?A qui¨¦n esperas, "Roberto"?
Un perro abandonado vive en Barajas desde hace dos a?os, adoptado por taxistas
El runr¨²n de los aviones le acuna a diario; los taxistas le llevan carne, agua y palabras. Roberto, un can lanoso y desconfiado, no se deja acariciar y huye en cuanto olfatea una amenaza, a su libertad, encadenada, nadie sabe por qu¨¦, a la terminal internacional del aeropuerto de Barajas. Casi en cada uno de los cientos de taxis que aguardan all¨ª viaja un hombre enamorado de Roberto y una versi¨®n, diferente sobre el origen de su presencia.Alguien debi¨® de abandonarlo aqu¨ª al irse de viaje, y el perro se qued¨® a esperar la vuelta de su due?o"", argumenta Basilio, un veterano taxista que ejerce como portavoz de la versi¨®n m¨¢s extendida. Otros prefieren creer que es un vagabundo que lleg¨® al aer¨®dromo por casualidad desde alg¨²n barrio cercano.
Roberto hered¨® el nombre de un taxista de unos 60 a?os que acude cada d¨ªa a las cuatro de la madrugada al aeropuerto en busca de clientes, seg¨²n explica Pablo, otro conductor. "Roberto es el que m¨¢s le quiere y le cuida, por eso empezamos a llamarle Roberto". El can -de un linaje dudoso entroncado en apariencia con el pastor belga, y los perros de aguas- apareci¨® con la melena limpia en el aeropuerto, pero le desgre?aron dos a?os de castigos en forma de lluvia, nieve y noches con el barro como cama.
El perro aeroportuario frecuenta el espacio que queda entre la valla que protege las pistas y la exterior. Tambi¨¦n se pasea por el aparcamiento de vez en cuando. "Tiene un mont¨®n de heridas en la cabeza, de pasar bajo las alambradas". Un cacharro de pl¨¢stico con agua, junto a la verja de los hangares, delata uno de sus lugares favoritos para descansar. Otro con carne espera cerca d¨¦ la parada del autob¨²s a que llegue la tarde y Roberto se digne saludar a los turistas.
All¨ª lo conoci¨® Masaru Notsuke, el int¨¦rprete japon¨¦s que pidi¨® en una carta a este diario ayuda para el perro (EL PA?S del mi¨¦rcoles d¨ªa 3). Roberto le recordaba al can que ten¨ªa en su pa¨ªs. Y narra un cuento nip¨®n acerca de otro que esper¨® tres a?os a su due?o, en una estaci¨®n de tren sin saber que hab¨ªa sido asesinado.
Pablo recuerda que s¨®lo una vez roz¨® el hocico de Roberto. "No dice ni ay, es buen¨ªsimo", babea el taxista, "sabe lat¨ªn, ve a los guardias y se va". Tanta es la inteligencia que le atribuyen que, seg¨²n Pablo, nadie ha conseguido echarle el guante a pesar de que lo han intentado hasta mezclando somn¨ªferos con la comida. "Mareado y todo, se las arregl¨® para esconderse",.
Masaru tambi¨¦n querr¨ªa adoptar a Roberto, pero su esposa no est¨¢ de acuerdo. No le consuela saber que es casi imposible atraparle. Pablo cree que una vez vino la perrera municipal para llev¨¢rselo y no pudo. "Pasa mucho fr¨ªo y mucho calor, pero de aqu¨ª no hay quien le mueva: aqu¨ª morir¨¢"
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.