?Gordos del mundo, un¨ªos!
Hubo una vez, hace ya mucho, mucho tiempo,en que yo era peque?o. La sociedad constituida de entonces identificaba gordura con belleza, est¨¦tica, salud, amor, sexo, y existen numeros¨ªsimos ejemplos de tal identificaci¨®n. Las supervedettes del madrile?o teatro Mart¨ªn, por ejemplo, las que de verdad despertaban las bajas pasiones del respetable, eran, m¨¢s que llenitas, rubensianas. Y yo ser¨ªa peque?o, s¨ª,. pero, mi tata ?ngeles Mu?oz Ruiz, natural de Getafe y mujer fuerte de mi vida, am¨¦n de gran amante del g¨¦nero, me llevaba de la mano hasta las primeras filas de aquel coliseo, tan rijoso para las mores de la ¨¦poca y as¨ª hasta el d¨ªa en que tambi¨¦n a m¨ª me salieron bajas pasiones y bram¨¦ de entusiasmo, al un¨ªsono con los dem¨¢s espectadores machos. Me acuerdo de una de estas divas impresionantes, rubia y tetuda. En determinada escena de la revista, rodeada de actores de car¨¢cter, bajitos y decr¨¦pitos, ella esbozaba un bamboleo provocativo, que originaba ¨¢ullidos de entusiasmo entre sus admiradores. Los m¨¢s exaltados gritaban ?el vaiv¨¦n, el vaiv¨¦n!"', y la artista, coqueta y complacida, tras mucho mirar de reojo por si hubiera alg¨²n censor emboscado en la sala, o entre. bambalinas, complac¨ªa la petici¨®n con un rebamboleo que causaba ya el delirio. Las meras vedettes tambi¨¦n contaban con algunos fieles adoradores, pero ya era' otra cosa. De un muslo de la supervedette sal¨ªan dos de las vedettes y, seguramente, una chica de conjunto entera. Con estoqueda dicho que las ¨²ltimas las pasaban, ?pobri?as!, m¨¢s que canutas, o sea, hambre propiamente dicha. Eran las prisas, las underdogs del rutilante mundo revisteril, y muchas veces no ten¨ªan m¨¢s remedio que cumplimentar sus emolumentos, tan escuchimizados como ellas, haciendo cuchichis, que se dec¨ªa entonces, con admiradores pauperrimos. A pesar de la general hambruna, que compart¨ªamos, ?ngeles se sacaba de la manga, y de la sart¨¦n, unas milagrosas croquetas que yo devoraba con fruici¨®n. Era casi mi ¨²nico condumio, pero el caso es que me puse hecho un ceporro. Consecuentemente, me asiste toda la autoridad moral del mundo para afirmar, hablando en nombre propio, que los ni?os gordos, al igual que las obesas supervedettes, triunf¨¢bamos en toda la l¨ªnea. Claro que este hecho resultaba p¨²blico y notorio, tanto como el famoso anuncio de los chocolates Mat¨ªas L¨®pez en la calle San Bernardo. La trama representada por aquellos graciosos dibujos no dejaba lugar a dudas. Trat¨¢base del antes y el despu¨¦s de la cura al chocolate, protagonizados, respectivamente, por un ni?o escuchimizado, triste, un asco de ni?o,y por un infante risue?o y redond¨®n, con envidiables y arrebolados mofletes, seguro de s¨ª mismo, un triunfador nato. Y, bueno, yo mismo gozaba en mi casa de mucho respeto y consideraci¨®n. La portera jam¨¢s dejaba de espetarme, al paso, aquello de que "no hay mejor espejo que la carne sobre el hueso" y las vecinas, encandiladas, me preguntaban, un¨¢nimes, que d¨®nde compraba ?ngeles los garbanzos. Y ahora,_de pronto, por aquello de las, modas imperantes, la salud y la diet¨¦tica, la sociedad occidental ha decidido cambiar aquellos benditos criterios, dej¨¢ndonos a los fuertes (ya nadie pronuncia la palabra gordo, que ha pasado a ser un insulto) con el culo al aire y ustedes disimulen. Sobre todo si pretendemos compramos,unos jeans de color rosa, la ilusi¨®n de mi vida. H¨¢biles dependientes nos van, conduciendo como quien no quiere la cosa hasta la secci¨®n de talles grandes, donde, si nos dejamos, acabamos vestidos de luto, o alivio. ?Y encima nos sobra tela por todas partesi! El sobrepeso se ha convertido en algo execrable, una especie de estiginal un sambenito, los rellenitos (otro eufemismo) somos repudiados, mientras hombres y mujeres se autoflagelan en lo m¨¢s ¨ªntimo de su ser (los jugos g¨¢str¨ªcos, of course),para estar m¨¢s guapos.Los resultados son devastadores; ahora mismo podr¨ªa citar a media docena de j¨®venes actrices que hace s¨®lo dos o tres a?os eran un bomb¨®m, seis bombones, convertidas en penosos escuerzos. Lo que ayer fuera un escote adorable, de milk and peaches, es hoy una percha en el escote, bajo la nuez (?porque a todas les ha salido nuez!). En el ¨¢rbitro profesional, para encontrar empleo de ejecutivo o similares, m¨¢s o menos fijo, hay que tener cara y cuerpecillo de superviviente de Auschwitz. En medicina, esa terrible enfermedad llamada anorexia causa estragos. Van, ellas y ,ellos, de cabeza a, la debacle.
No os dej¨¦is arrastrar, valerosos gordos del mundo, por esta locura. Sed fieles a vosotros mismos, a vuestros genes, a vuestra vocaci¨®n obesa. Sed fieles a la croqueta oronda, a la lucha antidiscriminaci¨®n de. las alemanas de Kassel. ?Gordos del mundo, un¨ªos!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.