La extra?a pareja
La estrategia chantajista de Javier de la Rosa, conocida hace ya tiempo en los mentideros pol¨ªticos y aflorada a los medios de comunicaci¨®n la semana pasada, ha marchado en paralelo con las pr¨¢cticas extorsionadoras de Mario Conde desde que ambos salieron de la c¨¢rcel a comienzos de 1995. Al igual que la convivencia forzosa de Walter Matthau y Jack Lemmon en la pel¨ªcula The Odd Couple estaba salpicada por desencuentros temperamentales, la estabilidad de esta pareja no menos extra?a tambi¨¦n atraviesa sobresaltos provocados por diferencias de car¨¢cter: De la Rosa fue tan lejos al incluir al Jefe del Estado entre los blancos de sus acusaciones que Conde se ha sentido obligado a proclamar de labios hacia afuera su lealtad incondicional a la Corona. Sin embargo, los objetivos son id¨¦nticos en ambos casos: as¨ª como los milagros ponen, en vilo durante un momento, las leyes de la naturaleza para permitir la resurrecci¨®n de los muertos o las curaciones portentosas, los chantajes de Conde y De la Rosa aspiran a una suspensi¨®n temporal de las leyes de los hombres y del funcionamiento del Estado de Derecho que opere en u beneficio y les asegure la inmunidad penal y fiscal.Tanto Conde como De la Rosa amenazan con difundir informaciones pol¨ªticamente desestabilizadoras a fin de conseguir que el Poder Ejecutivo presione al Poder Judicial e incluso a las Administraciones de otros pa¨ªses para liberarles de uss responsabilidades econ¨®micas. Las armas de la extorsi¨®n pueden difererir de calibre, pero siempre tienen el mismo gatillo: si Conde hab¨ªa venido amenazando con la publicaci¨®n de documentos secretos robados del Cesid y relacionados con la seguridad del Estado, De la Rosa hab¨ªa estado filtrando off the record a un n¨²mero indeterminado de periodistas, empresarios y pol¨ªticos informaci¨®n comprometedora para el Rey. Pero ambos chantajistas han cometido una doble y gruesa equivocaci¨®n: por un lado, ignorar que la Jefatura o la Presidencia del Gobierno de un Estado de Derecho no puede (incluso aunque quisiera) saltarse las leyes y violar la independencia del Poder Judicial; por otro, olvidar que los efectos intimidatorios de un chantaje desaparecen desde que la amenaza hace explosi¨®n.
Si para algunos cen¨¢culos. madrile?os y barceloneses las acusaciones propaladas contra el Rey por De la Rosa eran el secreto de Polichinela, esos infamantes rumores est¨¢n ahora al alcance del gran p¨²blico. A la vista de las conversaciones grabadas a De la Rosa y difundidas radiof¨®nicamente la semana pasada, resulta incomprensible (o se entiende demasiado bien) que algunos medios de comunicaci¨®n traten de seguir metiendo a chantajeadores y chantajeados en el mismo saco y equiparando delictivamente a Conde y De la Rosa con un Gobierno democr¨¢tico que se ha negado a ceder a sus extorsiones. Porque los ataques contra el Rey han demostrado que el dep¨®sito de material intimidatorio no inclu¨ªa s¨®lo documentaci¨®n secreta realacionada con las eventuales. responsabilidades personales de Felipe Gonz¨¢lez en la guerra sucia contra ETA, sino que se ampliaba a otras ¨¢reas institucionales.
Una vez ridiculizada por los hechos la tesis seg¨²n la cual el presidente del Gobierno estaba defendiendo exclusivamente intereses particulares al enfrentarle con las amenazas al Estado, la ¨²ltima maniobra de diversi¨®n es convertir a Conde y De la Rosa en peones, criaturas o excrecencias de Gonz¨¢lez. La broma hasta podr¨ªa ser graciosa si no fuese porque los chistosos propaladores de ese inveros¨ªmil embuste han sido los comadrones de la extra?a pareja. Va siendo hora de que algunos medios de comunicaci¨®n -como El Mundo- asuman sus responsabilidades en esta sucia historia: porque ser¨ªa imposible explicar el ascenso -afortunadamente resistible- de Conde y De la Rosa en estos a?os sin hacer el recuento previo de los periodistas que han trabajado a su servicio.
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