Catalu?a, encuestas y votos
El presidente de Demoscop¨ªa explica en este art¨ªculo las discrepancias entre lo que pronosticaban los sondeos y el resultado que arrojaron las urnas el domingo en Catalu?a.
Una vez m¨¢s, las encuestas est¨¢n en el ojo del hurac¨¢n. El contenido de las urnas abiertas en la noche del 19 de noviembre "discrepa" pol¨ªticamente de una predicci¨®n casi un¨¢nime en las encuestas preectorales publicadas y hasta de lo que, tambi¨¦n de forma, un¨¢nime, indicaban los sondeos a la salida de urna realizados en aquella fecha. Una vez m¨¢s, parece obligada cortes¨ªa -por decir lo menos- intentar explicar lo que ha sucedido. Voy a centrar mi explicaci¨®n en las encuestas preelectorales publicadas en este medio, pero es obvio, que los argumentos son de aplicaci¨®n generalizada a todos los sondeos.La encuesta de Demoscopia para EL PA?S publicada el 12 de noviembre pasado ha resultado tener un ajuste bastante mediocre con los resultados de] proceso electoral del d¨ªa 19. Eso, mismo ha sucedido -l¨®gicamente, con matices- con el resto, de las encuestas. En cambio, la primera encuesta realizada por Demoscopia para EL PA?S y publicada el 9 de octubre dibuja una predicci¨®n que coincide casi milim¨¦tricamente con el resultado finalmente registrado. Esto se puede interpretar de varias maneras; la que me parece m¨¢s plausible es la de que la campa?a y precampa?a, al igual que otras veces, han funcionado m¨¢s como ruido que como informaci¨®n para, los electores y han dislocado un tanto la expresi¨®n di las preferencias. La marea nacionalista que todos vimos producirse entre la convocatoria y la campana era m¨¢s bien un espejismo, o una marea de voz m¨¢s que de voto. Los partidarios del PSC-PSOE y del PP. eran, en este terreno, menos proclives a manifestar sus preferencias que los de CiU, ERC e IC.Con todo, hay elementos de fondo que se expresan en este proces¨® de forma m¨¢s notable, pero que est¨¢n, presentes en mayor o menor medida en la din¨¢mica pol¨ªtica de Occidente en general y de Espa?a en particular. Me refiero al declive generalizado de las lealtades ideol¨®gicas, al peso creciente de los incentivos y desincentivos t¨¢cticos en la decisi¨®n electoral y, como consecuencia de ello, a la mayor carga de contingencia e imprevisibilidad de que el voto se rodea. Se da la paradoja de que, cuando el utillaje t¨¦cnico y anal¨ªtico que se maneja para hacer las encuestas y transformarlas en hip¨®tesis o pron¨®sticos electorales est¨¢n m¨¢s evolucionados, el ajuste, es peor que el que se obten¨ªa con herramientas de recogida y an¨¢lisis de la informaci¨®n menos sofisticadas.
No obstante, es preciso ser cautos en la interpretaci¨®n de qu¨¦ falla y qu¨¦ hay que revisar a la vista de estos problemas. Perm¨ªtaseme aportar una comparaci¨®n sencilla, extra¨ªda de la encuesta que comentamos (EL PA?S, 12 de noviembre), que ilustra lo que est¨¢ pasando. En el cuadro que se adjunta se ponen en relaci¨®n tres elementos. En la columna de la izquierda tenemos la distribuci¨®n (expresada en porcentaje sobre quienes declaran la direcci¨®n de su voto) de la intenci¨®n expl¨ªcita de voto que se produc¨ªa en la encuesta. La columna del centro presenta la estimaci¨®n que, en base a esa encuesta, se public¨®. Por ¨²ltimo, la columna de la derecha expresa el resultado real, en porcentaje sobre voto de candidaturas.
A mi juicio, la ense?anza de este cuadro es doble. Por un lado, nos avisa de la inservibilidad pr¨¢ctica de los datos directos. Por razones muy complejas de analizar (y a¨²n m¨¢s de explicar), en Espa?a en general y en Catalu?a en particular se registran fuertes sesgos muestrales; es decir, las muestras que en aplicaci¨®n correcta de las rutinas t¨¦cnicas se obtienen se desv¨ªan muy apreciablemente del conjunto de la poblaci¨®n en la variable de orientaci¨®n pol¨ªtica. Ello se puede medir a trav¨¦s de un indicador objetivo, la relaci¨®n existente entre lo que los entrevistados dicen haber votado anteriormente (recuerdo de voto) y los resultados realmente producidos en Ias elecciones que sirven de referencia. Y esa relaci¨®n -en las encuestas en general y en ¨¦sta en particular- aparece muy distorsionada.
Por otro lado, ese cuadro nos dice que la t¨¦cnica de correcci¨®n utilizada para transformar, el dato bruto en estimaci¨®n es eficiente, pero no suficiente. Es verdad que se reduce la desviaci¨®n promedio a la tercera parte de la que tendr¨ªamos con los datos brutos. Por t¨¦rmino medio, una desviaci¨®n de dos puntos por partido est¨¢ en el entorno del error de muestro. Pero no nos enga?emos. El hecho de que la desviaci¨®n en t¨¦rminos estad¨ªsticos resulte admisible no la convalida en t¨¦rminos pol¨ªticos.
Por tanto, el sistema de correcci¨®n seguido (basado en el ajuste por recuerdo de voto y probabilidad de participaci¨®n), aunque mejora el rendimiento de la estimaci¨®n, admite mejoras y, por tanto, debemos mejorarlo. El problema est¨¢ en que no hay m¨¢s sistema de mejora que la prueba y el error. El error nos sale car¨ªsimo. Y para la prueba tenemos pocas oportunidades. Sin embargo, debemos tener cuidado para evitar que, como dicen los ingleses, se nos vaya el desag¨¹e al cambiar el agua del ba?o. El procedimiento de correcci¨®n tiene que ser refinado, pero no desechado. Al menos hasta que estemos seguros de tener otro mejor.
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