El Madrid levanta ampollas
Chamart¨ªn arremete de nuevo contra el equipo en el deb¨² de Petkovic
, Chamart¨ªn est¨¢ de u?as. La hinchada no da tregua y ¨¦l Madrid tampoco es capaz de invertir la situaci¨®n. Poco importa que el equipo dejara entrever en las ¨²ltimas semanas una leve recuperaci¨®n. Y que el visitante sea el Celta, un equipo terap¨¦utico, de ¨¦sos que no asustan ni antes ni durante el partido: un conjunto ideal para enemigos con intenci¨®n de redimirse. Ante este cartel, la grada recibi¨® j¨²bilosa al grupo de Valdano, a la espera de una fiesta capaz de reconciliarla definitivamente con el equipo. Pero se dio de bruces con un choque ab¨²lico, espeso, fatuo en casi todos sus tramos.Lo que iba a ser una tarde bals¨¢mica acab¨® en una tortura. Deriv¨® en un espect¨¢culo impropio del Bernab¨¦u, sin unas gotas de lucidez, sin emoci¨®n, sin pulso. Y el p¨²blico dispar¨® contra todos. Protest¨® a Rinc¨®n, abuche¨® a Esn¨¢ider, silb¨® a Michel y, sobre todo la tom¨® con Hierro. El malague?o abort¨® la ¨²nica ilusi¨®n que quedaba en la grada. En el tramo final, Chamart¨ªn s¨®lo aguantaba sobre el cemento para ver a Petkovic. Se hab¨ªa hablado de su pegada y quer¨ªa verle lanzar faltas. Hierro, el primer ejecutor del equipo, no cedi¨® y el escenario se dinamit¨®. Ni f¨²tbol ni Petkovic. Hoy, la grada lo discute todo.
Aquel Madrid que s¨®lo una semana antes hab¨ªa dejado un rastro de altura en Sarri¨¢, tard¨® media hora en desperezarse frente al Celta. En medio de la irritaci¨®n general y tras 30 minutos de oscuridad, tuvo que ser el madridista m¨¢s descarado -?lvaro- quien incendiara el partido. Hasta entonces nadie hab¨ªa intentado el v¨¦rtigo, ni el uno contra uno, ni nada de nada. S¨®lo lo de siempre, la misma cantinela: toque y toque en las zonas templadas, donde todo es apariencia.
Demasiado mec¨¢nico, el Madrid olvid¨® que el juego tambi¨¦n requiere chispa, unas dosis de electricidad y un poco de enga?o. Y as¨ª lo entendi¨® ?lvaro. S¨®lo alg¨²n pecado juvenil pod¨ªa librar al Madrid. Porque la generaci¨®n qu¨¦ irrumpe con fuerza en el f¨²tbol espa?ol destaca por su atrevimiento. Y ?lvaro no es una excepci¨®n. Quiere los focos para ¨¦l, mientras que otros, quiz¨¢ cegados por a?os de j¨²bilo o lo que es peor, deslumbrados por un simple rayo de ¨¦xito, viven ausentes.
A falta del entusiasmo colectivo, el zurdo ?lvaro recibi¨® la pelota pegado a la cal de su banda. Su salida natural era por la izquierda, su lado menos tieso. Pero recort¨® hacia dentro. Zigzagueando se present¨®, al borde del ¨¢rea y tan hambriento est¨¢ el chico que no esper¨® a moldear su zancada para situar el bal¨®n en su pierna izquierda. Arre¨® un zapatazo con la derecha que se estrell¨® en la red. La locura de ?lvaro dio un impulso al partido. Su f¨¢bula fue una invitaci¨®n a los compa?eros, un gui?o para que el Madrid se tragara al Celta.
Curiosamente, s¨®lo Rinc¨®n, al que la grada ya hab¨ªa re?ido, entendi¨® el mensaje. Desde la posici¨®n de Laudrup form¨® sociedad con el goleador de la tarde y le dibuj¨® un par de pases muy l¨²cidos. ?lvaro segu¨ªa con el intermitente puesto, s¨®lo por su lado lat¨ªa el Madrid.
En diez minutos, los ¨²nicos que no merecieron desparramarse en el cubo de la basura, el colombiano se dej¨® ver y el Bernab¨¦u estuvo a punto de tirar de cohetes. ?Por fin! El juego de Rinc¨®n es parsimonioso, pero, al menos ayer, bien intencionado. Tuvo m¨¢s presencia que nunca, descubri¨® algunos espacios y se invent¨® varias fintas de gran delicadeza. La tarde era suya, pero ?lvaro fue su ¨²nico bast¨®n. Los dem¨¢s no estaban. Nada se supo de Esn¨¢ider; a Michel no le bast¨® su enorme voluntad; y Ra¨²l no tuvo frescura.
Lo de ?lvaro y Rinc¨®n fue una sociedad limitada, una simple mueca en medio del tedio. Uno y otro acabaron engullidos por el letargo general y el segundo tramo del choque fue un culebr¨®n. El equipo estuvo m¨¢s descosido a¨²n. Sin luz por las bandas, ausente por el centro y escaso de esp¨ªritu en todas sus acciones. El Madrid volvi¨® a bostezar. Como ya ha ocurrido en otros duelos de la temporada, los madridistas volvieron a trazar un f¨²tbol helado, poco apasionado. Por supuesto que el Madrid tuvo el partido de cara. Por supuesto que tuvo siempre la pelota y espos¨® al p¨¢lido equipo vigu¨¦s. Faltar¨ªa m¨¢s.
Con las tracas tronando en Chamart¨ªn, Valdano tir¨® del mejor calmante posible. Dio paso a Rambo Petkovic y desvi¨® as¨ª la atenci¨®n popular. Pero Hierro sac¨® brillo a sus galones y se trag¨® la aspirina. Al serbio s¨®lo le qued¨® poner voluntad y exhibir varios toques con ambas piernas. Su tibio debate con Hierro dej¨® claro que tiene desparpajo.
Justo que le falt¨® al Celta, que en una jornada de sesteo blanco, s¨®lo se mostr¨® decidido cuando enfil¨® la recta final. Nada hab¨ªa hecho en 80 minutos, s¨®lo refugiarse, sin que nadie supiera de qu¨¦. Pero en el ¨²ltimo suspiro, Milejevic tuvo el empate en dos ocasiones. Su nulidad evit¨® que Chamart¨ªn ardiera. El matrimonio de hace s¨®lo unos meses ha dado paso a una seria amenaza de divorcio. Un trueque demasiado acelerado.
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