El Atl¨¦tico se consolida en Mestalla
La actuaci¨®n de Zubizarreta no impide la derrota del Valencia
El Atl¨¦tico obtuvo una victoria a los puntos. Trabajada durante todo el encuentro (en el que impuso su superioridad) y coronada en un instante final de gloria que desgarr¨® la red que hab¨ªa tejido Zubizarreta en una tarde magn¨ªfica. El equipo de Antic tir¨® pues de paciencia para consolidar en una de las m¨¢s duras plazas de la Liga su aspecto inquebrantable. Entre el centro del campo y la delantera, el Atl¨¦tico teji¨® un tiral¨ªneas invisible que enred¨® sin remedio a los locales. El triunfo atl¨¦tico de paso sirve para enviar a las catacumbas a uno de sus posibles rivales. El Valencia, a 12 puntos del l¨ªder, entra definitivamente en una dimensi¨®n distinta a la del l¨ªder.Valencia y Atl¨¦tico, hundidos en la mediocridad el pasado ejercicio, se reunieron esta vez en la cumbre para festejar un partido de alto voltaje. La hinchada, sin embargo, se resisti¨® a acudir al estadio: la voracidad recaudatoria del club, que puso los precios por las nubes, hizo mella en las gradas y propici¨® la entrada m¨¢s pobre de la temporada.
La sombra atl¨¦tica se extendi¨® con arrogancia por Mestalla. Marc¨® un perfil amenazante en los primeros instantes que acab¨® por intimidar al Valencia. El verde se pobl¨® de figuras rojiblancas a las que perseguir. La sincronizaci¨®n en el centro del campo rojiblanco permiti¨® a Penev acechar con una asuidad insultante a Zubizarreta. En su regreso a Mestalla, el delantero b¨²lgaro se convirti¨® en el principal enemigo del Valencia. El p¨²blico, que lo hab¨ªa recibido con indiferencia, acab¨® por volcar su ira sobre el jugador cuando dilapidaba sus encuentros con Zubizarreta.
El meta vasco respondi¨® de manera extraordinaria hasta en cinco ocasiones, sobre todo en aquella en la que Penev arrastr¨® a los centrales, sirvi¨® franco a Simeone y ¨¦ste a escasos metros del gol, se top¨® con el pie de Zubi (m. 32).
Por entonces el Valencia ya se hab¨ªa encomendado a la sobriedad de Zubizarreta (cuyos gritos retronaban en ¨¦l estadio) y a la magia de Mijatovic. Pero ayer el montenegrino hab¨ªa abandonado el Olimpo: semejaba un vulgar futbolista.
Las distancias entre ambos conjuntos se acrecentaron con el trascurrir del choque. El l¨ªder expresaba su liderazgo. El Atl¨¦tico se encontr¨® un fil¨®n por el flanco derecho, donde Caminero se fabric¨® una autopista hacia la meta local en la que Romero no estableci¨® peaje alguno. El dominio colchonero de la medular se hizo aplastante y el anuncio de gol era inminente.
Apagado el brillo de Mijatovic, el Valencia destap¨® todas sus carencias. Le restaba esperar al descanso en busca de las ¨®rdenes milagrosas de Luis, el sabio.
Pero. por all¨ª no hab¨ªa m¨¢s p¨®cima salvadora que el guante de Zubizarreta, que construy¨® un muro infranqueable ante su porter¨ªa. Por all¨ª apareci¨® Pantic con frecuencia para comprobar la blandura defensiva y la dureza del meta.
Aunque, pese a las ocasiones desperdiciadas, el Atl¨¦tico hac¨ªa gala de nervios de acero.Una paciencia desesperante, una especie de autosuficiencia que parec¨ªa afirmar que aquello lo solucionar¨ªan cuando quisieran. Y lo hizo, justo cuando no hab¨ªa tiempo para m¨¢s y en el preciso instante en el que el Valencia parec¨ªa recobrar el aliento. Como si lo tuviese todo planeado. En todo caso, lo hab¨ªa merecido.
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