Rendir cuentas
Algo apasionados como somos, y con tendencia a someter la pol¨ªtica a juicios morales m¨¢s que a analizarla con el escepticismo, un tanto c¨ªnico, habitual en latitudes m¨¢s fr¨ªas y lluviosas que la nuestra, hemos pasado en pocos a?os de la exaltaci¨®n y el entusiasmo que despertaban algunos l¨ªderes pol¨ªticos a arrojar sobre toda la clase pol¨ªtica la sombra de una sospecha generalizada. Tal vez si no hubieran gritado hace a?os: "Fe-li-pe, Fe-li-pe, Fe-li-pe!", ni se hubieran mesado los cabellos el d¨ªa en que su Felipe esgrimi¨® el supremo argumento del abandono si no se redactaba una resoluci¨®n pol¨ªtica tal como ¨¦l dec¨ªa, no le asaltar¨ªan, ahora con ese ardor purificatorio. Los pol¨ªticos, se nos dice pensando, claro est¨¢, en el pol¨ªtico por antonomasia de estos a?os, son, por el s¨®lo hecho de serlo, presuntamente culpables. En pol¨ªtica, seg¨²n esta peregrina teor¨ªa, la presunci¨®n de culpabilidad sustituye a la de inocencia.?Qu¨¦ af¨¢n de moralizar, para poder as¨ª emitir juicios de inocencia o veredictos de culpabilidad; qu¨¦ man¨ªa de sustituir la discusi¨®n y el debate pol¨ªtico por subjetivas apreciaciones sobre la bondad o la maldad de las personas, sobre presuntas culpas colectivas de todo un gremio o una clase, o, ya embalados, de la sociedad entera! Ni presuntamente culpable, ni presuntamente inocente, pues no son ¨¦sas las, categor¨ªas que vienen al caso, a un pol¨ªtico se le paga para ser responsable de las decisiones, que toma o deja de tomar. Responsable, no presunto culpable. Responsable, esto es, obligado a dar cuenta de sus actos; alguien que tiene que explicar sus acciones y omisiones y hacerse p¨²blicamente cargo de ellas y de sus consecuencias.
Accountability, dicen los brit¨¢nicos, y eso es exactamente lo que se espera de los pol¨ªticos; por las buenas, pidiendo explicaciones en el tiempo y lugar adecuados; o por las malas, exigiendo su dimisi¨®n si se obstinan en el mutismo. Es, por lo dem¨¢s, lo que ha ocurrido desde que Guerra dimiti¨® por el impresentable caso de su hermano; Galeote, por la financiaci¨®n irregular de su partido; Garc¨ªa Valverde, por ventas de terrenos a Renfe Mohedano, por un autom¨®vil demasiado simb¨®lico; Solchaga, por haberse quemado la mano al salir como valedor de Rubio; Corcuera por ya no se sabe qu¨¦ historias las hab¨ªa amontones de Interior Asunci¨®n, por- la fuga de Rold¨¢n; Serra y Garcia Vargas, por el robo de los documentos del Cesid. Cuando algunos hispanistas: dicen en coloquios varios que los pol¨ªticos espa?oles,socialistas por m¨¢s se?as, no son accountable de nada niegan una evidencia: a la vera de los caminos recorridos por el PSOE en estos a?os ha ca¨ªdo una multitud de pol¨ªticos responsables.
El problema, el ¨²nico pero formidable problema es que, nadie fuera de los juzgados ha rendido cuentas todav¨ªa de o por los GAL. ?sta es, toda la cuesti¨®n que alimenta conjuras convierte, la pol¨ªtica en chantaje, bloquea, la posibilidad de debate sobre pol¨ªticas conpretas y destroza, la credibilidad del partido, socialista cuando pretende erigirse en basti¨®n de la democracia frente a los peligros sin cuento que la amenazan. Es tan simple que sonroja repetirlo, no se despejar¨¢ pol¨ªticamente el panorama, hasta que alguien se haga cargo, explique, asuma ese, peque?o incordio de los GAL.
Pues si nadie rinde cuentas de una serie de asesinatos, perpetrados desde el interior del. Estado, la pol¨ªtica se convierte en un fangal donde chapotea toda clase de chantajes. El ¨²ltimo es el que ha esbozado;el Gobierno ¨¦sta semana cuando, despu¨¦s de mostrar una parte del env¨¦s de la trama, pretende reducir a dos campos el. terreno de la pol¨ªtica y conminarnos a optar conmigo o contra el Estado". Y por ah¨ª s¨ª que es por donde no se puede pasar. Conde, Perote y dem¨¢s secuaces y altavoces ser¨¢n de la cala?a que sean; pero lo que son no exime al gobierno de rendir cuentas. Despu¨¦s, s¨®lo despu¨¦s, ya hablaremos de los valores de la democracia y de la salud del Estado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.