Hasta los ping¨¹inos les abandonaron
Un matrimonio australiano logra vivir un a?o en un refugio en la Ant¨¢rtida
Ha pasado un a?o desde que Don y Margie McIntyre provocaron a la civilizaci¨®n. Recluidos voluntariamente desde el pasado enero en una peque?a y aislada choza en la Ant¨¢rtida, la pareja australiana ha sobrevivido un a?o a solas en el lugar m¨¢s inh¨®spito de la Tierra.A McIntyre le cuesta explicar por qu¨¦ ¨¦l y Margie decidieron emprender tan ardua expedici¨®n. Pero est¨¢ seguro de que vali¨® la pena. "Fue una aventura", dice con convicci¨®n. "Pasas mucho tiempo como muerto. En medio de la aventura te gustar¨ªa que hubiera terminado. Pero despu¨¦s, cuando te levantas y lo piensas en perspectiva, te gustar¨ªa volver a hacerlo".
Seg¨²n lo programado, el velero Spirit of Sydney, de 18 metros de eslora, lleg¨® esta semana a recogerlos con una tripulaci¨®n de ocho miembros de Hobart, Tasmania. Rebosante de experiencias, tanto "fant¨¢sticas como horribles", la pareja -que tom¨® la precauci¨®n de operarse de ap¨¦ndice antes de abandonar su hogar- esperaba zarpar en estos d¨ªas de su solitario campamento bloqueado por el hielo.
Atr¨¢s quedar¨¢n recuerdos de vientos de 165 kil¨®metros por hora, temperaturas baj¨® cero, literas h¨²medas y almohadas congeladas, envenenamiento por mon¨®xido de carbono, ca¨ªdas en el hielo y nostalgia.
El mi¨¦rcoles, McIntyre declaro por tel¨¦fono v¨ªa sat¨¦lite: "Cuesta creer que casi ha terminado. No soy un alpinista, ni un experto caminante. S¨®lo soy una persona normal y corriente. Pero aqu¨ª nos hemos enfrentado a un mont¨®n de retos"
Rescate prohibido
McIntyre, de 41 a?os, hablaba desde el cobertizo prefabricado de 2,5 x 3,5 metros en el que vivi¨® con su mujer cerca de la entrada de la bah¨ªa de Cominonwealth, un remoto puerto por debajo del C¨ªrculo Polar Ant¨¢rtico, al que se puede acceder v¨ªa mar¨ªtima durante s¨®lo cuatro o seis semanas al a?o.El matrimonio McIntyre estaba tan firmamente comprometido con la aventura que dej¨® un mensaje por escrito en Australia en el que prohib¨ªan cualquier intento de rescate en caso de que lo necesitasen. Los gastos y mano de obra que implican los rescates de aventureros internacionales se han convertido en un asunto cada vez m¨¢s pol¨¦mico.
En el mundo ordinario, el matrimonio McIntyre dirige un negocio de servicios mar¨ªtimos cerca de Sydney. Pero Don McIntyre lleva la aventura en sus venas, ardor que ha transmitido a su mujer. En 1990-91, compiti¨® en la BOC Challenge, una regata de yates alrededor del mundo con navegantes en solitario. McIntyre obtuvo el segundo puesto de su clase a bordo de un velero de 15 metros de eslora.
En 1993 emprendi¨® otra excursi¨®n, un viaje desde Australia hasta la bah¨ªa de Commonwealth. Todav¨ªa quedan all¨ª los restos de un campamento hist¨®rico: una choza deteriorada e inhabitable abandonada por sir Douglas Mawson, que viaj¨® hasta all¨ª desde 1911 hasta 1913 para reclamar el territorio para Australia. McIntyre regres¨® con el sue?o de vivir durante un a?o en la zona de la bah¨ªa del cabo Denison. Pas¨® dos a?os intentando reunir el medio mill¨®n de d¨®lares (60 millones de pesetas) necesario para Iniciar una aventura tan prolongada.
El matrimonio McIntyre tiene previsto escribir un libro sobre la expedici¨®n y hacer un documental como ayuda para pagar lo que se ha convertido en una considerable deuda personal. La pareja tambi¨¦n tuvo que enfrentarse a la tarea de convencer al Gobierno australiano y a 44 naciones que pertenecen al Tratado Ant¨¢rtico de que les dejasen construir un refugio. McIntyre comenta: "Fue como intentar conseguir permiso para acampar en un parque nacional durante un a?o. Somos los primeros que lo hacen". Al final, los funcionarios accedieron, pero con un mont¨®n de condiciones. Entre otras, una limitaci¨®n seg¨²n la cual el matrimonio McIntyre deb¨ªa llevarse toda la basura que produjera.
