Se mascaba el silencio

La ¨²ltima conferencia de Willy Claes como secretario general de la OTAN fue la m¨¢s concurrida, la m¨¢s solemne. Se respiraba como en un funeral, se mascaba el aire, denso. Los funcionarios le escucharon desde sus despachos y en los pasillos, por circuito cerrado de televisi¨®n.El enjuto pol¨ªtico lanz¨® su alegato pol¨ªtico-judicial con su seguridad habitual, algo impostada de gestos estudiadamente en¨¦rgicos: ora levantaba ambas manos, palmas al frente, ora izaba el dedo en actitud acusadora hacia la prensa belga que tanto le ha criticado. Claes se desquitaba del secreto en que se hab¨ªa desarrollado la sesi¨®n Parlamentaria de la v¨ªspera.

Su dureza exenta de toda iron¨ªa -que tan bien hab¨ªa encajado estos meses en el cuartel general de una organizaci¨®n pol¨ªtico -militar-, hallaba contrapunto en su fragilidad de aspecto: traje azul, cuello y pu?os blancos de una camisa de igual fondo y gruesas rayas rosas, corbata verde y roja, patillas rasuradas y gafas de. concha en posici¨®n de investigador cient¨ªfico, al cabo de la nariz. Gafas que troc¨® por otras de varillas de metal, cuando termin¨® la lectura.

Ayer alguien vio brillar m¨¢s de lo acostumbrado el tosco anillo grueso adiamantado en el dedo me?ique de la mano derecha. Alguien entrevi¨® m¨¢s desorden en el habitualmente impecable tup¨¦ engominado de antigua factura. Claes hizo p¨²blica promesa de batallar por su causa. Parec¨ªa hu¨¦rfano. Era triste. Era un funeral. Un punto pat¨¦tico.