Pacto antiterrorista
UNO DE los efectos del terrorismo es la divisi¨®n que introduce entre los dem¨®cratas. La violencia, especialmente si es indiscriminada, suscita una gran ansiedad social, y ello lleva, por una parte, a buscar culpables conocidos, identificables, sobre los que descargarla, y, por otra, a plantear propuestas m¨¢s o menos improvisadas -y a veces descabelladas- de soluci¨®n por la v¨ªa r¨¢pida: la negociaci¨®n, o que resucite el GAL, o que les den lo que piden y nos dejen en paz. Los pol¨ªticos se ven afectados por esa presi¨®n y el resultado es la fractura del frente democr¨¢tico. Nadie suele congratularse m¨¢s de esas fricciones que el entorno pol¨ªtico de ETA, como lo puso ayer mismo de manifiesto un portavoz de HB.La fontera de esa ruptura suele producirse entre los partidos nacionalistas y los que no lo son. A veces, tambi¨¦n entre los del Gobierno y los de la oposici¨®n. De ello se tom¨® conciencia, tanto en la prensa como entre los partidos, hace unos ocho o diez a?os. El Pacto de Ajuria Enea, y su proyecci¨®n en el de Madrid, fue la respuesta a ese problema.
Lo esencial del pacto era la reafirmaci¨®n por parte de los firmantes de su condici¨®n de dem¨®cratas por encima de cualquier otra condici¨®n, y, en cuanto tales, su rechazo a cualquier intento de sacar ventaja de los efectos de la violencia. El mensaje dirigido a ETA era que, en las actuales condiciones, ning¨²n objetivo pol¨ªtico imaginable justificaba el recurso a la violencia y, que por tanto, ninguna concesi¨®n arrancada mediante ella ser¨ªa aceptada por los partidos democr¨¢ticos. Ese compromiso se traslad¨® a la sociedad y durante algunos a?os fue visible la unidad de las fuerzas democr¨¢ticas frente a ETA.
La ansiedad creada por los recientes a tentados de Itsasondo, Madrid y Valencia ha exacerbado las diferencias que en los ¨²ltimos meses se hab¨ªan manifestado respecto a la forma de hacer frente al terrorismo. Diferencias apreciables no s¨®lo entre los partidos, sino en el conjunto de la poblaci¨®n. La agresividad se ha dirigido sobre todo contra el PNV. Junto a cr¨ªticas razonables ha habido otras desmesuradas, demag¨®gicas, pero no puede decirse que las respuestas de ese partido hayan ayudado a superar la fractura.
El principal reproche que se hace al PNV es que act¨²a como si su rechazo a ETA no fuera incondicional, sino matizado y supeditado a ciertas premisas. No hay duda de que el PNV est¨¢ contra la violencia, pero por ello mismo resulta desconcertante que su respuesta a las acusaciones sea precisamente condicionar su participaci¨®n, en iniciativas como la reuni¨®n del Pacto de Madrid, al cese de las cr¨ªticas a su estrategia respecto al mundo radical. El PNV considera que con esas cr¨ªticas se intenta "criminalizar" sus convicciones e invoca su condici¨®n de centenario partido democr¨¢tico para considerar ofensivo tal intento. Lo ofensivo ser¨ªa dejar de criticarle por condescendencia o por temor a que sus reacciones sean desaforadas.
Porque tiene raz¨®n el PNV al considerar que de nada servir¨ªan los pactos si el nacionalismo democr¨¢tico no participara en ellos. Pero esa misma condici¨®n de eje de cualquier estrategia de paz le otorga una especial responsabilidad, la cual es incompatible con ciertas actitudes demag¨®gicas. As¨ª, ser¨¢ dif¨ªcil convencer a los j¨®venes de Jarrai de que no hay motivos para su violencia si las juventudes del PNV conmemoran el aniversario de la Constituci¨®n identificando a ¨¦sta con el yugo y las flechas, sus portavoces dicen que el Estatuto est¨¢ agotado e invocan, sin venir a cuento, el papel del Ej¨¦rcito como freno a las aspiraciones vascas.
Criticar tales actitudes o cuestionar el intento de reconstrucci¨®n de la unidad nacionalista sobre la base de concesiones al mundo radical no es criminalizar al nacionalismo ni pretender que renuncie a su ideolog¨ªa, sino, por el contrario, considerarle un aliado imprescindible para acabar con la lacra de la violencia. Y si hay agravios que aclarar, que se haga en el marco de los pactos mismos; reforz¨¢ndolos, y no ignor¨¢ndolos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.