de la humanidad tuvo lugar entre la cristiandad y el islam. En el siglo XXI puede serlo de nuevo". Mientras que Bernard Lewis habla de que "nos encontramos ante un choque de civilizaciones, ante la, quiz¨¢ irracional pero con seguridad hist¨®rica, reacci¨®n de un antiguo rival contra nuestra herencia judeocristiana, nuestro presente laico y la expansi¨®n mundial de ambos".
Poco consuelo puede derivarse de que el fundamentalismo no constituya una amenaza de car¨¢cter global si, para nosotros, puede serlo de car¨¢cter regional. ?Qui¨¦n garantizar¨¢, adem¨¢s, que la una no acabe desembocando en la otra? No obstante y por pr¨®ximos que al siglo XXI nos hallemos, m¨¢s debiera preocuparnos el aqu¨ª y ahora. No s¨®lo porque para los protagonistas de la supuesta amenaza -los islamistas- tal siglo no existe todav¨ªa ni cronol¨®gica ni tecnol¨®gica ni culturalmente, sino tambi¨¦n porque Occidente es responsable -aunque s¨®lo en parte- de la postraci¨®n, miseria e identidad triturada que potencia el extremismo fundamentalista. S¨®lo una cooperaci¨®n, una corresponsabilidad, la asunci¨®n inteligente de una escuela del inter¨¦s mutuo de ambas orillas -geogr¨¢fica y culturalmente hablando- podr¨¢ lograr que la amenaza se diluya y el sentido y el bienestar comunes imperen.
Ahora bien, para que ello -con el tiempo- sea posible, es necesario por nuestra parte renunciar a la arrogancia ya la imposici¨®n por la fuerza de valores pretendidamente universales, am¨¦n de un oportuno programa -controlado- de codesarrollo socio-econ¨®mico. La labor de la otra parte, la, de la orilla sur, es m¨¢s dif¨ªcil de conseguir a corto plazo. La resumir¨ªa en el necesario abandono de las certezas absolutas. El islam necesita una reforma que haga inviable el fanatismo islamista. La democracia naci¨® en Europa en el momento en que renunci¨® a la certidumbre, esto es, cuando se extendi¨® la creencia de que un hombre no puede imponer a otro su propia certeza. En el norte y centro de Europa se ense?a en las escuelas que la democracia es hija de la Reforma protestante. Con raz¨®n. A partir de ella, el individuo era responsable ante la divinidad por la manera en que viv¨ªa su propia vida. La Iglesia pod¨ªa difundir una determinada concepci¨®n de la voluntad de Dios, pero, en ¨²ltima instancia, ¨²nicamente decid¨ªa la persona, cada persona. Se desvaneci¨® entonces el concepto de divinidad como ¨²nica, absoluta y obligatoria fuente de referencia en lo p¨²blico y en lo privado, en lo religioso y en lo pol¨ªtico. Esa, reforma desconocida a¨²n en el islam y que el fundamentalismo entorpece- permiti¨® en 1689 a John Locke escribir (Carta sobre la tolerancia) que "aunque la opini¨®n religiosa del magistrado est¨¦ bien fundada, si yo no estoy totalmente persuadido de ello en mi propia mente, no habr¨¢ seguridad para m¨ª en seguir ese camino. Ning¨²n camino por el que yo avance en contra de los dictados de mi conciencia me llevar¨¢ a la mansi¨®n de los bienaventurados".
En Occidente, la Revoluci¨®n Francesa y la absoluta confianza hegeliano-marxista en la racionalidad de la historia introdujeron, durante un lapso m¨¢s o menos largo, la ilusi¨®n de otro tipo de certidumbre. De nuevo perdida hoy, en una sociedad algunos de cuyos sectores se declaran posmodernos, incr¨¦dulos e inseguros. Seg¨²n Baget Bozzo, la p¨¦rdida de la antigua confianza sin haber reencontrado el concepto estoico y cristiano de la providencia hace que lo nuevo parezca amenazante y el pasado se revele como el c¨¢lido coraz¨®n de la certidumbre. Algo de ello sienten los islamistas cuando preconizan una vuelta al pasado y un retorno del islam a la pol¨ªtica.
Es posible que Fran?ois Burgat tenga raz¨®n cuando sostiene que el islamismo es el ruido que hace la garganta ¨¢rabe cuando traga la modernidad, no cuando la rechaza, pero la Reforma isl¨¢mica de - que hablamos y que apoyan ilustres musulmanes, como Mahmud Taha, Abdullahi An Naim, Bassam Tibi o Mohamad Ghunaimi, est¨¢ por hacer. Esa reforma -que resultar¨¢ menos dif¨ªcil si nuestro mundo colabora para que la miseria sea aliviada, reduciendo as¨ª el caldo de cultivo propicio al extremismo- no echar¨¢ ra¨ªces hasta que el derecho al disentimiento, fundado en la relatividad de las propias certezas, se asiente en el mundo isl¨¢mico. De todos modos, la responsabilidad no es ¨²nicamente de los fundamentalistas, pues pr¨¢cticamente ninguno de los Gobiernos de los Estados en que operan consiente el disenso. Gobiernos que, por lo general, son amigos o aliados de Occidente. ?Podr¨¢n los islamistas moderados -?los hay?- avanzar hacia la aceptaci¨®n, primero doctrinal y luego pr¨¢ctica, del disentimiento, abandonando la certidumbre? %Sabes que los islamistas han protestado por la censura a la que me somete el Gobierno? Dicen que el islam no tiene nada contra la risa, que su enemigo es la injusticia", manifestaba recientemente a Javier Valenzuela el humorista marroqu¨ª Ahmed Senussi. A la confianza de Senussi se pueden oponer estas palabras de su compatriota Tahar Ben Jelloun: "Los integristas persiguen a los escritores porque saben que un creador de ficci¨®n introduce la duda y a veces la risa en la fortaleza de la certidumbre. La duda puede pasar. La risa resulta insoportable. ?Qu¨¦ futuro puede esperar una sociedad que ha olvidado la risa?". Como dice J¨¹nger, vivimos un mal momento para los poetas.
?Ser¨¢ capaz la cultura pol¨ªtica isl¨¢mica de poner en tela de juicio las "verdades absolutas"? Aceptemos, aunque sea temporalmente, el optimismo de F¨¢tima Mernissi, asimismo marroqu¨ª y condenada a muerte mediante fatua islamista decretada en Al Magrib al Aqsa: "No garantizo que se pueda comprender todo lo relativo al conflicto islam-democracia. S¨®lo los imames y los presidentes de las rep¨²blicas isl¨¢micas pueden ofrecernos ese tipo de certezas. Pero, como mujer, s¨¦ que explorando ambig¨¹edades, analog¨ªas y paradojas pueden descorrerse todos los cerrojos ancestrales y los miedos de que son guardianes". ?Imshall¨¢!
Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a
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