El novelista y su maestro
La pasada primavera ley¨® Fernando G. Delgado parte de la novela que ahora. le han premiado con el Planeta ante un auditorio de estudiantes de la Complutense; ¨¦l mismo sonre¨ªa t¨ªmido, inseguro pero satisfecho, en medio de las escenas en las que superaba las fronteras del pudor, como si hubiera conseguido con su transgresi¨®n dar el salto adeIante de una apuesta literaria que le viene de muy lejos: contar, contar historias, y contar las con toda libertad.Fernando fue, cuando a¨²n iba en pantal¨®n corto a llevar sus versos a los peri¨®dicos locales de Tenerife, un poeta de la experiencia, preocupado por lo que ocurr¨ªa alrededor, y vitalmente comprometido con una idea que entonces le resultaba obsesiva: la autenticidad. Trabaj¨® desde adolescente en la radio, en los peri¨®dicos, y en todos esos campos prosper¨®, mientras vivi¨® en Tenerife y desde que se traslad¨® a Madrid, donde ha desarrollado una fecunda labor profesional, la personalidad que ahora perciben tantos espa?oles: elegante, respetuoso, culto, imaginativo. Un creador. Desde que la poes¨ªa le result¨® un andamiaje demasiado sint¨¦tico para expresar su obsesi¨®n por las historias, prefiri¨® que los dem¨¢s dej¨¢ramos de considerarlo un l¨ªrico, pero ¨¦l mismo sabe que si su literatura narrativa ha alcanzado los niveles de conviccion que ahora ha consolidado el Planeta ha sido porque: detr¨¢s de esa frente de escritor de novelas sigue estando la adolescencia madura de la poes¨ªa.
Tachero, Exterminio en Lastenia, Ciertas personas y H¨¢blame de ti, que son sus novelas hasta el momento, tienen bastante de esas dos vertientes de su personalidad literaria y de su estatura humana, que en su caso Van parejas: es tambi¨¦n un cr¨ªtico -y un autocr¨ªtico- de las costumbres, y quiz¨¢ en ese ejercicio suyo de control literario sobre el mundo que ve ha conseguido asentarse como un extraordinario analista -lleno de humor y de paradoja- de la hipocres¨ªa que domina por todos los lados la convivencia, y acaso ¨¦se constituye el tema central de toda su obra novel¨ªstica.
Esas actitudes literarias y personales, as¨ª como los rasgos de autenticidad que no han abandonado nunca a Fernando, provienen en gran parte del considerable efecto que sobre ¨¦l y sobre su generaci¨®n tuvo, Do mingo P¨¦rez Minik, el cr¨ªtico que introdujo en Espa?a el ejercicio respetuoso de la curiosidad y de la pasi¨®n como uno de los mejores instrumentos para relacionarse con los otros y con la literatura de los otros. A pe sar de que dej¨® las islas muy pronto, ese magisterio no le abandon¨® jam¨¢s, y parece pertinente recordar al viejo maestro comun como el hombre que in trodujo, a pesar de la oscuridad de los otros tiempos, la ilusi¨®n por la literatura y la convicci¨®n de la libertad en personas como Fernando G. Delgado, que luego han ido por el mundo libres pero enraizadas en ese riqu¨ªsimo recuerdo.
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