Rumor de chantajes
La historia de Mario Conde y sus comisiones, que parec¨ªa definitivamente relegada a los tribunales, ha vuelto a contaminar la vida pol¨ªtica espa?ola al confirmarse que el ministro de Justicia y el presidente de Gobierno han tenido tratos con el engominado artista para comprarle unos documentos sustra¨ªdos a los servicios secretos espa?oles.El caso Banesto es aleccionador tambi¨¦n para la buena marcha del sistema financiero. Conviene estudiar c¨®mo una casa de tanto prestigio cual es la banca JP Morgan pudo caer en la tela de tan seductora ara?a. Tambi¨¦n ser¨ªa instructivo analizar c¨®mo funcion¨® el sistema de inspecci¨®n y sanci¨®n del Banco de Espa?a, cuando el sujeto estaba dispuesto a emplear el enga?o sin escr¨²pulo alguno.
No me cabe en la cabeza que el notario mayor del reino, se?or Belloch, aceptara discutir en su casa con el abogado Santaella, representante de Mario Conde, sobre la devoluci¨®n de papeles sustra¨ªdos de los servicios secretos espa?oles por el coronel Perote y sobre una posible indemnizaci¨®n de 14.000 millones de pesetas al engominado artista por su separaci¨®n del cargo de presidente de Banesto. M¨¢s a¨²n me asombra que el presidente del Gobierno de Espa?a recibiera al dicho Santaella en su residencia privada de La Moncloa, para hablar de lo que tiene todo el aspecto de una extorsi¨®n. Mi reacci¨®n habr¨ªa sido la de llamar a la Guardia Civil para que se llevara detenido al abogado cosa nostra, por transformar su noble oficio de letrado en el celestino de tratos inconfesables.
La contaminaci¨®n tra¨ªda por Mario Conde ha llegado a esferas a¨²n m¨¢s altas y mucho m¨¢s inocentes que las del Gobierno de Su Majestad. El 14 de enero de 1992 particip¨® Mano Conde en un coloquio titulado Capitalismo y ¨¦tica, ante su santidad el papa Juan Pablo II. Moder¨¦ la reuni¨®n el presidente de Justicia y Paz y acudieron a ella Simone Weil, Otto Lamsdorff, Santiago Bernal SJ, y otras personalidades espa?olas cuyo nombre callar¨¦. Ante Su Santidad, Mario Conde sostuvo que la econom¨ªa de mercado deb¨ªa estar sometida al juicio moral pues no era un sistema perfecto. Era necesario, a?adi¨®, modificar los efectos indeseables de la competitividad con un nuevo c¨®digo moral que colocara al individuo en el centro de nuestro inter¨¦s. El enriquecimiento concluy¨®, es elemento b¨¢sico de progreso econ¨®mico pero hay que dise?ar otro modelo en que la riqueza no fuese el ¨²nico patr¨®n de prestigio y consideraci¨®n social. Sabias palabras que espero a¨²n hagan sonrojarse a los espa?oles que le acompa?aron, espa?oles que, como buenos cristianos, habr¨¢n presentado excusas a Su Santidad por haber metido al mercader en el templo.
Tambi¨¦n hay lecciones que extraer de las actuaciones de banqueros privados y centrales ante el timo perpetrado en Banesto. Ayer lo discut¨ªamos en una reuni¨®n de antiguos alumnos de INSEAD: saqu¨¦ la conclusi¨®n de que el principal error de JP Morgan fue el permitir que Mario Conde usara su nombre, su franchise como se dice en ingl¨¦s, para dar la impresi¨®n de una garant¨ªa extranjera de la viabilidad de su banco, aunque los americanos no ostentaban ni el cargo ni los poderes de asesores financieros principales de Banesto.
Uno de los trucos de Mario Conde, ya patente en su libro sobre El sistema, ha sido el de propalar la especie de que la incautaci¨®n de Banesto y su cese en el cargo de presidente era consecuencia de una conspiraci¨®n pol¨ªtica. Muy al contrario, si de algo pecaron el Gobierno y el Banco de Espa?a fue de un exceso de indulgencia. Ya en el verano de 1992 estaba claro que Banesto no cumpl¨ªa la ratio de garant¨ªa de capital. Se discuti¨® con Conde un plan de viabilidad; se acogi¨® con alborozo el aumento de capital tra¨ªdo por el Fondo Corsair de JP Morgan, y s¨®lo se comenz¨® a considerar la incautaci¨®n cuando dicho fondo se neg¨® a colocar en el mercado, en noviembre de 1993, el tercer tramo de la referida ampliaci¨®n de capital.
En el caso del Banco de Espa?a, tanta prudencia nac¨ªa del deseo de no provocar una grave turbulencia en el mercado financiero espa?ol. En el caso del presidente del Gobierno... No s¨¦. Preg¨²ntenselo al se?or Santaella.
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