El Madrid pierde la onda
El Albacete se aprovecha de los errores del equipo de Valdano en la segunda parte
El Madrid vivi¨® una experiencia amarga en AIbacete. Es un terreno del que desconf¨ªa y vivas muestras dio de ello. Un trallazo de Maqueda desde 30 metros volc¨® el balance madridista. Lo que fue un partido c¨®modo, lo que era una victoria poco menos que rutinaria, se transform¨® en un empate indigno. De nuevo, un remate aislado a seis minutos del final tuvo el mismo valor que el mayor peso del juego madridista. Dir¨¢n que se repiti¨® la historia del a?o pasado, pero han sucedido demasiadas cosas en varios meses como para no admitir semejante conclusi¨®n. El Madrid gan¨® un t¨ªtulo por el camino y el Albacete se arm¨® para jugar en Segunda. Y su juego es de segunda. Un Madrid demasiado sensible a cualquier agente externo abandon¨® el terreno de juego con signos de humillaci¨®n.El f¨²tbol del Albacete es un f¨²tbol de sequ¨ªa. Lo constata el p¨²blico del Carlos Belmonte, que mira al cielo y vive pendiente de Zalazar. Sus zapatazos a larga distancia, sus maniobras en cada acci¨®n a bal¨®n parado,constituyen el ¨²nico patrimonio ofensivo formalmente hablando del equipo manchego. Cualquier otra consideraci¨®n es marginal.
Mediada la primera parte, el partido transcurr¨ªa en una llanura. No hab¨ªa nada en el horizonte salvo alg¨²n adorno de Laudrup, c¨®modamente instalado entre l¨ªneas. El Madrid hab¨ªa adoptado una actitud permisiva, m¨¢s pendiente de no descomponerse que de colocar a su rival en dificultades, como lo prueba la posici¨®n excesivamente retrasada de Milla, m¨¢s tiempo guarecido entre la defensa que en funciones de medio centro. El bal¨®n era del Madrid, como suyo era el dominio y buena parte del territorio, cedido generosamente por el Albacete, dispuesto a no tomar la iniciativa. Sus acciones merec¨ªan tambi¨¦n el silencio del p¨²blico, consciente de la diferencia que separaba a sus contendientes. El tiempo transcurri¨® sin prisa, entre alg¨²n que otro error de Esn¨¢ider, que tardar¨¢ tiempo en entender c¨®mo fue posible que fallara todos sus debates con el portero.
Se hizo larga la espera. El sopor hizo mella en el respetable, una parte del cual opt¨® por bajarse a la cantina para eludir las apreturas. En ¨¦sas lleg¨® el gol de Ra¨²l, que resolvi¨® de un toque todas las indecisiones que antes hab¨ªa mostrado Esn¨¢ider. El pase de Amavisca llevaba m¨¢s rutina que peligro, pero Ra¨²l sac¨® provecho de una defensa poco atenta. El p¨²blico acept¨® el gol. No hubo reproches. La noche naci¨® sin encanto.
Roto el empate justo antes del descanso quedaba por testificar qu¨¦ dar¨ªa de s¨ª un partido sin emoci¨®n. En ese aspecto, el Madrid abund¨® en su conservadurismo. Es decir, Milla se mantuvo en su sitio.
Pero el destino hizo un gui?o y el tr¨¢mite dio paso a la emoci¨®n. El Madrid pas¨® por La Mancha sin tono. No tuvo autoridad para hacer valer la enorme distancia que le separa del Albacete. Hubo detalles al margen: cuando expulsaron a Alkorta (faltaban seis minutos), Valdano sustituy¨® a Chendo por Ra¨²l. El mero hecho de que al Albacete le anularan legalmente un gol al llevarse Kasumov el bal¨®n con la mano invirti¨® los t¨¦rminos del encuentro. De golpe, el Albacete cobr¨® fuerzas mientras el Madrid emprend¨ªa una retirada incomprensible. El detalle no pod¨ªa pasar desapercibido: estamos ante un equipo hipersensible.
La indignaci¨®n del p¨²blico con el ¨¢rbitro, m¨¢s aparente que real puesto que la mano de Kasumov no dejaba lugar a dudas, obr¨® un efecto contagioso. El Madrid empez¨® a sufrir sin cuento, entre la sorpresa de Sandro y Michel que hab¨ªan saltado al campo para amarrar la victoria y la situaci¨®n les obligaba a actuar de legionarios. Sin m¨¢s hilaci¨®n con el juego que la voluntad de rebelarse ante la derrota lleg¨® el disparo de Maqueda, lejos de Buyo y rodeado de defensas. Tom¨® un centro largo, dej¨® botar el bal¨®n y puso toda la fe del mundo en su remate. Fue un trallazo con mensaje: Maqueda puso m¨¢s deseo en ese bal¨®n que el Madrid en centenares de pase sin cuento.
El gol dio paso al delirio y al asedio del Albacete, que a punto estuvo de alcanzar la victoria en una llegada de Zalazar a los dominios de Buyo. El Madrid hab¨ªa desaparecido en ocho minutos. Viajar a Albacete con el freno de mano puesto fue una experiencia bochornosa. El Madrid jug¨® con miedo. De su miedo naci¨® un empate con sabor a fracaso. El Albacete rindi¨® tributo a la fe, pero la sequ¨ªa perdura en el Carlos Belmonte, aunque ayer vieran caer un gol del cielo.
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