La revuelta francesa
?EXISTE EN los pa¨ªses europeos una alternativa eficaz y coherente a la pol¨ªtica de rigor que exige el proyecto de Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria previsto para los ¨²ltimos a?os del siglo? Jacques Chirac afirm¨® que s¨ª durante la pasada primavera, en la campa?a para las elecciones presidenciales francesas, y, aunque nunca lleg¨® a detallar esa "otra pol¨ªtica", los electores le creyeron y le llevaron en volandas al El¨ªseo. Seis meses despu¨¦s, Chirac se olvid¨® de esa alternativa nunca explicitada con la que se gan¨® a los electores y encarg¨® a su primer ministro, Alain Jupp¨¦, que pusiera manos a la obra para que Francia estuviera en el primer c¨ªrculo de fundadores de la moneda ¨²nica europea. Para ello, Francia deb¨ªa cumplir los criterios de convergencia fijados en el Tratado de Maastricht, y, en primer lugar, recortar su d¨¦ficit p¨²blico desde el actual 5% del PIB en el 3% a partir de 1997. Con el aplauso de sus socios europeos y de las ¨¦lites y medios de comunicaci¨®n franceses, Jupp¨¦ present¨® su plan de rigor.La primera lecci¨®n que cabe sacar de la explosi¨®n de descontento popular que tiene semiparalizado el pa¨ªs desde hace m¨¢s de dos semanas puede aplicarse tanto a Francia como a otros pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. Para muchos ciudadanos franceses, el objetivo de la moneda ¨²nica es demasiado et¨¦reo y a largo plazo en comparaci¨®n con los sacrificios reales que se les piden a corto.
El proyecto de Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria es la respuesta europea a la inevitable mundializaci¨®n. Y probablemente el ¨²nico modo de mantener lo esencial del modelo europeo de Estado de bienestar es efectuar, con rapidez y a ser posible concertaci¨®n social, toda una serie de ajustes: reducci¨®n de los d¨¦ficit de las administraciones y los sistemas de seguridad social, mejora en la eficacia de los servicios p¨²blicos, apertura de los mercados y control de la inflaci¨®n, para dar paso as¨ª, finalmente, al establecimiento de una moneda ¨²nica. Todos ellos son objetivos, por otra parte, de necesario cumplimiento para un mejor funcionamiento de la sociedad en general, y no s¨®lo para ajustarse a un tratado externo, argumento falaz esgrimido en demasiadas ocasiones por euroesc¨¦pticos de distinto signo.
Trat¨¢ndose del porvenir del sistema europeo, la l¨ªnea divisoria entre la derecha y la izquierda apenas se distingue. Las dos principales familias pol¨ªticas continentales, el centro -izquierda socialdem¨®crata y el centro-derecha democristiano, est¨¢n de acuerdo en lo esencial del proyecto suscrito en Maastricht. De derechas o de izquierdas pueden ser el nivel, el ritmo de los ajustes, pero no la necesidad de llevarlos a cabo. Sin embargo, la mayor¨ªa de los huelguistas y manifestantes franceses interpretan la pol¨ªtica de rigor de Jupp¨¦ como una prueba de ultraliberalismo derechista. El movimiento de protesta se ha unido contra la pol¨ªtica, de rigor, pero es heterog¨¦neo en su composici¨®n: estudiantes que quieren m¨¢s dinero para la ense?anza p¨²blica; funcionarios a los que se les endurecen las condiciones de jubilaci¨®n; trabajadores de empresas p¨²blicas como los ferrocarriles, la electricidad o el tel¨¦fono que ven amenazados sus empleos por los criterios de competitividad; beneficiarios de la Seguridad Social que pierden prestaciones...
Hay en la revuelta francesa, muchos aspectos estrictamente nacionales. A diferencia de los anglosajones, los franceses atribuyen al, Estado el mayor peso econ¨®mico y social, y creen que es el principal responsable del bienestar colectivo e individual. De ah¨ª la profundidad y la rabia de la actual revuelta. En segundo lugar, est¨¢ la personalidad de Chirac y Jupp¨¦. El primero dedic¨® el primer semestre de su mandato a mantener las ambig¨¹edades y contradicciones de su programa econ¨®mico y social y a concentrar sus esfuerzos en una campa?a de pruebas nucleares desastrosa para el prestigio de su pa¨ªs. El segundo, afectado personalmente por el esc¨¢ndalo del alquiler de su apartamento y una acci¨®n gubernamental err¨¢tica, sobrestim¨®, al presentar su plan, la fuerza de una derecha que controla la mayor¨ªa de los tent¨¢culos del poder. Uno y otro se olvidaron de la calle.
Chirac y Jupp¨¦ han fallado no s¨®lo en la pedagog¨ªa, sino en el momento. Deber¨ªan haber presentado la reforma en el periodo de gracia de los tres primeros meses de poder y haberla desarrollado de forma fragmentaria y espaciada en el tiempo. En cualquier caso, el rigor es necesario, y no s¨®lo porque lo exige Maastricht, sino porque es requisito indispensable para la supervivencia del Estado de bienestar. Ojal¨¢ que la vuelta a la normalidad, que parece ser el camino emprendido en las ¨²ltimas horas por sindicatos y agentes sociales, acabe con la crispaci¨®n y permita, porque a toda Europa le interesa, una soluci¨®n negociada y efectiva de las contradicciones econ¨®micas y sociales que originaron el conflicto.
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