Pontoneros en Zupanja
Dos tercios de las tropas de EE UU entrar¨¢n en Bosnia por un puente a¨²n sin tender
, ENVIADO ESPECIAL
El edificio marr¨®n y amarillo de la decr¨¦pita estaci¨®n de Zupanja, a orillas del r¨ªo Sava, la frontera natural de Croacia con Bosnia Herzegovina, tiene s¨®lo tres puertas. No es m¨¢s grande que una de cercan¨ªas en Espa?a. Carece de tendido el¨¦ctrico. Un par de trenes olvidados yacen en v¨ªas tan muertas como ellos. Uno de los dos jefes de estaci¨®n, uniforme azul, gorra roja, tiene aparcada su bicicleta negra en una pared. El otro jefe de estaci¨®n parlamenta con un comandante estadounidense en el lenguaje universal de los signos. En la ¨²nica via viva, una gran gr¨²a con los colores de camuflaje, descarga pesadamente contenedores de color rojo oxidado. Detr¨¢s, casi en plena calle, se amontonan camiones, veh¨ªculos Hammwr -los nuevos jeeps estrenados en la guerra del Golfo- y carros de combate. Algunos, los M-2 Bradley, est¨¢n en posici¨®n de defensa, con el ca?¨®n levantado.
"A¨²n no hemos decidido d¨®nde vamos a construir el puente", asegura la teniente Walser mordisqueando una galleta untada de crema de cacahuete, pero no ser¨¢ muy lejos del viejo puente de Zupanja", que se encuentra volado en m¨¢s de 150 metros desde el inicio de la guerra en Croacia en 1991. A la derecha del puente herido, un rudimentario transbordador con la bandera croata al viento cruza personas y veh¨ªculos hacia el enclave de Orasje, en pleno corredor de Posavina. "All¨ª es un buen sitio, tiene bajada y subida natural", indica con el dedo desde el transbordador un capit¨¢n de ingenieros en misi¨®n humanitaria. El jefe de la teniente Walser, el coronel Steve Hawkins, ser¨¢ el encargado de adoptar la decisi¨®n final, de elegir el sitio perfecto. "El coronel vendr¨¢ inmediatamente... El puente de pontones se construir¨¢ en un solo d¨ªa", advierte orgullosa la teniente.
"No me gusta ver a los [soldados] norteamericarios en posici¨®n de defensa en medio del pueblo y, con los ni?os pasando delante de ellos", asegura Zoran, un gigantesco soldado croata veterano de la defensa de Vukovar, "y a la gente de Zupanja tampoco... Aqu¨ª no hay guerra". El teniente coronel Stone junto al capit¨¢n Dorame y el teniente Moloy husmea terrenos adecuados, un lugar pr¨®ximo a la estaci¨®n que pueda ser utilizado como base circunstancial para sus hombres. Pues por esta ruta, que se inicia en Hungr¨ªa y termina en Tuzla, pasar¨¢n cerca de los des tercios de las tropas y material norteamericano que se utilizar¨¢n en Bosnia-Herzegovina. Stone ha husmeado en el interior de unas vaquerizas que parec¨ªan vac¨ªas. El suelo se halla embarrado. Nieva, suavemente, sin prisa, un lugare?o le repite incansablemente en un ingl¨¦s sin forma que posee numerosos caballos. En sus ojos brilla la chispa del dinero. Un polic¨ªa croata se acerca a preguntar por el puente. Stone reparte apretones de manos y sonrisas. "Necesitamos un lugar con suelo firme", afirma el teniente coronel dando ligeras patadas sobre un diminuto camino de cemento. El hombre de los caballos, rendido, se contenta con repartir unos calendarios con la foto de la Banda Tamburaska, su grupo musical, un quinteto de cuerda y rostro desafinados.
El capit¨¢n de ingenieros dice divertido, si ¨¦stos se empe?an [los norteamericanos] asfaltan todas estas vaquerizas en dos d¨ªas. El capit¨¢n Dorame murmura en castellano. Su suegra vive en Mallorca en un lugar imposible de identificar. Stone, olvid¨¢ndose de que su misi¨®n de un a?o acaba de comenzar, exclama: "?C¨®mo me gustar¨ªa conocer Espa?a!".
"No sabemos c¨®mo nos van a recibir los serbios" se preocupa el soldado McGuire. A su compa?ero Vall¨¦s, en cambi¨®, le agitan otros pensamientos. Pregunta por el plantel femenino de Tuzla, "?Son guapas?"
La teniente Walser habla por tel¨¦fono con el coronel Hawkins. Es un tel¨¦fono sat¨¦lite protegido por un pl¨¢stico. Arrecia la nieve. Los Hammwr van y vienen. El paisaje de Zupanja cambia perezosamente. A los primeros resquemores de Zoran, se oponen los cuentos de la lechera de los bares tristes de esta localidad. En Orasje a¨²n nadie ha visto a los norteamericanos. En medio de un inusual atasco de veh¨ªculos civiles, un cartel en el idioma equivocado proclama: "Bosnia ¨¹ber alles". Todos cotillean la novedad del puente. Aqu¨ª las ganancias no se miden en coca-colas vendidas, aqu¨ª la ilusi¨®n se disfraza de esperanza.
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