Por ambos lados de la frontera del odio
El Ulster vivi¨® ayer un d¨ªa de fiesta nacional. Algunas escuelas cerraron sus puertas y la gente se ech¨® a la calle para festejar, con banderas de los Estados Unidos en la mano, al presidente Bill Clinton, convertido poco menos que en un h¨¦roe nacional de Irlanda del Norte. El entusiasmo de los miles de ciudadanos norirlandeses que flanqueaban las calles que atraves¨® la comitiva oficial, parec¨ªa tan sincero como efusivo. A la entrada de la f¨¢brica Mackie Metal, en el Oeste de la capital del Ulster, una zona de mayor¨ªa nacionalista cat¨®lica, dos ni?os dieron la bienvenida a Clinton. David Sterrett, de 10 a?os, y Catherine Hamill, de 8, representantes respectivamente de la comunidad protestante y cat¨®lica que han vivido hist¨®ricamente enfrentadas en Irlanda del Norte.A Clinton le esperaban m¨¢s momentos de emoci¨®n a lo largo de su jornada en el Ulster. El encendido de luces del ¨¢rbol navide?o regalado por el vicepresidente de EE UU, Al Gore, a la ciudad de Belfast, que ser¨¢ quemado tras las Navidades por orden de las autoridades del ministerio de Agricultura brit¨¢nico. Y una velada musical que cont¨® con la actuaci¨®n del cantante Van Morrison. Nacido en Belfast, en una familia protestante, Morrison ha cedido una de sus canciones para servir de motivo musical en una campa?a institucional en pro de la reconciliaci¨®n en el Ulster.
Pero la visita a Belfast de Bill Clinton no pod¨ªa saldarse sin un recorrido por los guetos cat¨®lico y protestante del Oeste de la ciudad. Camino de la f¨¢brica Mackie, la comitiva del presidente estadounidense enfil¨® la famosa Falls Road, coraz¨®n del republicanismo extremista, y a trav¨¦s de Northum berland Street-cruz¨® la l¨ªnea de paz hacia Shankill Road. Los asesores de Clinton hab¨ªan programado all¨ª, en medio del hostil barrio protestante, uno de los contactos del presidente con el pueblo de Belfast. Bill ,y Hillary Clinton bajaron del autom¨®vil blindado y entraron en una tienda de frutas y flores, para comprar ambas cosas. El presidente se present¨® a la due?a del establecimiento, Violet Clarke: "Soy Bill Clinton y esta es Hillary, mi mujer"' dijo, y se llev¨® un ramillete de flores y cuatro manzanas pagadas de su bolsillo. Fue todo un gesto de confraternizaci¨®n, porque la mayor¨ªa protestante del Ulster ha visto siempre con desconfianza la injerencia norteamericana en los asuntos internos de la provincia. De hecho la temperatura de la acogida fue diferente en uno y otro lado de esta frontera de odio que se ha mantenido en pie en el Oeste de Belfast durante los ¨²ltimos 25 a?os. En Falls Road, miles de republicanos dieron gritos de calurosa bienvenida. al paso de la Comitiva presidencial, mientras los vecinos de Shankill Road mantuvieron las distancias.
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