Camino al andar
Un paseo a pie o en bicicleta por el camino que antiguamente un¨ªa el puerto de Cotos con el Paular
La gente de la ciudad se piensa que los caminos del monte surgen por generaci¨®n espont¨¢nea, como los n¨ªscalos o el narciso rup¨ªcola. Un buen d¨ªa, sin motivo aparente, cae derribada una hilera de pinos o rebollos, se marchitan luego de pena la jara, la retama y la festuca, y camino abierto. Por la misma regla de tres, la gente de la ciudad no ve qu¨¦ necesidad hay de andar por trochas y veredas, habiendo estupendas carreteras asfaltadas.A lo peor no sirve le nada, pero conviene explicar que los senderos son la obra minuciosa de pastores, vacas y forasteros tr¨¢nsito, que simplemente han hecho camino al andar. Una obra cuyas l¨ªneas m¨¢s antiguas est¨¢n a punto de perderse -como los hombres las bestias que las perge?aron- o se han desdibujado ya de la faz de la sierra, caso de los pasos de Malagosto o del Revent¨®n, que hoy yacen sepultados bajo los cambro?os del olvido.El del Palero, que anta?o un¨ªa el de los Cotos con el, monasterio del Paular, ser¨¢ el camino que hoy haremos. Y lo haremos literalmente, ahondando en las huellas de cuantos buscaron en uno u otro sentido, el silencio glacial de la cartuja o el c¨¢lido regazo de la llanura segoviana. Dos anhelos que los automovilistas de la M-604 (Rascafr¨ªa-Cotos) tal vez no comprendan jam¨¢s.
Uno de los primeros en bosquejar esta senda debi¨® de ser aquel vaquero Garci-Sancho, del que s¨®lo nos queda constancia por la sillada que lleva su nombre. Este collado, dispuesto a caballo de Pe?alara (2.428 metros) y Cabeza Mediana (1693) -de ah¨ª lo de sillada-, es el gollizo por el cual nos hemos, de colar en el valle del Lozoya, dejando a levante los malos humos de la carretera de marras.
En el puerto de los Cotos, que tambi¨¦n se llama del Paular, emprendemos nuestra andada (o nuestra pedalada) por el asfalto en direcci¨®n a Rascafr¨ªa, para, a un kil¨®metro escaso del alto, desviarnos a mano izquierda por una pista que conduce hasta las ruinas de unos edificios militares. A la vera del camino aparecen n¨ªtidas las se?ales rojas y blancas del sendero de gran recorrido GR-10, que no habremos de perder de vista en lo que resta de jornada.
Dejando a manderecha los escombros castrenses, la pista se toma senda que culebrea por el pinar, salvando sucesivos regatos, calveros alfombrados de hierba y un par de bajadas de ag¨¢rrate donde puedas. Echarse la bicicleta al hombro en este trance no es ninguna deshonra: mucho peor fue lo de Indur¨¢in en Colombia.
Desde Cotos hasta la sillada de Garcisancho (kil¨®metro 3,10 para los que porten pod¨®metro o ciclocomputador), el camino discurre al pie de la hoya de Pepe Hernando, piscina de la era de los mamuts en la que nace y rebosa el r¨ªo Pe?alara, anunciando aguas abajo el final de nuestros trabajos. Y es que a poco de cruzarlo por un puente de madera de dise?o b¨¢sico y remontarlo un breve trecho, toparemos con la muelle sillada. del vaquero Garci-Sancho.
La pista forestal que nace junto a esta pradera milagrosa depara una de las mayores felicidades que puede experimentar un excursionista en el Guadarrama: ocho kil¨®metros de descenso ininterrumpido, primero por la margen izquierda del arroyo de la Umbr¨ªa (o de Garcisancho) y luego por la contraria del Predosillo hasta su desembocadura en el Lozoya, a un tiro de piedra del Paular.
El poeta Enrique de Mesa (1878-1929), que pas¨¦ una temporada en el monasterio -a la saz¨®n m¨¢s cartujo que nunca, abandonado al c¨®ncavo silencio de sus b¨®vedas, claustros y corredores-, parece prefigurar en sus versos la alegr¨ªa del que camina sin estorbo o se deja llevar cuesta abajo por la inercia de un golpe de pedal: "?Por qu¨¦ corriendo te quejas, / arroyo de Garcisancho, / si en tu correr rumoroso / nada te detiene el paso? / Si, desde las cumbres, libre /ruedas por el monte abajo, /tus puros, limpios cristales / entre las piedras quebrando?".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Expediciones
- Monasterios
- Rutas tur¨ªsticas
- Turismo aventura
- Comunidades aut¨®nomas
- Edificios religiosos
- Viajes
- Arquitectura
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Destinos tur¨ªsticos
- Patrimonio eclesi¨¢stico
- Comunidad de Madrid
- Tiempo libre
- Espa?a
- Ofertas tur¨ªsticas
- Iglesia cat¨®lica
- Estilo vida
- Arte
- Cristianismo
- Turismo
- Administraci¨®n p¨²blica
- Religi¨®n
- Sociedad