Don Pancho, un tipo ca?¨®n
Ferenc Puskas, declarado m¨¢ximo goleador del siglo, recuerda a los 68 a?os, con Arsenio Iglesias y Jorge Valdano, una carrera llena de gloria y penurias personales
Cinco horas antes de que el Madrid disputara el pasado mi¨¦rcoles su duelo europeo con el Ferencvaros, un taxi h¨²ngaro se detuvo la puerta del hotel de la expedici¨®n blanca en Budapest. Una escena rutinaria hasta que se abri¨® la puerta delantera y se vio a un hombre voluminoso que a duras penas se revolv¨ªa en el asiento para aterrizar en el suelo. Ni una mano que le ayudara: al fin y al cabo, s¨®lo se trataba del m¨¢ximo goleador del siglo XX: Ferenc Puskas, Don Pancho, el ca?oncito.-Buenas tardes, don Pancho, me gustar¨ªa entrevistarle antes de que vayamos al partido.
-Quiz¨¢ yo no vaya al encuentro, porque no tengo entrada.
-No me lo puedo creer. Me sorprende que nadie del Madrid le estuviera esperando, ?pero que no le hayan dado una entrada!
-No pasa nada, yo tampoco la he pedido. Si quiero ir, pasar¨¦ por la federaci¨®n h¨²ngara para que me den un pase.
Al margen de su estruendosa barriga, que le obliga a caminar como una hamaca, tres detalles llaman poderosamente la atenci¨®n de uno los m¨¢s extraordinarios futbolistas que ha dado el firmamento: su l¨²cida memoria a los 68 a?os, su modestia y, sobre todo, las reducidas dimensiones de su glorioso y demoledor pie izquierdo. Da la impresi¨®n de calzar una caja de cerillas. A su conversaci¨®n con EL PA?S se suman durante un buen rato Arsenio Iglesias, Jorge Valdano y a ¨²ltima hora Ra¨²l, el joven delantero blanco.
?C¨®mo lleva lo de m¨¢ximo goleador del siglo? "Yo no s¨¦ nada. Lo dicen ustedes, los periodistas, y ser¨¢ verdad. Soy quien soy y s¨®lo puedo decir que muchas gracias". Puskas reconoce que est¨¢ dolido. Algunos peri¨®dicos h¨²ngaros publicaron hace d¨ªas que el t¨ªtulo deb¨ªa ser para Pel¨¦: "Qu¨¦ hijos de puta. Yo no he pedido nada y Pel¨¦ es mi amigo, y adem¨¢s, qu¨¦ carajo, no me importa si han pasado 40 a?os". Su diccionario espa?ol est¨¢ inundado de tacos, ingenuos la mayor¨ªa de las veces, pero sin los cuales apenas se le comprender¨ªa.
La fren¨¦tica y apasionante historia de Puskas se remonta al primer tercio del siglo, cuando correteaba entre los ¨¢rboles cercanos al estadio del Kispest (antiguo nombre del irrepetible Honved) y se colaba en el campo para imitar "a los viejos". El Kispest "no era gran cosa, pero s¨ª un equipo honrado". Pertenec¨ªa al Ej¨¦rcito y los militares estaban satisfechos. "No pod¨ªa ser de otra manera, porque mi padre era el entrenador. Hab¨ªa sido un buen futbolista, hasta que se cas¨® contra mi madre". El peque?o Ferenc se enrol¨® a los diez a?os en el equipo. Poco a poco fue puliendo el ca?¨®n de su pierna izquierda, que m¨¢s tarde dinamitar¨ªa las porter¨ªas de medio mundo. Incluso poseer una de las mejores zurdas de los almanaques futbol¨ªsticos le vali¨® alg¨²n disgusto. Sus cr¨ªticos le recordaban con escarnio la nulidad de su otro bast¨®n: "Se met¨ªan con mi pierna derecha, y yo dec¨ªa: 'Qu¨¦ derecha ni qu¨¦ coito. Si tiro con las dos piernas, el culo siempre estar¨¢ en el suelo'. ?Qu¨¦ demonios!".
