La salud
He venido teniendo la sensaci¨®n desde que he vuelto a Espa?a de que aqu¨ª la gente se cuida comparativamente muy poco. Los amantes se deshacen susurrando a sus amantes "cu¨ªdate". Las madres lo dicen a sus hijos que van a la mili; los amigos, pasados los cincuenta, demuestran su amistad con este asesoramiento muy sentido, "cu¨ªdate". No hay muchas campa?as p¨²blicas que induzcan a tomar en serio la salud, pero la salud es un advocaci¨®n presente en la afectividad privada. No falta tradici¨®n a esta tierra para abrazarse a ella y, sin embargo, acaso con motivo de la autodestructora crisis nacional, parece que cuente poco el ajuar f¨ªsico. El resultado es que alrededor zumba un pa¨ªs que bebe mucho, desde los adolescentes a los agentes comerciales; que fuma con una intensidad cercana al paroxismo; que se droga en las calles, en los coches, en los pasillos de la facultad, en los bailes, con un desenfado al que nadie pone mucho reparo.En todas partes cuecen habas. Pero aqu¨ª las habas y otras dietas mediterr¨¢neas que soleadamente ha pregonado Vicent nos han estado procurando alegr¨ªas importantes. En alg¨²n momento Espa?a se encontraba por encima del mundo en calidad de vida y enseguida llegamos al sexto lugar de los pa¨ªses europeos m¨¢s longevos. A estas alturas, sin embargo, tras la movida de los ochenta y estas sacudidas de los noventa, hemos bajado al puesto nueve en la clasificaci¨®n. Ya hab¨ªa encontrado, al volver, a algunos parientes y amigos m¨¢s abotargados, entumecidos y propensos a toser. No hacen ejercicio por cuesti¨®n de principios, les importa poco engordar y ninguno proyecta hacerse un chequeo hasta que lo hospitalicen. La vida no es un valor absoluto, ni siquiera duradero. Pero la salud es la v¨ªa elegante de la sabidur¨ªa. Subestimarla es optar por una forma m¨¢s impura de conocimiento.
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