De las peque?as cosas
Todo cuanto se diga de la desesperada situaci¨®n de Cuba en general y de la de La Habana en particular, cuanto pueda imaginar el lector de la miseria, el deterioro, la desolaci¨®n moral y la desesperaci¨®n de sus habitantes; todo cuanto podamos relatar del alba?al en el que Fidel Castro y sus colaboradores han convertido una isla maravillosa y una ciudad que es patrimonio de la humanidad; todo cuanto podamos decir de lo que est¨¢ pasando en aquel infierno ser¨¢ s¨®lo un p¨¢lido reflejo de la realidad. Aunque parezca exageraci¨®n, siempre ser¨¢ remedo. Raras veces podr¨¢ alcanzar tan agudo v¨®rtice el' cinismo, la maldad, la hipocres¨ªa, la locura y la sinvergonzoner¨ªa asentadas en los principios de "Pan y justicia" que dijo encarnar la Revoluci¨®n. Porque jam¨¢s, un pueblo ha pasado tanta hambre de pan y de justicia, sin contar con que lo m¨¢s pat¨¦tico e imperdonable de todo ello es que esa misma Revoluci¨®n que se justific¨® a s¨ª misma aduciendo que Cuba era en 1959 el burdel de Estados Unidos ha tenido que convertirla en 1995, para poder sobrevivir, en el de la Mancha (y no es broma). Despu¨¦s de haber. expoliado y despilfarrado desde 1959 todo el patrimonio de los cubanos, pone a trabajar en la calle en 1995 a lo ¨²nico que a¨²n conserva cierto valor de cambio en aquella tierra desgraciada: las muchachas entre 13 y 20 a?os. El pa¨ªs. necesita esas pocas divisas. Oficio de rufianes.Es cierto que la exposici¨®n Libros de Espa?a y el viaje que convoc¨® el Ministerio de Cultura con intelectuales espa?oles a Cuba ha resultado controvertido; sin embargo, se daba una circunstancia que convert¨ªa este, viaje, en algo diferente, incluso para quien como uno se ha mostrado alguna vez reticente con tales excursiones. El hecho de que sea una dictadura en la que ciertas palabras no pueden ser pronunciadas en p¨²blico lo hacia sin duda m¨¢s o menos atractivo y razonablemente aconsejable. El ¨¦xito popular de la exposici¨®n as¨ª parece abonarlo.
No son muchas las cosas que un escritor puede decirles a sus contemporaneos en materia pol¨ªtica. Es m¨¢s, la experiencia nos dice que las intervenciones en pol¨ªtica de los escritores, unas veces exaltados y con cierta tendencia al desorden interior y otras cobardes, no siempre han sido afortunadas ni oportunas. Hay, no obstante, una ense?anza moral que encontramos en el Quijote. Es ¨¦sta: jam¨¢s nos equivocamos poni¨¦ndonos del lado. del m¨¢s d¨¦ bil. Y esta otra: s¨®lo hay que hacer caso de la realidad, a la que hay que. aproximarse sin celestinajes ni prejuicios. En el caso de Cuba no es dif¨ªcil saber qui¨¦n es el fuerte. Dan testimonio de ello un mill¨®n de exiliados, miles de muertos y el 90% de la poblaci¨®n. Es algo que sabe all¨ª todo el mundo. Y saber en Cuba es padecer. Como nos dijo un taxista, Cuba es, el pa¨ªs del "no se puede", el pa¨ªs en el que todo es delito.
Se ha dicho que quienes acudieran a tal encuentro de escrito res ir¨ªan a dar un espaldarazo al r¨¦gimen castrista. Algunos pensamos, sin embargo, en el pueblo cubano, en la inmensa mayor¨ªa, en todos aquellos que aguardan una palabra de aliento y de esperanza, y la solidaridad y la comprensi¨®n en su padecimiento y quebranto, como en cierto modo se recib¨ªa en Espa?a, en las postrimer¨ªas del franquismo, a aquellos que ven¨ªan de fuera con el aire de la libertad y la democracia, desde el exilio o desde cualquiera de las naciones libres del mundo.
Es cierto que en la comitiva de los que han ido estos d¨ªas a La Habana hubo quienes confesaron, aunque sin la arrogancia del anta?o, ser partidarios a¨²n del r¨¦gimen y de quien ellos llamaban el Comandante como pod¨ªan haberlo llamado el Caudillo. Fueron pocos. Puede decirse que los ¨²nicos a los que o¨ªrnos en una semana hablar bien de aquello lo hac¨ªan fum¨¢ndose un magn¨ªfico puro, delante de un daikiri y en un hotel de cuatro estrellas. Y naturalmente no eran cuba-nos. Es cierto tambi¨¦n que la expedici¨®n la formaban muchos desenga?ados, aquellos para los que la Revoluci¨®n hab¨ªa sido algo muy hermoso al principio, s¨®lo fracasado en parte y en estos ¨²ltimos a?os. Son los que una y otra vez se repet¨ªan contristados que, pese a todo, la Revoluci¨®n ha llenado aquel pa¨ªs de escuelas y hospitales. Una vez un cubano respondi¨® a eso diciendo que no siempre estaba estudiando y no siempre estaba enfermo, y que, por tanto, tampoco le serv¨ªa esa raz¨®n. Quiz¨¢ muchos al a?orar la revoluci¨®n no est¨¦n en realidad sino a?orando su juventud. Suelen ser tambi¨¦n los que por lo general esgrimen la baza del bloqueo (en realidad, embargo) como origen de todos los males, es su clavo ardiente, al que se aferran para no tener que reconocer la magnitud de su equivocaci¨®n. Aunque el bloqueo lo padece sobre todo la poblaci¨®n, y en tal sentido ser¨ªa bueno su levantamiento, tampoco ¨¦ste arreglar¨¢ mucho: Cuba podr¨¢ comerciar con Estados Unidos, pero hace muchos a?os que no tiene ya nada con que pagar, y habr¨ªa que empezar por la grave y generalizada aver¨ªa material y moral que han causado al pa¨ªs.