La II Guerra Mundial alter¨® su carrera. El conflicto b¨¦lico retras¨® el despegue del Honved y la selecci¨®n h¨²ngara. Tras la pacificaci¨®n, Hungr¨ªa se mantuvo invicta desde el 14 de mayo de 1950 -cuando derrot¨® a Austria con el primer gol de Puskas como internacional- hasta el 4 de julio de 1954, cuando perdi¨® la final del Mundial de Suiza con Alemania. "Quer¨ªamos el f¨²tbol. Era lo mejor que hab¨ªamos tenido y sab¨ªamos que tendr¨ªamos que morir con ¨¦l. Nuestra mejor virtud era el amor propio, eso nos hizo grandes".
Valdano: "Es curioso, estamos ante uno de los m¨¢s grandes de la historia, y nos habla de amor propio".
Arsenio: "Yo les vi jugar en directo y eran un equipo maravilloso, soberbio. Coincid¨ª en el Granada con Szabor, un suplente habitual de la selecci¨®n h¨²ngara, y me cont¨® algo sobre Pancho que no olvidar¨¦ jam¨¢s. 'Mire, gallego, f¨ªjese si es dif¨ªcil jugar con esos monstruos que una vez fall¨¦ un pase a Puskas y me dijo: 'Oye, hijo de puta, aunque sea d¨¢mela con la mano, pero d¨¢mela".
Valdano: "Eso ha cambiado mucho, don Pancho. Hoy, cuando un jugador falla, el compa?ero le dice: 'Tranquilo, no importa".
Puskas: "S¨ª, s¨ª, y le dan una palmada, los gilipollas".
El 25 de noviembre de 1953 un pu?ado de h¨²ngaros encabezados por Bozsik, Puskas, Czibor y Koscis dieron un enorme revolc¨®n al mapa futbol¨ªstico. Su osad¨ªa les llev¨® a medirse con Inglaterra en su santuario de Wembley, donde los ingleses presum¨ªan con orgullo de una insularidad que manten¨ªa inmaculada a su selecci¨®n. Puskas a¨²n tiene enquistado en su memoria el recuerdo de aquel 3-6 que acab¨® con la imbatibilidad inglesa: "Fuimos all¨ª y no le interesamos a nadie. Hab¨ªa un chico que hac¨ªa de entrenador y simplemente nos dijo: 'Tened cuidado, no hag¨¢is tonter¨ªas'. Eso fue todo, nada de esas bobadas que dec¨ªs ahora los entrenadores (dirigi¨¦ndose a Valdano) de estrategia, t¨¢ctica y no s¨¦ qu¨¦. Salimos y les colamos el primero a los 20 segundos. Y a los tres minutos el segundo, pero nos lo trincaron por fuera de juego. A m¨ª se me sali¨® la lengua y llam¨¦ al ¨¢rbitro de todo".
Valdano: "No le van mucho los entrenadores. De hecho, nos ha hablado de su padre como jugador; como entrenador le ha pasado por alto".
Puskas: "Mira, yo no entiendo qu¨¦ es eso de correr a un lado, a otro, hacia adelante, hacia atr¨¢s. ?Qu¨¦ cojones! En el f¨²tbol siempre hay que correr hacia delante. ?Pero es que alguien me puede explicar c¨®mo un chaval puede tener
el bal¨®n en campo contrario y d¨¢rselo a su portero? Nosotros siempre tir¨¢bamos para arriba, y en cuanto hab¨ªa oportunidad, pum, una hostia al bal¨®n y gol".
Arsenio: "Pancho, t¨² lo dices porque vosotros ten¨ªais una calidad extraordinaria. Sab¨ªais qu¨¦ hacer en todo rnomento".
