Ad¨®nde vamos
La generaci¨®n de riqueza para incrementar el bienestar econ¨®mico de la gente es un prop¨®sito extremadamente reciente. Es m¨¢s, todav¨ªa hoy, una gran parte de los 1.200 millones de personas sumidas en la pobreza deben su condici¨®n de marginados al talante de Gobiernos que, literalmente, han elegido pol¨ªticas que rebajan los niveles de bienestar econ¨®mico en lugar de generar riqueza. Valores como la est¨¦tica en la civilizaci¨®n egipcia, la participaci¨®n pol¨ªtica en la sociedad griega, la estructuraci¨®n jur¨ªdica en la vida social en Roma, los valores cristianos en la Edad Media o los derechos humanos despu¨¦s de la Revoluci¨®n Francesa coparon la mayor parte de la historia conocida.
A lo largo del tiempo, distintas civilizaciones asumieron la defensa de valores o prop¨®sitos que, inicialmente, se consideraban excluyentes. La simplicidad inicial dio paso, gradualmente a formulaciones m¨¢s complejas, que intentaban compatibilizar valores distintos: la defensa del Estado y respeto a los derechos humanos a ra¨ªz de la Ilustraci¨®n, crecimiento econ¨®mico y defensa del medio ambiente a ra¨ªz del estallido de las demandas expresivas en la segunda mitad del siglo XX. De tal manera que, en materia de misiones o prop¨®sitos, la historia se perfila como una larga marcha hacia la complejidad. El rechazo simplista de la complejidad creciente acab¨® minando a las civilizaciones que se negaron a compaginar otras misiones con la inicialmente excluyente. As¨ª ocurri¨®, probablemente, con la sociedad egipcia y su prop¨®sito est¨¦tico, o con la Espa?a del siglo XVI y su vocaci¨®n evangelizadora.
?Por qu¨¦ no reflexionar. entonces -como se har¨ªa en el marco. de una empresa en una econom¨ªa abierta- sobre la estrategia de Espa?a en el siglo XXI, los objetivos que es preciso cumplir si se quiere alcanzarla, e identificar los procesos necesarios que comportan esos objetivos? Si no, otros lo decidir¨¢n por nosotros, siendo entonces la fuerza irremediable de las cosas y las voluntades ajenas los gestores de los prop¨®sitos colectivos.
L¨®gicamente, la misi¨®n de Espa?a ha cambiado con el tiempo. En el siglo XVI fue de orden religioso y universalista. A pesar de la revoluci¨®n cient¨ªfica -que al establecer el principio de la experimentaci¨®n y de la prueba socav¨® los cimientos de las concepciones autocr¨¢ticas: la convicci¨®n m¨¢s autoritaria puede no resistir la prueba de la experimentaci¨®n-, los siglos XIX y XX en Espa?a se han caracterizado por la persecuci¨®n sistem¨¢tica de los principios del Estado liberal desde supuestos integristas, de la Iglesia y del Ej¨¦rcito. Esa fue su misi¨®n. La sociedad pluralista y secular s¨®lo apareci¨® ocasionalmente, casi siempre ahogada por una religiosidad de practicantes m¨¢s que de creyentes.
Los reflejos antiliberales, caracter¨ªsticos de la derecha pol¨ªtica, calaron tambi¨¦n profundamente en el pensamiento y organizaciones de la izquierda. De tal manera que ambas opciones est¨¢n pendientes de aceptar. todav¨ªa que las soluciones concretas a los problemas concretos del mundo moderno son eminentemente liberales.
Claro est¨¢: nada est¨¢ escrito ni nadie puede impedir que una conjunci¨®n de fuerzas en sentido contrario al apuntado traumaticen y extorsionen el cuerpo social de tal manera que den lugar a lo que en el an¨¢lisis sist¨¦mico se llama una bifurcaci¨®n imprevisible. Ha ocurrido, por supuesto, otras veces en el pasado a?o. Y si no, que se lo pregunten a los espa?oles.
Desde la ¨®ptica de la gesti¨®n empresarial, al enunciado, ten tativo de la misi¨®n -en este caso, de un pa¨ªs como Espa?a para el siglo XXI- seguir¨ªa la elecci¨®n de los objetivos que deber¨ªan garantizar el cumplimiento de esa misi¨®n. Ahora bien, los objetivos vendr¨¢n de terminados por los factores de cambio que inciden de manera trascendental sobre la sociedad espa?ola. Si se acepta que los objetivos deben ser, por lo menos, coherentes con la realidad, su definici¨®n ofrece menos problemas que perfilar, la misi¨®n previa, o identificar los proc¨¦sos posteriores. El cambio cultural, la globalizaci¨®n de los procesos de producci¨®n, y la revoluci¨®n cient¨ªfica y tecnol¨®gica son los tres principales factores de las transformaciones en curso.
Del an¨¢lisis de esos cambios se desprenden, casi autom¨¢ticamente, los objetivos. La gesti¨®n del profundo cambio cultural -la satisfacci¨®n de las nuevas exigencias de libertad individual y autogobierno -s¨®lo podr¨¢ realizarse cambiando la manera de gobernar. El proceso de globalizaci¨®n s¨®lo dejar¨¢ de ser un factor traum¨¢tico si de veras se respalda al proceso de apertura al exterior. La revoluci¨®n cient¨ªfica y tecnol¨®gica exige, lisa y llanamente, que el objetivo prioritario de los espa?oles consista en aumentar su capacidad de innovar.
La nueva estrategia para Espa?a en el siglo XXI puede ahora, por tanto, definirse con cierta precisi¨®n: aumentar la capacidad de innovar de los espa?oles para que puedan competir en la econom¨ªa abierta y satisfacer as¨ª, no s¨®lo las demandas tradicionales del Estado liberal y del Estado de bienestar -?desde cu¨¢ndo fueron incompatibles? El Estado de bienestar se consolida primero en el pa¨ªs que primero asumi¨® la revoluci¨®n liberal: Inglaterra en el siglo XVII-, sino tambi¨¦n la llamada tercera hornada de derechos fundamentales propios del cambio cultural.
El logro de la estrategia, y de los objetivos elegidos, supone la puesta en marcha de procesos concretos del tipo que se dirimen en una campa?a electoral. No se puede cambiar la manera de gobernar sin liberalizar los sistemas de representaci¨®n ciudadana en los ¨¢mbitos legislativo; judicial y ejecutivo, o sin sustituir la relaci¨®n actual Administraci¨®n-ciudadano por la de servidor p¨²blico-cliente. No se puede respaldar la apertura al exterior sin reformar los consejos de administraci¨®n de las grandes empresas e instituciones financieras, para garantizar la profesionalidad e independencia exigida por los inversores institucionales de dentro y de fuera. No se puede apostar por las pol¨ªticas de innovaci¨®n sin que, de una vez por todas, los Gobiernos sucesivos entiendan que la fiscalidad no es hoy, primordialmente, un proceso recaudatorio, ni siquiera redistributivo, sino una componente esencial de las pol¨ªticas de generaci¨®n de puestos de trabajo e innovaci¨®n.
La estrategia y los objetivos suelen estar condicionados por factores a largo plazo que tienen que ver con la cultura o el consenso social de una ¨¦poca. En otros pa¨ªses, ni siquiera afloran en las campa?as electorales. Otra cosa son los procesos concretos que es preciso poner en marcha para conseguir dichos objetivos. En Espa?a, en cambio, se dan por descontado como verdades inmutables simples procesos, y son objeto de debate, y hasta de altercado electoral, estrategias y objetivos.
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