Jaque a la posteridad
Un grupo de escritores ironiza sobre el mercado y la gloria literaria
"La posteridad comienza el mes que viene", proclama con su habitual flema c¨¢ustica Manuel Vicent. "La proyecci¨®n. literaria ya no alcanza a ver m¨¢s all¨¢ de los 30, 60, 90 d¨ªas, que son los plazos de vencimiento de las letras de cambio". La incertidumbre sobre el futuro de la letra impresa, parece haber dado al traste con el ¨¢nimo de trascendencia de los escritores fundacionales de la modernidad. "Los imperativos del mercado condicionan el momento mismo de la escritura", subraya el cr¨ªtico Constantino B¨¦rtolo. Y, como advierte Jos¨¦ Saramago, el escritor que no se compromete consigo mismo acaba comprometido con su cartera"."Todo cambia menos la vanguardia". Esta sutil proclama de Paul Val¨¦ry es lo primero que parece haberse centrifugado en la era del posvanguardismo: como si muchos creadores, al adquirir la carta de ciudadan¨ªa, optaran por replegarse en el grueso de la cambiante retaguardia. Como observa B¨¦rtolo, echando mano de un valioso instrumental de Roland Barthes, "ha remitido la figura del escritor, entendida como un sacerdocio, y se multiplican los escribientes atareados en un plano, de contingencia". Seg¨²n Rafael Arguliol, el af¨¢n de ¨¦xito inmediato ha desplazado al espacio reservado anta?o para la voluntad de "gloria literaria"; del mismo modo que lo bello y lo sublime ha sido desacralizado hasta lo interesante y bonito. El descr¨¦dito de la palabra es irreversible, al decir de muchos de los autores consultados. "Lamentablemente, las novelas comienzan a correr ya una suerte semejante a la de los libros de poemas: quedan confinadas a peque?os guetos o cofrad¨ªas de lectores", diagnostica Jes¨²s Torbado.
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n celebra que a los norteamericanos se les hayan agotado los recursos financieros de que dispusieron en los a?os ochenta para encuadernar gu¨ªas telef¨®nicas, y presentarlas como "el mejor exponente del realismo telef¨®nico de todos los tiempos, pero reoonoce que la fundici¨®n de los neones no ha venido pareja a unas luces de recambio. "De un tiempo a esta parte, he observado que el escritor vuelve a perseguir la gloria desechada. Se estruja las neuronas para obtener un folio de calidad, como un testimonio de protesta contra la cultura basura y la poluci¨®n visual. Pero, estrictamente, no m¨¢s de un folio en ninguno de los casos", ironiza, por su parte, el escritor Manuel. Vicent.
Para Julio Llamazares, los editores se equivocan de plano con sacarse ahora de la manga una neo-nueva narrativa, continuadora de la etiqueta que s¨ª logr¨® prosperar en la d¨¦cada anterior. "Creo que debido a que ya se van haciendo mayores, cr¨ªticos y editores comienzan a padecer del s¨ªndrome de Lolita". El autor leon¨¦s repara en que, por muchas estridencias y cantos de sirena que se monten, "no conviene olvidar que el n¨²mero de verdaderos lectores de literatura, de :esos que introducen sus pesta?as hasta el fonda de los libros, apenas si alcanzan en este pa¨ªs las cien mil almas".
Paralelamente, Antonio Mu?oz Molina considera que la literatura de calidad, hoy y siempre, es por definici¨®n minoritaria. "Esta ¨¦poca no es ninguna ex cepci¨®n en promocionar globos inflamados que, con el paso del tiempo, terminar¨¢n por estallar. Ni siquiera es in¨¦dita en la pretensi¨®n de que, lo que ahora estimamos indiscutiblemente representativo, ser¨¢ luego lo que sobreviva", manifiesta, para admitir, no obstante, que, a causa de la implosi¨®n mercantil en la literatura, se ha extendido m¨¢s que nunca lo que Bu?uel denunci¨® en su d¨ªa c¨®mo "la raz¨®n del d¨®lar" aplicada a los creadores. "Pero la mertantilizaci¨®n no tiene por qu¨¦ afectar necesariamente a la escritura misma", matiza. "Mucho m¨¢s grave, y sintom¨¢tico de este tiempo es que la rep¨²blica espa?ola de las letras se complazca en su frivolidad y analfabetismo. M¨¢s all¨¢ de lo cremat¨ªstico, es seguro que no tiene tiempo para leer, y por tanto para contrastar los textos, que es al cabo en lo que consiste el adecuado inventario de la literatura". Francisco Umbral se reconoce v¨ªctima de un desdoblamiento en sus ambiciones literarias: "De un lado, me siento el ¨²ltimo mohicano en el cultivo del estilismo y el gusto por la autonom¨ªa de la met¨¢fora, pero, al mismo tiempo, soy consciente de que, en ma teria de creaci¨®n, no hay diferencia entre ¨¦poca y ¨¦poca, sino tan s¨®lo entre individuos e indivi duos". Por su parte, el autor de ¨¦xitos de ventas Fernando Vizca¨ªno Casas afirma que, con su registro en el Larousse, ha alcanzado ya toda cota de posteridad a que pudiera aspirar. "Yo escribo para los de mi tiempo, como creo que han hecho siempre todos", a?ade, "estoy seguro de que a Gald¨®s, Valle o Blasco Ib¨¢?ez lo que realmente les interesaba era influir en su ¨¦poca, y no que nosotros dij¨¦ramos ahora que eran cojonudos. La posteridad ha sido siempre un a?adido".
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