La nueva Duma
LA CONTABILIDAD de las elecciones legislativas rusas ha concluido. El partido comunista de Guennadi Ziug¨¢nov, el vencedor, obtiene 158 esca?os de los 450 de la Duma; junto con el partido agrario, que es una especie de sucursal agropecuaria del primero, llega a los 178. Siguiendo con esa cuenta de la vieja, si adicionamos los 51 nacionalistas de Vlad¨ªmir Jirinovski, se pasa de la: mayor¨ªa absoluta, y con un surtido de independientes diversos, de entr¨¦ los 77 que han sido elegidos ya es el acab¨®se. Naturalmente, las cosas son un tanto menos apocal¨ªpticas.Es cierto que comunistas y ultranacionalistas negocian para repartirse los puestos de honor en el Parlamento, y que llegar¨¢n a acuerdos sobre la base de que el presidente del mismo sea comunista, y que algo habr¨¢ que ceder a los de Jirinovski por su colaboraci¨®n. Pero de ello a pensar que haya grandes objetivos comunes entre las dos formaciones media un abismo. Incluso, desde un punto de vista t¨¢ctico, a estos ¨²ltimos no les puede interesar aparecer ante la opini¨®n como prendidos de los faldones del partido comunista, aunque s¨®lo sea por las presidenciales de junio pr¨®ximo. Tanto Ziug¨¢nov como Jirinovski, adem¨¢s de un mont¨®n de otros candidatos como, quiz¨¢, el propio presidente Yeltsin, tienen ambiciones electorales y la aut¨¦ntica rebati?a comienza s¨®lo ahora para perfilar destacadamente su figura y sin demasiadas alianzas ante la opini¨®n.
De otro lado, es posible que entre los cambios inevitables en el Gabinete de V¨ªktor Chernomirdin aparezcan algunos comunistas, que tendr¨¢n, entonces, representatividad pero escaso poder, puesto que tanto Yeltsin como el jefe de Gobierno, si nombran ministros comunistas, ser¨¢ para que se desgasten y no para que se luzcan. Es de esperar, por ello que desaparezcan, al menos, el ministro de Exteriores, Andr¨¦i Kozirev -lo que no significa que su cartera deba heredarla un hombre de Ziug¨¢nov-, y el viceprimer ministro, Anatoli Chubais.
El primiero es culpable a ojos de nacionalistas y comunistas de hacer una pol¨ªtica de sumisi¨®n a Occidente, sobre todo en el marco de la guerra balc¨¢nica, y el segundo, de forzar la marcha de las privatizaciones en un contexto de capitalismo salvaje. En cualquier caso, est¨¢ claro que ambos son vastamente impopulares, precisamente por esas razones.
El pueblo ruso, que ha dado una relativa confianza a los comunistas -21% del sufragio- y mucha menos a los nacionalistas -11%-, no parece que haya votado simplemente por nostalgia del antiguo r¨¦gimen, escas¨ªsimos son los ciudadanos que a?oran hoy una vuelta pura y simple al sovietismo, sino que lo han hecho contra la imposici¨®n de un capitalismo, como se?alaba esta semana en EL PA?S Jean Daniel, hecho de caos, mafia, inseguridad ciudadana y posibilidades de enriquecimiento s¨®lo para la mugre urbana. La reforma en esos t¨¦rminos no es la purga necesaria de un r¨¦gimen inviable y criminal, sino un s¨¢lvese quien pueda.
Y a esos sentimientos deber¨¢ responder el pr¨®ximo presidente de Rusia, sea comunista o liberal, o el propio Yeltsin, que no resulta f¨¢cil decir qu¨¦ es pese a su apoyo vociferante a la reforma. Plantear ahora el peligro comunista en Rusia es como cuando se hablaba del peligro amarillo, del que los chinos no parece que estuvieran debidamente informados.
El mundo ha cambiado profundamente alrededor de Rusia y en Rusia. Un comunismo, por otra parte, dificilmente mayoritario en el Kremlin no va a poder ser de Lenin ni de Jruschov, y no digamos ya de Stalin. A resta?ar tantas heridas es a lo m¨¢s que podr¨ªa dedicarse. Y en ¨²ltimo t¨¦rmino los liberales, si son capaces de unirse ante un candidato ¨²nico -lo que la presentaci¨®n de Yeltsin har¨ªa virtualmente imposible-, siguen teniendo. excelentes posibilidades de alzarse con el santo y la limosna. Eso no lo dice la aritm¨¦tica de la Duma, pero s¨ª el sentido com¨²n.
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