Por una izquierda antipopular
Como prop¨®sito -porque no llega ni a proyecto- de a?o nuevo, me atrevo a plantear la posibilidad de ir fraguando en este pa¨ªs una izquierda antipopular. Me dirijo a los ciudadanos que a¨²n se consideren en activo pese a todos los pesares, a quienes prefieran criticar a despotricar y a los que no confunden la sensatez con la resignaci¨®n. Como no estoy seguro de que abunden demasiado, me curo en salud advirtiendo que esta izquierda propuesta no va a resultar demasiado popular. En el prefacio de sus Ensayos impopulares, Bertrand Russell advierte que los titula as¨ª "porque hay varias frases en ellos (que algunos chiquillos extraordinariamente est¨²pidos de diez a?os podr¨ªan encontrar un tanto desconcertantes, por lo que no pueden aspirar a ser considerados populares". Mi caso es a¨²n peor: la izquierda que imagino corre el riesgo de chocar frontalmente con creencias y actitudes ampliamente compartidas, por lo que no s¨®lo resultar¨¢ impopular, sino hasta antipopular. Perm¨ªtanme que les d¨¦ algunos detalles.El principal designio de esta izquierda habr¨¢ de ser reafirmar la importancia y la oportunidad de la pol¨ªtica frente a otras actividades p¨²blicas, respetables pero quiz¨¢ sobrevaloradas, como la econom¨ªa, la gesti¨®n t¨¦cnica o la predicaci¨®n moral. Doble antipopularismo, pues: por un lado, se dignifica aquello de lo que nadie quiere saber. nada (la pol¨ªtica), y por otro, se atiza un discreto pescoz¨®n a los devotos m¨¢s exaltados de las asignaturas hoy en boga. Oyendo lo que se dice por ah¨ª, parece que el ¨²nico empe?o humano traicionado por nuestras flaquezas es el juego pol¨ªtico (es decir, democr¨¢tico: s¨®lo la democracia permite la pol¨ªtica, el resto son estrategias b¨¦licas m¨¢s o menos camufladas), cuando lo cierto es que, si se aplicasen id¨¦nticos controles de calidad en todos los campos, a¨²n quedar¨ªa relativamente impoluto frente al arte, la ciencia o la religi¨®n.
Quienes creen que la pol¨ªtica debe someterse a la econom¨ªa o a la moral se equivocan de dos maneras distintas, pero complementarias: los primeros creen que los valores pol¨ªticos son irrelevantes frente al automatismo propulsor del mercado, los segundos juzgan que son indecentes ante la excelsitud del ideal ¨¦tico. En lo tocante a la econom¨ªa, lo propio de la pol¨ªtica es propugnar fines y no simplemente constatar lo irresistible de los medios. Cuenta P. G. Wodehouse el caso de un millonario que, en su lecho de muerte, tras una vida dedicada a acumular dinero, pregunt¨® con voz d¨¦bil a los circunstantes: "?Y ahora tendr¨ªa alguno de ustedes la amabilidad de explicarme a qu¨¦ ha venido todo esto?". Cuesti¨®n que tambi¨¦n es pertinente formular a quienes parecen aceptar que el alfa y el omega de, toda organizaci¨®n colectiva es el funcionamiento saneado -es decir, en ascenso acumulativo sin trabas de la econom¨ªa. Y se les puede responder pol¨ªticamente que el objetivo social no es producir m¨¢s dividendos, sino m¨¢s humanidad. Instituciones como la educaci¨®n general, la asistencia sanitaria o las pensiones de vejez son logros civilizadores irrevocables, como la abolici¨®n de la pena de muerte. Se pueden y se deben discutir las nuevas v¨ªas de su financiamiento en la sociedad actual de masas, pero no es l¨ªcito abolir su dimensi¨®n p¨²blica por razones financieras. El "Estado del bienestar" es algo a superar, sin duda, pero, para ir a¨²n m¨¢s all¨¢: por ejemplo, garantizando una asignaci¨®n econ¨®mica b¨¢sica a todos los ciudadanos, independientemente de sus ejercicios productivos. ?Primas a la vagancia o a la imprevisi¨®n, como creen la se?ora Thatcher y compa?¨ªa? Pues muy bien: en un mundo en el que la automatizaci¨®n industrial y los l¨ªmites ecol¨®gicos del desarrollo exige en replantearse la obligaci¨®n laboral plenaria y universal, subvencionar el derecho a la pereza puede ser una forma de cordura pol¨ªtica.