Todo esto es verdad. Pero no lo es menos que hubo tambi¨¦n en esa comitiva quienes llegaron a La Habana con el prop¨®sito de poner su peque?a verdad, hones ta y sentimental, a favor de los m¨¢s desfavorecidos, que fueron para ver al pueblo cubano, y no a sus gobernantes. Nada m¨¢s. Y volverse. Hablar con unos y con otros, con la gente de la calle, de cir la peque?a verdad en cuanto lugar p¨²blico pusieren a su al cance, y salir de all¨ª, antes de morir de asfixia.
Pese a que el Gobierno cubano ha tratado de hacer de todos. los cubanos unos seres anaer¨®bicos, todo el mundo sabe que aquello no puede durar m¨¢s, porque no se puede caer m¨¢s bajo, a menos que aquel Ceausescu del Caribe quiera salir de la historia con un bonito ba?o de sangre, despu¨¦s de haber robado y matado en Cuba, directa o indirectamente, todo lo imaginable.
Creer que cincuenta escritores pueden apuntalar una ' ruina como aqu¨¦lla es una pura demagogia. 0 una voluta, de la fantas¨ªa. Hasta donde yo s¨¦, a nuestras lecturas y conferencias ni siquiera acudieron los siniestros gerifaltes de la cultura cubana. A. diferencia de la exposici¨®n, lecturas, conferencias y mesas redondas fueron languidecientes actos con un p¨²blico escaso de viejos alucinados, sombras silenciosas y alg¨²n que otro joven disidente al que no se le entend¨ªa nada, a fuerza de camuflar su lenguaje.
Hay un hermoso libro de un escritor cubano, Ant¨®n Arrufat, que se titula De las peque?as cosas. Resulta milagroso que haya podido ser escrito en Cuba estos anos, en una calle, Trocadero, la de Lezama, donde la miseria es tan grave que su hedor s¨®lo es comparable al de uno de aquellos pudrideros de los que hablaron Regoyos y Solana.
Desde la ventana de la casa de Arrufat se divisan las azoteas de Centro Habana. Hace un a?o se construyeron en ellas las balsas
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De las peque?as cosas
Viene de la p¨¢gina anterioren las que cientos de personas de saparecieron. Fue cuando el cl¨¢sico "Revoluci¨®n o muerte" que d¨¦ en la simple tautolog¨ªa "Re voluci¨®n y muerte". En medio de la desolaci¨®n, las cartillas de racionamiento, la mugre, los es c¨®mbros, los charcos de agua pestilente y estancada, los soplo nes y polic¨ªas de la Seguridad del Estado, en medio de tanta soledad y tristeza, admira encontrar p¨¢ginas tan hermosas donde alguien secretamente nos habla de la belleza de los cocuyos en las noches de est¨ªo o de los viejos carruajes de La Habana o de la palabra de todos aquellos, Lezarna o Pi?era, que se quedaron en una ciudad que era m¨¢s que su propia vida. Quiz¨¢; s¨®lo porque nacen de tanto dolor, de tanta miseria, puedan contener esas p¨¢ginas tanta elegancia, no s¨®lo literaria. El haber sido concebidas en un r¨¦gimen de lacayos las ha te?ido de una noble aristocracia.
Por esa razon mienten quienes, como Cabrera Infante o Vargas Llosa, afirman que "no quedan escritores independientes en la isla". Eso ser¨ªa tanto com0 creer que los ideales y los escritores de raza s¨®lo es posible hallarlos hoy en Londres, fumando un puro y d¨¢ndole vueltas al co?ac de una gran copa, para que alcance la temperatura ideal. Durante muchos a?os nos dijeron lo mismo respecto de nuestros intelectuales espa?oles: s¨®lo eran buenos si hab¨ªan sido comunistas o cuando menos republicanos. No aprendemos. Detr¨¢s de todo eso me temo est¨¢, el juicio interesado., Los pa¨ªses y las reconciliaciones hay que hacerlos con todo el mundo. Hay que desconfiar de los que hablan de pol¨ªtica y fuman puros al mismo tiempo. Sean de un lado o de otro. Por otra parte, tiene uno la sensaci¨®n de que los que fuman puros y hablan de pol¨ªtica al mismo tiempo suelen ser siempre de un mismo bando. Si hay algo tanto o m¨¢s cargante que un profesional de la revoluci¨®n es un profesional de la contrarrevoluci¨®n. A un escritor, de aqu¨ª o de all¨¢, le quedan siempre las peque?as tosas. Aunque la ciudad se venga abajo y un dictador demente crea que a ¨¦l tambi¨¦n le queda algo por aniquilar.
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