Futuro incierto
El Teatro Real tuvo una existencia brillante y azarosa caracterizada por una entrega casi total al italianismo y a lo que desde Italia llegaba con las debidas bendiciones. Nuestros m¨²sicos m¨¢s destacados -Pedrell, Falla- le denominaron teatro de la ¨®pera italiana y si tal mote puede suponer alguna exageraci¨®n no deja de reflejar una realidad. Basta echar una ojeada a las estad¨ªsticas: las obras m¨¢s representadas desde 1850 a 1925 fueron Aida (353,veces), Rigoletto (343), Trovador (320), Barbero de Sevilla (303), Favorita (276), Africana (268), Hugonotes (241) y Luc¨ªa (232). Aparte la reacci¨®n del movimiento wagneriano, a veces encontramos algunas excepciones. As¨ª, la de Salom¨¦ de Strauss que subi¨® a la escena del Real a los cinco a?os de su estreno mundial; pero el gran m¨²sico alem¨¢n no volvi¨® a aparecer aqu¨ª hasta 1924 con El caballero de la rosa.En el terreno de la ¨®pera espa?ola, el panorama es decepcionante. Durante 75 a?os se representaron 34 t¨ªtulos, 12 de los cuales hab¨ªan sido ya estrenados en otros teatros. El caso sangrante de La vida breve, de Falla, premiada en 1905 con compromiso virtual de estreno en el Real al que nunca lleg¨®, constituye todo un paradigma; tampoco Pedrell o Alb¨¦niz lograron que se abrieran las puertas. Se cerr¨® el fantasmal coliseo de la Plaza de Oriente sin que nuestros oper¨®manos tuvieran noticias de Claudio Debussy (Pelleas se estrena en Par¨ªs en 1903). Por otra parte, muchos estrenos espa?oles se serv¨ªan con escasez, de medios y utilizando, en ocasiones, decorados procedentes de otros t¨ªtulos del repertorio.
Anacronismos
Ahora, cuando se habla tanto del Real, no se nos dice con firmeza qu¨¦ y c¨®mo va a ser el nuevo Real, si la continuaci¨®n del anterior, o el resultado de las concepciones actuales en el g¨¦nero. No se trata s¨®lo de los montajes que, sin duda, estar¨¢n puestos al d¨ªa, sino de formar e informar a nuestro p¨²blico sobre lo que el teatro musical supone a las puertas del siglo XXI. Pensar en un templo de divos, sobrecostoso y dif¨ªcil, ser¨ªa err¨®neo y seguir dando vueltas al glorioso t¨ªovivo de bohemes, traviatas, rigolettos, c¨¢rmenes y donjuanes, puro anacronismo.Cuando se dice que nada mejor para inaugurar el Real futuro que Don Juan o Carmen, pienso en la deuda pendiente con nuestros compositores y en las carencias frente a nuestro tiempo. Hoy, ser¨ªa in¨²til la resurrecci¨®n de "aquellas noches del Real" en lo que tuvieron de fiesta social, amor¨ªos l¨ªricos y reales y exhibici¨®n de orfebrer¨ªa. Nadie piensa en esto, lo que ya es mucho, mas ha de proyectarse otra idea sobre el Real, un nuevo proyecto de su funci¨®n: el que lo ponga a la altura de las circunstancias y de los grandes teatros europeos.
Babelia
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