?Y la competitividad? Deber¨ªa funcionar en lo internacional como dentro de cada pa¨ªs: abierta al mercado, pero limitada por derechos sociales que est¨¢n por encima de ¨¦l (como el fin lo est¨¢ sobre los medios). El problema no es la mundializaci¨®n de la econom¨ªa (que es positiva, como todo lo que contribuye a reunir los intereses humanos en un solo haz), sino el hecho de que no vaya acompa?ada por una mundializaci¨®n de la democracia. Nueva raz¨®n para apostar pol¨ªticamente por una autoridad supranacional efectiva: adem¨¢s de evitar las guerras y proteger en cada pa¨ªs los derechos humanos, cortocircuitar la tendencia actual de los Estados a funcionar como empresas que luchan sin piedad entre s¨ª por obtener mayores beneficios, olvidando la primac¨ªa de sus obligaciones sociopol¨ªticas. La izquierda de la que hablo deber¨¢ ser, por tanto, antinacionalista (?nueva causa de impopularidad!) y defender que las instituciones pol¨ªticas son tanto mejores cuanto menos coincidan con identidades ¨¦tnicas y mayor mestizaje pluralista de intereses permitan. Concretamente en Espa?a, la buena pol¨ªtica se distinguir¨¢ por plantear objetivos a nivel estatal y por negarse al perpetuo cambalache entre caciquismos nacionalistas o regionalistas.
Lo m¨¢s gravemente antipopular: la izquierda se negar¨¢ a la colonizaci¨®n de la pol¨ªtica por la ¨¦tica... como muestra de respeto l¨²cido por ambas. La pol¨ªtica s¨®lo puede mejorarse con medidas pol¨ªticas, y no con jaculatorias morales, tal como explic¨® perfectamente Spinoza: "Un Estado cuya salvaci¨®n depende de la buena fe de alguien y cuyos negocios s¨®lo son bien administrados si quienes los dirigen quieren hacerlo con honradez no ser¨¢ en absoluto estable. Por el contrario, para que pueda mantenerse, sus asuntos p¨²blicos deben estar organizados de tal modo que quienes los administran, tanto si se gu¨ªan por la raz¨®n como por la pasi¨®n, no puedan sentirse inducidos a ser desleales o a actuar de mala fe. Pues para la seguridad del Estado no importa qu¨¦ impulsa a los hombres a administrar bien las cosas, con tal de que sean bien administradas. En efecto, la libertad de esp¨ªritu o fortaleza es una virtud privada, mientras que la virtud del Estado es la seguridad" (Tratado pol¨ªtico). Control pol¨ªtico y jur¨ªdico de los pol¨ªticos, revisar la financiaci¨®n de los partidos listas abiertas, etc¨¦tera, y que luego cada cual se ocupe de su moral, por su propio bien.
Esta izquierda chocar¨¢ tambi¨¦n con lo m¨¢s popular de los partidos de izquierda actualmente vigentes. El PSOE en primer lugar, en el que cuenta con tanta popularidad Barrionuevo. Sus cr¨¢neos privilegiados se enfadan porque se compara la cena obscena de homenaje al ¨ªnclito o su proclamaci¨®n como hijo predilecto de su pueblo con las exaltaciones municipales en Euskadi al terrorista ca¨ªdo o al reci¨¦n excarcelado: pues lo siento mucho, pero son id¨¦nticas. No porque Barrionuevo sea ahora equiparable al etarra de turno (aunque lo ser¨¢ si se demuestra su participaci¨®n en el GAL), sino porque el impulso de quienes lo celebran -"bueno o malo, es de los nuestros"_ es igual de imp¨²dico y de, cretino que el de quienes jalean a los etarras. Con Felipe Gonz¨¢lez otra vez cabeza de cartel y Barrionuevo de mozo de espadas se ha acabado por el momento el PSOE como opci¨®n de centro-izquierda. ?Qu¨¦ buscan con semejantes candidatos: m¨¢s votantes o m¨¢s c¨®mplices? En cualquier caso, conmigo que no cuenten.
En IU tropezamos con otra enfermedad popular: el comunismo. Naturalmente se trata del comunismo fet¨¦n, el traicionado por Stalin y la burocracia, la utop¨ªa necesaria, etc¨¦tera. Resumiendo: otra vez la conocida enga?ifa te¨®ricamente incompetente y criminal en la pr¨¢ctica de este siglo. Los comunistas son el reverso obtuso del "pensamiento ¨²nico" capitalista que tanto se denuncia: la "alternativa ¨²nica" colectivista, dictatorial y heroica que celebran los id¨®latras de la Pasionaria y los que aplauden al castrismo inflexible. Cuando Julio Anguita niega que el neoliberalismo sea compatible con los derechos humanos deber¨ªa recordar que uno de los primeros que escribieron contra tales derechos (junto al utilitarista Bentham) fue Karl Marx. ?Hasta cu¨¢ndo va a ofrecerse siempre en este pa¨ªs izquierda y comunismo juntos? La izquierda es necesaria, pero el comunismo, todo lo contrario. Por ¨²ltimo, la izquierda que recomiendo ser¨¢ antipopular porque deber¨¢ ir trazando su nuevo camino pol¨ªtico frente al 'Partido Popular que va a gobernar durante los pr¨®ximos anos. Chocar¨¢ sin duda con ¨¦ste por su laicismo militante, por su racionalismo poco dado a neoespiritualismos, por su postura antiprohibicionista (?nada m¨¢s popular que las prohibiciones!) en cuesti¨®n de drogas o sexualidad, por proponer un ej¨¦rcito reducido y profesional sin componendas, por su actitud ante la educaci¨®n o la cultura o el C¨®digo Penal, o... Pero, en fin, no sigamos, pues no se trata de un programa, sino s¨®lo de prop¨®sitos de a?o nuevo.
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