Puskas: "El futbolista es bueno cuando no hace tonter¨ªas y no se comporta como un cobarde. Mira el gol que le marcaron a ¨¦ste (por Valdano) por la tonteria que hizo ese chaval argentino (Redondo) el d¨ªa del Oviedo. Lo vi por la tele: ten¨ªa el bal¨®n, no fue pa lan te, se qued¨® paral¨ªtico y vino la putada del gol. ?Te acuerdas?".
Valdano: "?No me voy a acordar!".
Puskas: "En el partido de ida con el Ferencvaros los h¨²ngaros se cagaron desde el primer momento, jugaron para atr¨¢s y estuvieron 17 minutos sin pasar de su campo. La mayor¨ªa son un poco cobardes, tienen miedo a fallar, a chutar, a chocar... Es terrible. Miren, yo nunca saltaba, pero met¨ªa diez goles al a?o con la cabeza. Claro, nunca saltaba entre cinco para que me matar¨¢n
Arsenio: "Cobarde" (ja, ja, Ja).
Puskas: "?C¨®mo que cobarde!"
El 'saludo' sovi¨¦tico
En noviembre de 1956 los rusos pusieron a prueba la gallard¨ªa de Puskas y sus compa?eros. Los militares sovi¨¦ticos saludaron Hungr¨ªa, como prefiere recordarlo el ex jugador del Madrid, y Puskas, que entonces hac¨ªa el servicio militar, se encarg¨® de conseguir su pasaporte y el de sus compa?eros. "Fui con el seleccionador h¨²ngaro de tenis de mesa. Los militares nos conoc¨ªan y nos dieron facilidades para salir del pa¨ªs en un autob¨²s del Ej¨¦rcito con el que viaj¨¢bamos con el Honved". Hungr¨ªa consigui¨® que la UEFA le sancionara dos a?os por su fuga. Luego le rebajaron seis meses la pena. Durante su exilio particip¨® con sus compa?eros en varias exhibiciones por todo el mundo -"ten¨ªamos que trincar la tela como fuese porque nada ten¨ªamos"-. Luego se alist¨® en equipos italianos y, tras muchas vicisitudes, fich¨® por el Madrid a principios de la temporada 1958-1959. Ten¨ªa 31 a?os y ?18 kilos de m¨¢s! Uno tras otro en un prominente saco estomacal.
No fue bien recibido: "Samitier [entonces secretario t¨¦cnico madridista] dijo que no me quer¨ªa, pero el viejo [Santiago Bernab¨¦u], que era un fen¨®meno y ten¨ªa un coraz¨®n enorme, lo arregl¨® en veinte segundos: puso a Samitier de patitas en la calle". Eso s¨ª, a Pancho, como inmediatamente le bautiz¨® Alfredo di St¨¦fano, le exigieron que rebajara en seis semanas los 18 kilos que le apretaban. El calor asfixiaba Madrid all¨¢ por el mes de julio, y don Pancho corre que te corre por Chamart¨ªn. "?Hijos de Satan¨¢s! Me tir¨¦ seis semanas sin escuchar otra cosa que corre, corre, corre. Los preparadores pensaron que me mor¨ªa. Al mediod¨ªa me daban un descanso y en vez de comer me quedaba dormido sobre la hierba. Pero lo consegu¨ª". ?Cuando empez¨® a jugar se sigui¨® diciendo que estaba gordo? "?Qui¨¦n lo dec¨ªa? Pero si me pesaban todos los d¨ªas. Si ¨ªbamos los primeros dec¨ªan que estaba perfecto, si est¨¢bamos los sextos me llamaban gordo". En su estreno blanco el Madrid perdi¨® la Liga con el Bar?a, pero gan¨® su cuarta Copa de Europa, 2-0 al Stade de Reims. La final se jug¨® en Sttutgart (Alemania) y Puskas fue relegado al banquillo por una supuesta lesi¨®n.
