Polonia, la ley, "m¨¢s vale malo conocido"
Walesa, ligeramente favorito en las elecciones presidenciales de hoy
ENVIADO ESPECIAL"Muchas gracias por venir a hacer algo por nuestro pa¨ªs", dice a dos sorprendidos periodistas extranjeros una educada se?ora que en Katowice, al sur de Polonia, busca como ellos en unos perdidos pasillos las oficinas del sindicato Solidaridad, que organiza el ¨²ltimo gran mitin electoral de Lech Walesa en el polideportivo local. Viste pulcra y modestamente y lleva del brazo a un joven deficiente mental que aparenta unos veinticinco a?os. "Traigo a mi hijo porque me ha pedido que vini¨¦ramos a expresar nuestro apoyo al presidente Walesa. Aunque le vean as¨ª, sabe leer y escribir. Mi hijo es un patriota, ?saben?", concluye dulcemente. Impulsos y resortes como los que dan sentido a la an¨¦cdota est¨¢n detr¨¢s de las elecciones presidenciales de hoy y difuminan los criterios de l¨®gica pol¨ªtica.
En el aire que se respira en Katowice -hasta el acuerdo de Yalta, una ciudad de la Silesia alemana- est¨¢n probablemente todos los elementos qu¨ªmicos de la tabla peri¨®dica. En esta ciudad de casi 400.000 habitantes, capital del carb¨®n y las fundiciones, se concentra el 20% de la producci¨®n industrial polaca. Su degradaci¨®n ambiental corre pareja con la de su urbanismo suburbial, que soportan los trabajadores de los vecinos complejos fabriles y mineros, la mayor¨ªa de ellos insostenibles. Lech Walesa ya prometi¨® hace cinco a?os, al llegar a la presidencia, que revitalizar¨ªa la zona, modernizar¨ªa su industria y limpiar¨ªa su aire.
La regi¨®n de Katowice vot¨® al antiguo electricista de Solidaridad en la primera vuelta y probablemente lo volver¨¢ a hacer hoy, cuando Walesa y el aspirante Kwasniewski parten cabeza con cabeza en la carrera definitiva por la jefatura del Estado. El 5 de noviembre, el joven Kwasniewski, un comunista converso a la socialdemocracia, l¨ªder del principal partido parlamentario sac¨® el 35% de los votos, dos puntos m¨¢s que su contrincante. Pero la, convicci¨®n generalizada es que Walesa, una suerte de padre colectivo, se alzar¨¢ finalmente con el santo y la limosna durante otros cinco a?os.
Hay un rasero para ¨¦l y otro para los dem¨¢s. En un simulacro secreto de los periodistas de la emisora independiente con m¨¢s audiencia en Varsovia, que no escatima sus varapalos a Walesa, el resultado fue 27 papeletas para el actual, presidente y 2 para su rival. Un responsable de la redacci¨®n explica. que la mayor¨ªa "teme el regreso a una nueva forma de comunismo".
Lo que en Lech Walesa es permisible o hasta gracioso resulta impensable aplicado a otros polacos. Por ejemplo que hasta hace un par de meses su antiguo ch¨®fer y compa?ero de pimp¨®n, Mieczyslaw Wachowski, tuviera durante cuatro a?os un alto puesto ministerial. Wachowski, expert¨® en la intriga seg¨²n la voz p¨²blica, se ha dedicado recientemente, con muy buenos resultados, a promover la imagen de su jefe en los cuarteles polacos. Por ejemplo, el desinter¨¦s del devoto presidente por distanciarse de su p¨¢rroco en Gdansk y viejo amigo, Henryk Jankowski, quien en junio pasado dijo en el serm¨®n que atend¨ªa el presidente Walesa que "no podemos tolerar un Gobierno donde no se sabe si la gente viene de Mosc¨² o de Israel". Y el sacerdote a?adi¨® que "la estrella de David es un s¨ªmbolo que combina la esv¨¢stica y la hoz y el martillo".
