Lo que no suma, resta
John Cale, m¨²sico de vanguardia, miembro que fue del m¨ªtico grupo The Velvet Underground, pas¨® por Sitges dispuesto a demostrar que, a pesar de que hace a?os que le han quitado del alcohol, el tabaco y las drogas, sigue siendo el mismo tipo adusto, antip¨¢tico y asaz intratable que fue durante los largos a?os que dedic¨® a auto destruirse. La organizaci¨®n del festival en pleno ha acabado hasta las narices de sus man¨ªas y malos humores. Sus admiradores no se han atrevido a dirigirle la palabra, porque lanza unas miradas asesinas. El s¨¢bado a mediod¨ªa, mientras esperaba a que empezara su propia conferencia de prensa, nuestro hombre beb¨ªa agua mineral y le¨ªa un grueso tomo de tapas negras. Si alg¨²n fot¨®grafo intentaba inmortalizarle, gru?¨ªa y se parapetaba tras su libraco. ?Alcance y motivo de su visita?: presentar en directo la m¨²sica que ha compuesto para el cl¨¢sico mudo de Tod Browning Garras humanas; acontecimiento que se celebr¨® anteanoche en el Auditorio del hotel Gran Sitges.Dicho acto result¨® francamente decepcionante. Cosa que quien esto escribe reconoce con dolor, pues lleva a?os admirando la obra de este gal¨¦s de cincuentaitantos a?os que a mediados de los sesenta se traslad¨® a Nueva York, conoci¨® a Lou Reed y cre¨® una de las bandas de rock m¨¢s influyentes de toda la historia del pop. En su intento de aplicar un tratamiento conceptual de choque a la figura del pianista de sala cinematogr¨¢fica de los. a?os veinte, Cale fracas¨® estrepitosamente al crear unas ilustraciones sonoras simples, burdas y repetitivas que, adem¨¢s de molestar a los admiradores del gran Tod Browning, se resent¨ªan de una pretenciosidad intelectual que rozaba el rid¨ªculo. Hace unos a?os, Cale utiliz¨® poemas de Dylan Thomas para componer una pieza admirable, The Falklands suite. En su partitura para Garras humanas, los textos de Ezra Pound y T. S. Eliot parecen obedecer m¨¢s a un deseo del autor por demostrar su vasta cultura que a una aut¨¦ntica necesidad.
John Cale, como su amigo Brian Eno, es muy d¨¦bil a la hora de describir sus procesos creativos. As¨ª como Eno define sus instalaciones como iglesias para el fin de siglo y el espectador s¨®lo ve un cuarto oscuro, Cale habl¨® de sus Garras humanas como de una obra personal y po¨¦tica que pod¨ªa ser disfrutada por cualquiera, aunque no le sonaran nada los apellidos Pound, Eliot o Browning. No tuvo reparos en admitir que se lo pasa uno mejor componiendo la m¨²sica para una pel¨ªcula de 1927 que para una de 1995, porque en el primer caso el director est¨¢ muerto y no da la vara.
Porque uno es un m¨²sico excelente y el otro un oportunista sin talento pero, como dec¨ªa Hitchcock, lo que no suma, resta. Y en la proyecci¨®n de Garras humanas los ruidos de Cale riada a?ad¨ªan a la triste historia de amor y mutilaciones que, sin duda, tuvo muy presente Alejandro Jodorowski cuando dirigi¨® su impresionante Santa sangre.
El s¨¢bado, en el Auditorio, se hab¨ªan concentrado abundantes admiradores de John Cale. Entre ellos, Manuel Huerga, para quien el m¨²sico gal¨¦s compuso la m¨²sica de su ¨®pera prima, Ant¨¢rtida. Pero ninguno de los presentes escuch¨® una sola palabra de su ¨ªdolo. Cale se instal¨®, tras sus teclados con las luces de la sala apagadas, pase¨® los dedos por sus instrumentos, emiti¨® las pregrabaciones de los poemas y cuando todo termin¨® salud¨® levantando el, brazo, efectu¨® una reverencia y desapareci¨® del escenario para no reaparecer jam¨¢s. Es de suponer que le esperaba un agradable encuentro con su grueso libro de tapas negras.
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