Feliz a?o
En La Celsa no sab¨ªan qui¨¦n era Ruiz Gallard¨®n. El otro d¨ªa desembarc¨® all¨ª con cinco de los suyos y aquello pareci¨® un encuentro entre marcianos y jupiterinos. Lo malo es que los marcianos tambi¨¦n votan y no hay m¨¢s remedio que hacer estos sacrificios navide?os. El barrio estaba fr¨ªo, embarrado, h¨²medo. Seg¨²n los vecinos, los desag¨¹es no chupan y las ¨¢ceras son pr¨¢cticamente inexistentes. En cualquier caso, el t¨ªo Isidoro, jefe de los marciano se invit¨® a una cerveza al s¨¦quito de jupiterinos y departieron amigablemente, intercambi¨¢ndose experiencias de sus planetas respectivos. Afortunadamente, entre los acompa?antes de Ruiz Gallard¨®n se encontraba Gustavo Villapalos, a quien imaginamos relatando, con la elocuencia que le caracteriza, las curiosidades culturales de los habitantes de J¨²piter. Tambi¨¦n fue Antonio Beteta, que pasar¨¢ a la historia por confeccionar sesudos planes de ahorro de agua totalmente inaplicables. En La Celsa hay muchos charcos, as¨ª que a lo mejor les ense?¨® alguna t¨¦cnica para beber de ellos sin coger el tifus. Los marcianos, ya se sabe, no tienen ministro de Econom¨ªa, ni consejeros de Cultura, de manera que hubo que despacharlo todo con el t¨ªo Isidoro. Rosa Posada, que representaba la cuota femenina y sanitaria del s¨¦quito jupiterino, no pudo hablar con su hom¨®loga marciana porque los marcianos tampoco tienen hom¨®logos. Antes de marcharse, Ruiz Gallard¨®n quiso asistir a un actor religioso, pero el cura marciano habitual hab¨ªa desaparecido en protesta por ¨¦l derribo de una capilla por parte de las autoridades de J¨²piter, as¨ª que ofici¨® un cura de otra galaxia al que no conoc¨ªan ni los marcianos ni los jupiterinos y el acto qued¨® un poco deslucido. Vaya por Dios.Entretanto, los habitantes del planeta Tierra le¨ªamos asombrados un reportaje de Jos¨¦ A. Hern¨¢ndez sobre los juzgados de la plaza de Castilla. Un juez de guardia apenas dispone de media hora. para dictar el futuro de un detenido, sea del planeta que sea. Aquello es peor que la Seguridad Social, donde tambi¨¦n en un tiempo r¨¦cord el m¨¦dico ha de decidir si tienes una gripe o un c¨¢lculo, un c¨®lico o una depresi¨®n. Deprisa, deprisa. Menos mal que el lunes no hubo peri¨®dicos y gracias a eso sucedieron menos cosas.Y aprovech¨¦ esta ausencia de realidad para dar un paseo por los aleda?os de Sol y comprobar que la calle. estaba hecha un bel¨¦n. Vi un conjunto de j¨®venes tocando canciones religiosas con ritmos populares plagiados de las canciones rom¨¢nticas de mi juventud. No s¨¦ de qu¨¦ planeta eran, ni de qu¨¦ religi¨®n, pero casi me convierto, al escuchar aquellas melod¨ªas y al contemplar el cuerpo de la vocalista, una adolescente criada a base de Cola-Cao y cereales. Mientras ella cantaba, sus compa?eros de religi¨®n repart¨ªan folletos entre el p¨²blico. Le¨ª uno: dec¨ªa que Jes¨²s trae buenas noticias a todos los que est¨¢n pobres de alegr¨ªa, de esperanza, de libertad, de paz y de dinero; tambi¨¦n a los que han sido abandonados por sus c¨®nyuges, a los drogadictos, a los alcoh¨®licos, a los que est¨¢n atados a la pornograf¨ªa, al juego o a la homosexualidad. Un sujeto que le¨ªa su folleto junto a m¨ª murmur¨®:
-A m¨ª no me pasa nada de esto.
Hice una se?a a uno de los repartidores y cuando se acerc¨® le dije:
-Que ¨¦ste no entra en ninguna de las categor¨ªas del folleto.
EI repartidor s¨¦ qued¨® mir¨¢ndolo con gesto de desconfianza.
-?No eres pobre, ni homosexual, ni drogadicto? -pregunt¨®.
-No.
-?Y no est¨¢s enganchado al juego ni te ha abandonado tu c¨®nyuge?
-Tampoco.
Entonces, iniciaron una conversaci¨®n de marcianos, semejante a la que debi¨® de producirse entre Ruiz-Gallard¨®n y el t¨ªo Isidoro, as¨ª que me march¨¦ con la m¨²sica a otra parte, en direcci¨®n a Callao, y en apenas cien metros d¨¦ caminar entre mendigos y compradores compulsivos de El Corte Ingl¨¦s, comprend¨ªa que yo mismo era de Venus, o quiz¨¢ de Mercurio, no s¨¦, el caso es que el mundo me pareci¨® un lugar ajeno, inh¨®spito. A la altura de la FNAC vi c¨®mo deten¨ªan a un desharrapado que acababa de dar un tir¨®n. Un juez de una galaxia diferente a la suya tendr¨ªa que decidir qu¨¦ hac¨ªa con ¨¦l en apenas media hora. La voz de la adolescente religiosa atravesaba el aire en un aleluya eloquecido. ?Qu¨¦ raro es todo! En cualquier caso, feliz a?o.
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