"La pr¨®xima ser¨¢ la ocasi¨®n de Kwasniewski, pero, aunque ajustadamente, la carrera del domingo la ganar¨¢ Walesa. ?l es el s¨ªmbolo de la Polonia poscomunista, y creo que la gente va a votar por eso". En esta simbolog¨ªa que cada uno percibe a su manera parece radicar la clave de la elecci¨®n. El vaticinio sobre su desenlace, argumentado con todos los matices del experto, es del profesor Stanislaw Gebethrier, un te¨®rico de los estudios electorales en la Facultad de Ciencias Pol¨ªticas de Varsovia. Su conclusi¨®n final, que concuerda sustancialmente con la. voz de la calle, es que Polonia har¨¢ hoy bueno el dicho de "m¨¢s vale malo conocido". El premio Nobel de la Paz de 1983 ha llevado el caos a tres Parlamentos y ha sido la pesadilla de seis primeros ministros desde 1991, pero, aunque muchos polacos se digan hartos de su chabacaner¨ªa pol¨ªtica, aseguran preferirle a su adversario, un emblema de la nueva ¨¦lite en Europa oriental, la de los comunistas conversos, que en el caso de Polonia controlan Gobierno y Parlamento.
Polonia no tiene resuelto su equilibrio institucional, y sus ciudadanos vacilan sobre qu¨¦ tipo de jefe del Estado quieren. La cohabitaci¨®n entre el mercurial Walesa y el Gobierno o el Parlamento no funciona, ni por la derecha ni por la izquierda, en el caso de que estas etiquetas tengan alguna significaci¨®n aqu¨ª.
Pero la econom¨ªa crece este a?o al 6% -hasta el 8%, sugieren algunos expertos si se considera el impacto de la sumergida-, el desempleo ha bajado hasta el 14% y las inversiones extranjeras llegar¨¢n en 1995 a los 2.000 millones de d¨®lares. La ¨²ltima de la lista es la firma automovil¨ªstica surcoreana Daewoo.
Si Europa central puede producir un tigre econ¨®mico, aseguran algunos analistas extranjeros en la capital polaca, ¨¦ste va a ser Polonia, cuyo despegue, a pesar de una inflaci¨®n en el 30%, puede ser el equivalente al que protagoniz¨® Espa?a en los a?os setenta. El sector privado, m¨¢s de dos millones de empresas, crece a un ritmo formidable y produce ya el 60% de la riqueza. La productividad ha aumentado cerca del 14% en los dos ¨²ltimos a?os, y lo mismo hacen las exportaciones, imantadas sobre todo por el tir¨®n alem¨¢n, que han subido por encima del 20% en 1994 y lo que va de 1995.
Con todo, hay que poner el milagro en perspectiva. En Polonia, el Producto Interior Bruto todav¨ªa no alcanza el nivel anterior a 1989, y un informe reciente del Banco Europeo para la Reconstrucci¨®n y el Desarrollo predice que ni ¨¦ste ni otros pa¨ªses punteros de Europa oriental llegar¨¢n antes de 15 a?os a los niveles occidentales.
La batalla diaria para sobrevivir en esta Polonia lanzada con determinaci¨®n al v¨¦rtigo capitalista est¨¢ ilustrada en sus extremos por la omnipresente mendicidad callejera y el fen¨®meno de los sin techo, situaciones desconocidas hasta hace muy pocos anos en pa¨ªses bajo el paraguas social de los reg¨ªmenes comunistas. En las tiendas polacas es corriente la compra de alimentos caducados a precios m¨¢s bajos.
Los expertos discrepan sobre el papel determinante o no de la Iglesia polaca en los comicios de hoy. La crudeza con que la jerarqu¨ªa ha tomado partido por Walesa no casa mucho con los usos p¨²blicos de los pa¨ªses con los que Polonia desea fervientemente homologarse. En su acogedor despacho, de madera, el presidente de la Conferencia Episcopal, obispo. Tadeusz Pieronek, a quien se considera un moderado, afirma que la Iglesia no se alinea oficialmente con ninguno de los dos candidatos. Y a?ade inmediatamente que "es absurdo que quien venci¨® al comunismo tenga que dejar el puesto a los vencidos". El obispo Pieronek acepta que eso sea fruto de unas reglas del juego democr¨¢ticas, "pero eso no significa que la democracia. sea inteligente".
Las encuestas se?alan con persistencia que el 75% de los polacos est¨¢n hartos de la abierta intromisi¨®n de la Iglesia cat¨®lica en pol¨ªtica. El obispo Pieronek sabe, del disgusto de sus conciudadanos por la beligerancia de la jerarqu¨ªa, y cree que se debe en parte "a nuestros propios errores". Pero, con el cardenal Glemp a la cabeza, la Iglesia ha, tocado a rebato para que se predique en los templos a favor de Walesa, campe¨®n del catolicismo polaco.
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