La aventura colegial de un c¨¦sar llamado Carlos
En memoria de tres amigos colegiales: Manuel Broseta, P¨ªo Cabanillas, Jes¨²s Ib¨¢?ez.En este noviembre de 1995 se conmemora el quincuag¨¦simo aniversario del nacimiento de un colegio mayor de graduados que, con el simbolismo imperial de ¨¦poca, se denomin¨® C¨¦sar Carlos, por Carlos I de Espa?a y V de Alemania.
Comentar, como antiguo colegial, este hecho puede parecer, justificadamente, la expresi¨®n de un corporativismo autogratificante colectivo, o tambi¨¦n revivir una parcela personal de la memoria hist¨®rica afectiva y acad¨¦mica. No excluyo que algo -o mucho- hay en ello: los viejos colegiales siguen siendo los amigos viejos. Pero, al mismo tiempo, con todas sus contradicciones, sin mistifcaciones ret¨®ricas o humildades falsas, el C¨¦sar-colegio es una ejempl¨ªficaci¨®n viva de que las contradicciones suelen ser positivas. Y, as¨ª, la aventura del SEU, elitista y falangista en sus comienzos, va a tener autonom¨ªa y evoluci¨®n significativas: sirvi¨®, en efecto, de acogida y de encuentros plurales, actu¨® de revulsivo y de reflexi¨®n cr¨ªtica y autocr¨ªtica en el marco de una cultura pol¨ªtica de hibernaci¨®n, y, tal vez por ello, con tolerancia conseguida, ejercer¨¢ una gran influencia en los medios acad¨¦micos, pol¨ªticos y sociales espa?oles, de modo muy, especial durante el franquismo y en la joven democracia.
En mi ¨¦poca de colegial, que comienza en 1956 y se adentra en los sesenta preparando oposiciones a c¨¢tedra de Universidad, hab¨ªa un tema, procedente de etapas anteriores, que concertaba largas discusiones tertulianas, como, las querellas escol¨¢sticas de antiguos y modernos: definir el esp¨ªritu de C¨¦sar". Este esp¨ªritu pol¨¦mico fue un buen punto de partida para desmitificar, clarificar y desacralizar: se convertir¨ªa, sin darnos cuenta, dial¨¦cticamente, en el daimon griego: el Zubiri oficial daba paso a un Her¨¢clito incipiente. La iron¨ªa que esconde temor (y los tiempos eran temerosos y, para algunos eran f¨¢ciles) cre¨® contradicciones y, desde aqu¨ª, permiti¨® nuevas perspectivas. En este sentido, el cesarismo imperial fundador dio paso a valores nuevos que, gradualmente, se asumir¨ªan y se proyectar¨ªan: sobre todo, la tolerancia. La paradoja de un c¨¦sar simb¨®lico predemocr¨¢tico constituye, tambi¨¦n, una singularidad excepcional.
Desde nuestra actualidad cabr¨ªa preguntarse que finalidad ten¨ªa el C¨¦sar-colegio y en qu¨¦ medida exist¨ªa una ideolog¨ªa ambiente o com¨²n.Es decir, si es posible racionalizar, con distancia, el viejo esp¨ªritu-daimon. Creo que, al menos en mis etapas, hab¨ªa datos comunes, y, tambi¨¦n, comienzos de diversidad. Con respecto a los primeros, la funci¨®n p¨²blica y su accesa a ella constitu¨ªa el objetivo generalizado. El Estado, como Administraci¨®n, motivaba vital y profesionalmente a todos -o casi todos- los colegiales. La seguridad, como presupuesto expectante, era la l¨®gica dominante dentro de los esquemas de una sociedad civil cerrada: lo que, gen¨¦ricamente, se llamaba, el aleatorio "mundo de las oposiciones".
Pero, al mismo tiempo, esta pretensi¨®n profesional-funcionarial no exclu¨ªa, la diversidad ideol¨®gica personal dentro de la, unidad formal ideol¨®gica. Esta contradicci¨®n se resolver¨ªa, gradualmente, constituy¨¦ndose un talante nuevo, que comenzaba a disolver dogmatismos b¨¦licos, asumiendo ideas nuevas for¨¢neas, modernizadoras y secularizadoras. Talante que recoger¨ªa pluralismo y diferenciaci¨®n emergente. Ci?¨¦ndome a los a?os sesenta, que fueron a?os de explosi¨®n ideol¨®gica, aparte de Ortega, cita obligada, surgiran nuevos maestros espa?oles como referentes de la modernidad cr¨ªtica: entre otros, Enrique Tierno Galv¨¢n y Jos¨¦ Luis Aranguren, Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez y Dionisio Ridruejo. Derecha liberal y centro democr¨¢tico, izquierda cristiana y socialismo progresista, falangismo aperturista y conservadurismo moderado ser¨¢n ideolog¨ªas que convivir¨¢n racionalmente, con una hostilidad com¨²n: hacia el pensamiento neotradicionalista y su formalizaci¨®n pol¨ªtica.
Es cierto que el C¨¦sar-colegio no era una ¨ªnsula ut¨®pica o frontal, Pero s¨ª que su pluridimensionalidad era muy patente. Y tambi¨¦n hay que reconocer que el poder, por convicci¨®n, respeto o mala conciencia, era m¨¢s tolerante con nosotros. Tuvimos, con todo, interiores exilios colectivos e individuales, conflictos y treguas, avances y, retrocesos, pero, fue as¨ª como se forj¨® el daimon-esp¨ªritu de la tolerancia. Como Althusser dec¨ªa de Montesquieu, tambi¨¦n elitista y funcionario, el C¨¦sar abri¨® caminos y se?al¨® nuevas metas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.