Margie McIntyre, de 35 a?os, reconoci¨® el mi¨¦rcoles que, a menudo, se sinti¨® desesperadamente nost¨¢lgica. A falta de un peso, calcul¨® que hab¨ªa perdido casi 15 kilos por no tener apetito. El malestar fue especialmente intenso durante los meses de abril a septiembre, cuando el sol sal¨ªa s¨®lo unas horas al d¨ªa, y al final no sal¨ªa en absoluto. Margie cuenta: "A veces, me sent¨ªa culpable por no disfrutar. Sol¨ªa volverme realmente loca hasta que, un d¨ªa, Don me dijo que la mayor parte de las aventuras son horribles. Entonces, me di cuenta de que estaba reaccionando con normalidad y me sent¨ª mejor" . A pesar del aislamiento, el matrimonio McIntyre pod¨ªa llamar a casa por tel¨¦fono casi siempre que quer¨ªa gracias al apoyo de Comsat Mobile Communications, una empresa de telecomunicaciones.
McIntyre afirma que han recibido una nutrida factura telef¨®nica de unos 80.000 d¨®lares en llamadas (m¨¢s de 10 millones de pesetas). McIntyre explica: "Marcamos el n¨²mero equivocado un par de veces. Cuando dec¨ªa a la gente que llamaba desde la Ant¨¢rtida, pensaban que era una broma".
A partir de ma?ana, se puede recibir m¨¢s informaci¨®n sobre la expedici¨®n conect¨¢ndose a trav¨¦s de Internet con Blue ice: informaci¨®n sobre la regi¨®n ant¨¢rtica en la World wide la Ant¨¢rtida.
El matrimonio McIntyre cargaba su equipo electr¨®nico junto a instrumentos b¨¢sicos a la vieja usanza: un generador, litros de apestoso gas¨®leo y una bater¨ªa de pilas para producir energ¨ªa. No hizo falta que pasaran demasiadas ventiscas y noches bajo cero para percatarse de que ten¨ªan que guardar las pilas dentro de la peque?a choza para mantener caliente el equipo. Eso les dejaba aproximadamente un espacio libre de 1,2 metros. Tambi¨¦n descubrieron que si no dejaban abierto un orificio en el techo para evitar la constante concentraci¨®n de hielo los vapores de mon¨®xido de carbono llenar¨ªan la choza. En una ocasi¨®n, ambos sufrieron fuertes dolores de cabeza y letargo. Com¨ªan alimentos previamente empaquetados, congelados y almacenados en bidones de acero por raciones mensuales. La comida diaria consist¨ªa b¨¢sicamente en calentar un paquete de carne y verdura. Los bidones estaban almacenados en un cobertizo fuera de la choza, en el que la temperatura llegaba nada menos que a -31? C -sin tener en cuenta el factor del viento helado-.
Adem¨¢s de recabar informaci¨®n mar¨ªtima para la Oficina Hidrogr¨¢fica de la Marina Real Australiana y para universidades australianas, el matrimonio McIntyre observ¨® la fauna ant¨¢rtica. Las focas y ping¨¹inos abandonaron la zona durante el invierno, un fen¨®meno que esperaban, pero que encontraron deprimente. El 20 de octubre regresaron los ping¨¹inos. Don McIntyre comenta: "Nos pusimos locos de contentos. Nos echamos a llorar. Les hab¨ªamos, estado esperando. Al principio, cre¨ªamos que hab¨ªamos visto moverse una roca. Luego nos dimos cuenta de que era un ping¨¹ino. Nos falt¨® tiempo para salir a recibirlos".
Ventiscas feroces
La pareja qued¨® deslumbrada por los grandiosos espect¨¢culos de color de la aurora austral en los cielos nocturnos, una exhibici¨®n de color que se ve m¨¢s claramente en las regiones del C¨ªrculo Ant¨¢rtico. Tambi¨¦n vieron c¨®mo llegaban y se alejaban las ventiscas, aunque con inquietud, ya que lo ¨²nico que pod¨ªan hacer era esperar que su refugio, al que hab¨ªan dado el nombre de Gadget Hut, permaneciese en pie. La residencia, una estructura de refuerzo de fibra de vidrio y madera, estaba asegurada con cables fijados a la roca del exterior. No era raro que permaneciesen en la cama 16 horas diarias y sin salir al exterior durante periodos de 20 d¨ªas o m¨¢s.McIntyre comenta: "Cuando sopla un fuerte viento, el ruido es agotador. Produce un rugido constante y se plantea la cuesti¨®n de si la choza aguantar¨¢ o no. Las paredes se doblaron cinco cent¨ªmetros en la primera semana y me pas¨¦ las noches en vela poniendo m¨¢s maderas. Margie preguntaba si iba a funcionar y le dije que s¨ª. Luego me mir¨¦ para ver si me hab¨ªa crecido la nariz". ?Qu¨¦ se puede decir de su bienestar emocional ahora, despu¨¦s de un a?o encerrados juntos? El matrimonio de dos aventureros parece ser tan s¨®lido como la choza. McIntyre comenta: "Somos realmente afortunados. No me separ¨¦ m¨¢s de 100 metros de Margie durante casi un a?o".
Copyright New York Times.
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