Un a?o despu¨¦s se desquit¨® ante el Eintracht de Francfort, al que meti¨® cuatro goles en la final europea.
"Eramos un equipo magn¨ªfico. Alfredo era un monstruo y todos nos llev¨¢bamos estupendamente. Viv¨ª grandes a?os en Madrid, y puedo asegurar que, de los nueve que estuve, durante siete no prob¨¦ el alcohol ni me corr¨ª una juerga". ?Y los otros dos? "Joder, alguna cerveza con Alfredo, pero nada m¨¢s. ?No ve que entonces tendr¨ªa diez kilos m¨¢s!". Puskas asegura que era el primero en acudir a los entrenamientos y el ¨²ltimo en llegar a la ducha. Otro disgusto: "Me quedaba pegando a la pelota y los entrenadores me gritaban: 'Que te vas a cansar'. Yo los mandaba a tomar por culo".
De sus 324 goles con la funda blanca -"no ten¨ªa problemas en golear porque siendo viejo el bal¨®n ya te obedece"-, Puskas pone especial ¨¦nfasis en uno bis que le col¨® a Medinabeytia, portero del Atl¨¦tico. Fue en 1961. Reci¨¦n comenzado el derby... "Griffa me hizo una falta. Me qued¨¦ tirado en el suelo, y ¨¦l me dec¨ªa: 'Lev¨¢ntate, co?o', pero, claro, aunque tiraba de m¨ª yo no pod¨ªa porque al mismo tiempo me estaba pisando la mano. Cuando me puse en pie, pegu¨¦ la falta y gol. El ¨¢rbitro lo anul¨® porque dec¨ªa que no hab¨ªa pitado. Yo nunca esperaba que lo hicieran, en cuanto les ve¨ªa el culo pegaba. Tuve que repetir el lanzamiento y la clav¨¦ en el mismo sitio". Puskas sum¨® cinco Ligas, una Copa, tres Copas de Europa, una Intercontinental y cuatro pichichis.
Y un mal d¨ªa de 1967, con 40 a?os a sus espaldas, puso el candado a su brillante carrera. "Yo amaba el f¨²tbol y me pon¨ªa de mala leche cuando me quitaban. As¨ª que lleg¨® un momento en el que salieron unos chavales que no paraban de correr como diablos y me largu¨¦ a entrenar".
Las carreras de Ra¨²l
Puskas ha estado 26 a?os fuera de su pa¨ªs. Ha dado la vuelta al mundo como entrenador, desde Arabia Saud¨ª a Australia, pasando por Murcia, Grecia o Chile. Hoy trabaja para la federaci¨®n h¨²ngara y, mientras, su mujer a?ora Espa?a d¨ªa tras d¨ªa. Ella lamenta que Pancho nunca pidiera "un favor al Madrid". En Hungr¨ªa intenta arreglar un f¨²tbol maltrecho a causa, seg¨²n ¨¦l, "de los papeles rusos". ?Qu¨¦ ocurri¨®? "Los rusos hicieron en los a?os setenta un informe de nuestro f¨²tbol y dijeron que los h¨²ngaros estaban mal f¨ªsicamente. Siempre hab¨ªamos sido jugadores que corr¨ªamos bastante, pero no m¨¢s de lo suficiente. Con los rusos, los chicos h¨²ngaros empezaron a correr y correr. Ten¨ªan que correr tanto que se entrenaban en los hip¨®dromos. De ese modo al f¨²tbol de mi pa¨ªs se le pararon las piernas".
Mientras Puskas escruta los males del f¨²tbol magiar, Ra¨²l irrumpe en la habitaci¨®n del hotel Ramada de Budapest para saludar a don Pancho. El ca?oncito le aconseja tiernamente, mientras a Ra¨²l se le desorbitan los ojos: "Te he visto jugar y lo haces muy bien, pero tienes un defecto: corres mucho. Demasiado".
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