Medio siglo de arte espa?ol
En las primeras p¨¢ginas de sus Memorias de un vendedor de cuadros, Ambroise Vollard, cuyo nombre ha quedado vinculado a la famosa suite de grabados de Picasso, narra la sorpresa con la que acogi¨® la proposici¨®n de que escribiera un libro con sus recuerdos, y, m¨¢s a¨²n, de que se le quisiera remunerar por ello. El libro resulta del mayor inter¨¦s no s¨®lo por el ambiente que retrata, sino tambi¨¦n porque testimonia el papel decisivo que un galerista puede desempe?ar a la hora de promover artistas que, de otro modo, hubieran podido pasar desapercibidos. Para ello resulta indispensable concebir la galer¨ªa no s¨®lo con un prop¨®sito comercial, sino con una voluntad de servicio a un inter¨¦s cultural.Son muy pocas las galer¨ªas espa?olas que dejar¨¢n su impronta en la historia de nuestro arte y menos a¨²n las que lo har¨¢n con. un pasado de medio siglo a sus espaldas y una trayectoria en la que los l¨®gicos altibajos no desluzcan un notable tono de calidad.
Aurelio Biosca, nacido en 1906, tuvo un comienzo vital que en el momento de su desaparici¨®n permite comprender la importancia que su galer¨ªa ha tenido en el mundo art¨ªstico madrile?o. Fue pintor antes de dedicarse a la decoraci¨®n y al comercio del arte. En alg¨²n cuadro suyo se aprecian ecos del Derain de los a?os veinte o del Mir¨® anterior al surrealismo, pero lo que m¨¢s hab¨ªa de contar en su posterior trayectoria fue el conocimiento del pol¨¦mico ambiente art¨ªstico catal¨¢n de esos a?os, en que el recuerdo del modernismo se desdibujaba ya y aparec¨ªa un mediterraneismo de ra¨ªz cl¨¢sica y poscubista. Tambi¨¦n en la Barcelona de la Exposici¨®n de 1929 conoci¨® las novedades de un Mies van der Rohe en el mundo de la decoraci¨®n.
Instalado en. Madrid en los a?os republicanos, Biosca abri¨® en 1940 su galer¨ªa de la calle de G¨¦nova, combin¨¢ndola con un estudio de decoraci¨®n que facilit¨® las posibilidades de supervivencia durante muchos a?os. All¨ª, durante los a?os cuarenta, tuvo el m¨¦rito inicial de romper con el convencionalismo acad¨¦mico, mostrar ejemplos del gusto catal¨¢n del pasado inmediato o contribuir al descubrimiento de pintores a¨²n poco apreciados del cambio de siglo (de Nonell a Beruete y Regoyos).
D'Ors utiliz¨® su galer¨ªa como medio instrumental y lleg¨® a declararla "consustancial" con toda su actividad de cr¨ªtico y animador de las artes pl¨¢sticas a partir de unos criterios caracterizados por el eclecticismo y la exigencia de calidad. Fue tambi¨¦n D'Ors quien trajo de su mano las muestras de surrealismo vinculado con Klee y con Mir¨® en los a?os cincuenta -el caso del propio T¨¢pies-, acogidas un tanto despectivamente por la cr¨ªtica.
Pero D'Ors muri¨® en 1954 y con ¨¦l su iniciativa de Academia Breve de Cr¨ªtica del Arte, que tanto hab¨ªa contribuido a que los madrile?os aprendieran a ver. Sin embargo, la desaparici¨®n del escritor, "c¨®mplice" de Biosca en sus prop¨®sitos de difusi¨®n del arte con una vitola de modernidad, no interrumpi¨® la trayectoria de la galer¨ªa.
Hubo otras m¨¢s audaces que ella, pero no tuvieron el don de la permanencia, que permit¨ªa la paralela dedicaci¨®n a la decoraci¨®n.
El Paso y, en general, toda una generaci¨®n que hizo de la abstracci¨®n su f¨®rmula expresiva, tuvo en Biosca tambi¨¦n su punto de apoyo. Hubo en ello, por tanto, bastante m¨¢s continuidad de la que se suele admitir: la propia Juana Mord¨®, incorporada a la galer¨ªa en 1958, proced¨ªa del entorno de D'Ors. No hay, sin embargo, que pensar que Biosca mantuviera un sesgo hacia el expresionismo abstracto, pues si algo la caracteriz¨® como galer¨ªa fue una pluralidad de intereses que no atend¨ªa tanto a los gustos de los posibles clientes como a la sensibilidad propia de quien la inspiraba.
Cumplida la labor de apertura hacia otros universos est¨¦ticos, Biosca nunca perdi¨® un nivel de calidad que mantuvo su significaci¨®n en la pintura espa?ola.
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