Ante el Congreso del Partido Popular
El PP va a celebrar un congreso en las v¨ªsperas de un m¨¢s que posible triunfo electoral. Ello da a este acontecimiento un tono leg¨ªtimamente festivo y comprensiblemente triunfal. Pero le coloca tambi¨¦n ante responsabilidades de la m¨¢s alta gravedad, responsabilidades de cuya recta asunci¨®n puede depender incluso la victoria, que se juega, como es sabido, en un estrecho margen de votos, pero, lo que es m¨¢s importante a¨²n, el uso que de la victoria quepa hacer.Sabido es que en Espa?a los congresos de los partidos no son un ejemplo de pluralismo democr¨¢tico. La democracia lo es "de l¨ªder", y en el caso del PP, la democracia es, adem¨¢s, siempre "un¨¢nime". El modelo, pues, no es Brighton, donde el liderazgo de Major se afirmaba en una constelaci¨®n de estrellas pol¨ªticas, o Mannheim, donde sorpresivamente Lafontaine sustituy¨® a Scharping. El modelo es "castigo".
Ahora bien, los congresos pueden servir tambi¨¦n para otra cosa, que, si no es, lamentablemente, la democracia interna del propio Partido, puede ser ¨²til a la democracia espa?ola: lanzar un mensaje positivo y clarificador en v¨ªspera de una campa?a electoral que todo hace presumir negativa.
Un mensaje en cuanto a los equipos que el Partido puede ofrecer para gobernar. Es claro que eso limita y compromete m¨¢s que el arcano, pero la diafanidad es uno de los ineludibles costes de la democracia y para gobernar democr¨¢ticamente despu¨¦s es bueno comenzar ganando democr¨¢ticamente. Algo que va m¨¢s all¨¢ de los votos y llega hasta los modos.
Un mensaje respecto a los contenidos del programa que intenta realizar desde el Gobierno. Eso es a¨²n m¨¢s comprometido, pero no menos necesario. Las elecciones no son la designaci¨®n de una persona para que act¨²e cuatro a?os como mejor le plazca. Es un verdadero mandato electoral que habilita para hacer lo que la mayor¨ªa de los ciudadanos han autorizado expresamente, si no en su detalle, s¨ª en su principio.
Cuando se consigue el voto sin que los electores sepan muy bien lo que votan, la ciudadan¨ªa es contraria, despu¨¦s, a aceptar las consecuencias de lo que vot¨®. La reciente experiencia francesa ha sido buena prueba de ello, mientras que los ¨²ltimos gobiernos conservadores ingleses, en circunstancias no menos dif¨ªciles, han contado, en su favor, con la ventaja de la sinceridad.
Y es claro que ello requiere trascender las metas y explicitar los medios. Todos los espa?oles, conf¨ªen o no en el PP, quieren reducir los impuestos y aumentar el empleo, mantener las pensiones y potenciar la imagen de Espa?a. El problema es c¨®mo se hace todo esto. Somos muchos quienes estamos dispuestos a creer que cabe cargar sobre los presupuestos estatales la asistencia sanitaria y el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas sin abandonar la empresa p¨²blica deficitaria y, aun as¨ª, reducir el d¨¦ficit y los impuestos, pero es necesario que, aparte de enunciar metas tan deseables, se nos diga c¨®mo. Cifras e instrumentos, costes, prioridades y renuncias. S¨®lo as¨ª, haciendo lo deseable posible, resulta cre¨ªble. Si no, es tautol¨®gico, tan irrebatible como carente de sentido.
Un mensaje a las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas con las que en democracia se est¨¢ llamado a convivir y aun a colaborar. Garantizando puentes de entendimiento y asegurando que la alternativa no es la revancha.
Y un mensaje a la sociedad en que quede claro no se pretende el monopolio de la raz¨®n ni de la buena fe, porque s¨®lo cuando tales cualidades est¨¢n difundidas y son compartidas resulta posible dialogar, entenderse y pactar.
Eso puede no dar votos a la corta, porque la sociedad espa?ola parece gozar, desgraciadamente, en la corrida pol¨ªtica more taurino. Pero puede servir a algo m¨¢s importante como son la seguridad ciudadana y la paz p¨²blica.
El Congreso del PP, en las v¨ªsperas de su muy posible victoria, puede ser utilizado para hacer ¨¦sta a¨²n m¨¢s probable, inflamando el entusiasmo de los convencidos y la ilusi¨®n de los indiferentes. Pero, mejor a¨²n, podr¨ªa y deber¨ªa, aun a costa de menores ilusiones y entusiasmos, despejar inc¨®gnitas, dar seguridades y restablecer confianzas. No s¨¦ qui¨¦n m¨¢s; pero los espa?oles todos saldr¨ªan ganando con ello.
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