Cr¨ªticas en Nueva York contra un rascacielos de Philip Johnson
El arquitecto dise?¨® el edificio para un hotel de Donald Trump
"Horrible", "barato' ' ', "chill¨®n" y "M¨ªami Beach" son algunos de los adjetivos que los neoyorquinos se han apresurado a lanzar contra el rascacielos de 45 plantas que los arquitectos Philip Johnson (el autor del proyecto de las torres inclinadas de KIO en Madrid y uno de los nombres clave de la arquitectura contempor¨¢nea) y Costas Kondylis est¨¢n construyendo junto al Central Park, de Nueva York. El edificio de apartamentos albergar¨¢, tambi¨¦n el Hotel Internacional Trump, en honor al contructor y due?o del conjunto, Donald Trump, el millonario, que se ha convertido en caricatura de la ostentaci¨®n de los a?os ochenta.
Junto a las vallas de la obra se leen carteles que dicen: "La m¨¢s importante nueva direcci¨®n en el mundo: 1, Central Park West". El privilegiado emplazamiento, en la plaza de Col¨®n de Manhattan, limita con el parque y se asoma tambi¨¦n a Broadway, y los precios de los pisos van, desde 105 millones hasta 1.000 millones de pesetas. El rascacielos es una versi¨®n remodelada del edificio Gulf and Western, que ten¨ªa cristales gris¨¢ceos.y columnas blancas. En su lugar, Johnson y Kondylis han proyectado un oscuro recubrimiento acristalado con columnas paralelas y t¨ªmpanos de cristal dorado reflectante, con las columnas guarnecidas con franjas de acero."Es un ejemplo de c¨®mo un,creador se pone al servicio del capitalismo m¨¢s hortera", dice un arquitecto de Manhattan. Ante la pol¨¦mica desatada, los cr¨ªticos de arquitectura se han visto obligados a salir a la palestra antes de terminado el proyecto, previsto para 1997 y con 3 1.000 millones de pesetas de presupuesto. Y se han visto en la tesitura de justificar la interesada colaboraci¨®n con Donald Trump de Philip Johnson, uno de los animadores culturales de Estados Unidos m¨¢s radicales de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
"El dise?o de Johnson tiene bastante que decir acerca de nosotros", seg¨²n el cr¨ªtico de The New York Times Herbert Muschamp. "Dice que lo que nos mueven son los valores del mercado". Y a?ade que Johnson era la elecci¨®n natural para dise?ar un edificio que refleja la personalidad pop de Trump, un proyecto que muestra "lo que el toque de Midas puede hacer en el alma de una ciudad".
Edificio Seagram
En la propaganda del proyecto, esta nueva torre Trump es anunciada como "un homenaje al estilo internacional". Philip Johnson fue ayudante de Mies van der Rohe en el c¨¦lebre edificio, Seagram, modelo de los rascacielos de acero y cristal que pueden verse en todos los rincones del planeta. Seg¨²n Muschamp, en el edificio Seagram, "Mies se acogi¨® a la humildad vern¨¢cula de la construcci¨®n prefabricada y la ennobleci¨® con travertino, bronce y un ojo impecable. De este modo, permanece como una met¨¢fora de la capacidad de la ciudad de llegar m¨¢s all¨¢ del plano material, hacia un ideal trascendente ( ... ). Y ¨¦sta es la raz¨®n por la que el edificio Seagram es una obra de arte y el de Trump un de rroche de kitsch".
En cualquier caso, no parece que la discusi¨®n vaya a afectar lo m¨¢s m¨ªnimo al anciano Philip Johnson, de 89 a?os y superviviente o inductor de numerosas y vivas pol¨¦micas, quien a los 26 a?os ya dirig¨ªa la secci¨®n de Arquitectura del Museo de Arte Contempor¨¢neo (MOMA) y entre cuyas obras figuran la provocativa Casa de cristal, de 1949, una residencia personal transparente que fue ridiculizada, entre otros por Frank Lloyd Wright y el propio Mies van der Rohe. A su favor queda tambi¨¦n el edificio de oficinas de AT&T en Nueva York, entre otras grandes obras, y una curiosa biografia de temible y agudo te¨®rico, simpatizante del ideal de belleza mascul¨ªna de los nazis, visionario con dosis de oportunismo, multimillonario, homosexual y agitador cultural de primer orden.
Unas declaraciones de Philip Johnson de los a?os ochenta muestran un calculado cinismo que encaja con su proyecto para Donald Trump: "Es mucho mejor que los edificios se construyan a mayor gloria de Dios que del dinero, pero eso no es lo que se piensa ahora, y puesto que en Estados Unidos somos instrumentados por las clases dirigentes, evidentemente hacemos lo que nos mandan intentando hacerlo como mejor podemos. Igual que en la profesi¨®n m¨¢s antigua del mundo, s¨®lo tenemos un objetivo: agradar. Agradar a cambio de unos honorarios".
Babelia
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