Hait¨ª, sin resuello
La rep¨²blica caribe?a se enfrenta a una transici¨®n pol¨ªtica cargada de incertidumbre
, "Al principio Aristide fue un hombre del pueblo, pero al llegar al poder se volvi¨® sordo: no oye, no ve, no camina. Sus promesas eran bonitas, pero no ha hecho nada". Adolphe Ch¨¦ry, maestro de profesi¨®n, camina despacio por el Barrio de Cart¨®n, un sector de Cit¨¦ Soleil donde las chabolas de hojalata flotan literalmente sobre lagos de aguas negras. Un olor nauseabundo impregna el aire. En esta zona de Puerto Pr¨ªncipe, habitada por 250.000 personas (la quinta parte de la poblaci¨®n de la capital haitiana), los ni?os y los cerdos se siguen revolcando en monta?as de basura.
En los pobladores de este inframundo encontr¨® Jean Bertrand Aristide su mejor respaldo cuando, blandiendo la bandera de la revoluci¨®n de los pobres, lleg¨® a la presidencia de Hait¨ª en 1991. El apoyo continu¨® nueve meses despu¨¦s, cuando un golpe militar arropado por la CIA lo mand¨® al exilio y las calles de Cit¨¦ Soleil amanec¨ªan sembradas de cad¨¢veres de simpatizantes de su partido, Lavalas (avalancha, en creole). Al regresar a la presidencia en 1994, tambi¨¦n de la mano de Estados Unidos, Aristide hizo renacer las esperanzas de una poblaci¨®n a¨²n m¨¢s depauperada por tres a?os de embargo. Hoy, a 40 d¨ªas de que el ex sacerdote salesiario traspase el poder a su correligionario Ren¨¦ Pr¨¦val, elegido presidente en los comicios del pasado domingo, el escepticismo empieza a comerse el terreno.
"Peor que con Duvalier"
"Estamos peor que con Jean Claude Duvalier [dictador haitiano, derrotado en 1986]. Entonces la vida era m¨¢s barata, ten¨ªamos electricidad todo el d¨ªa y llegaban ayudas oficiales", dice Joseph Antoine, trabajador de una f¨¢brica de electr¨®nica cerrada. "Tras la vuelta de Aristide los precios se han triplicado. Ahora pedimos palas y contenedores para retirar la basura y no nos hacen caso". Cit¨¦ Soleil es un microcosmos de lo que sucede en el resto del pa¨ªs. La producci¨®n agr¨ªcola, base de la econom¨ªa haitiana, est¨¢ empantanada. El 80% de la poblaci¨®n activa no tiene trabajo. Las inversiones no entran. Y los organismos internacionales han congelado al menos cien millones de d¨®lares (unos 12.500 millones de pesetas) de ayuda por el incumplimiento del Gobierno haitiano de sus compromisos privatizadores, que deb¨ªan afectar a nueve empresas estatales, entre ellas las telecomunicaciones y la electricidad. "Aristide ha desperdiciado una gran oportunidad. Ten¨ªa en sus manos 1.200 millones de d¨®lares [casi 150.000 millones de pesetas] y no ha hecho nada. La negativa a privatizar unas empresas que no funcionan desde hace a?os y que son nidos de corrupci¨®n ha sido una necedad. Ni siquiera la direcci¨®n de Lavalas estaba en contra", asegura un analista latinoamericano.
"El problema es que este Gobierno ha reproducido los vicios del pasado. La ayuda internacional le ha servido a los altos funcionarios y a los par¨¢sitos para construirse buenas casas comenta un comerciante extranjero. En medio de la miseria, en Puerto Pr¨ªncipe se sufren terribles atascos de tr¨¢fico: seg¨²n los datos oficiales, el n¨²mero de veh¨ªculos ha aumentado en la capital un 30% desde el fin del embargo.
En el terreno pol¨ªtico, las esperanzas puestas en la incipiente transici¨®n a la democracia se estrellaron con unas elecciones legislativas cargadas de irregularidades, seguidas de una precipitada convocatoria de los comicios presidenciales que dej¨® a la oposici¨®n fuera de juego. "Lavalas empieza a parecerse al Frente sandinista o al PRI mexicano", comenta un funcionario de la ONU. "Aristide emplea un doble lenguaje: ante la comunidad internacional llama a la reconciliaci¨®n y hacia su gente mantiene una estrategia de choque".
Con todo, Aristide sigue estando para sus seguidores por encima del bien y del mal. "Ha sido muy h¨¢bil. Saldr¨¢ del Gobierno sin arreglar nada, pero sin mancharse las manos. La patata caliente Ie queda a Pr¨¦val", afirma este funcionario internacional.
El sucesor, un t¨¦cnico agr¨®nomo de 52 a?os, primer ministro al comienzo del mandato de Aristide, tiene ante s¨ª una tarea de titanes. El nuevo presidente, que seg¨²n un pintor haitiano, "al igual que Aristide, ha cambiado de piel como los lagartos", no emplea la ret¨®rica populista de su antecesor y es consciente de que para "pasar de la miseria extrema a la pobreza", como ¨¦l dice, no le queda m¨¢s remedio que plegarse a las exigencias de la comunidad financiera internacional.
Pr¨¦val llega a la presidencia, adem¨¢s, con el lastre de haber ganado una elecci¨®n sin oposici¨®n y con una abstenci¨®n del 80%. "Si quiere sacar el pa¨ªs adelante, tendr¨¢ que pactar con la oposici¨®n", afirma el socialista Serge Gilles. Estados Unidos, patrocinador del desastre que se vive en Hait¨ª, ver¨ªa con buenos ojos un acuerdo nacional.
'AyatoI¨¢' Aristide
El presidente Jean Bertrand Aristide tuvo que dirigir el pasado martes un mensaje a la naci¨®n para justificar su pr¨®ximo matrimonio. La noticia de su boda, "que se celebrar¨¢ en la intimidad"", hab¨ªa desconcertado a su p¨¦tit peuple.Que el antiguo sacerdote salesiano tomara decisiones tan prosaicas como emparejarse romp¨ªa su halo de divinidad. Pero que, adem¨¢s, la elegida fuera la siempre impecable Mildred Trouillot, una norteamericana de origen haitiano, de familia acomodada, cuyo trabajo de asesora del presidente le proporciona un salario mensual de 10.000 d¨®lares mensuales (un mill¨®n y cuarto de pesetas), era algo decepcionante.
"La gente est¨¢ muy celosa", comenta Carlo D¨¦sinoir, redactor jefe del peri¨®dico La Nouvelliste. "Toda la fortaleza de Aristide le viene de su estatuto de sacerdote. Es como en Ir¨¢n, donde la gente pensaba que s¨®lo el hombre de Dios, el ayatol¨¢, era capaz de arreglar las cosas". El presidente afirm¨® el martes, que no va a abandonar a su pueblo y que el matrimonio s¨®lo va a reforzar "la relaci¨®n de amor" que le une a su gente. Desde su enorme mansi¨®n. Aristide seguir¨¢ siendo la "voz de los que no tienen voz". Y desde all¨ª, seg¨²n los analistas, preparar¨¢ cuidadosamente el terreno de su reelecci¨®n en el a?o 2000, despu¨¦s de que su sucesor, Ren¨¦ Pr¨¦val, se queme a fuego lento en el caos que ha heredado.
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